El deceso de Sudán, el último rinoceronte blanco macho del norte que quedaba en el mundo, se dio tras agravarse significativamente la enfermedad que padecía hace varias semanas, informó la Reserva Natural Ol Pejeta (Kenia), sitio en el que vivía  desde 2009.

A través de un comunicado, la reserva indicó que  la enfermedad del animal empeoró en las últimas 24 horas. “Era incapaz de ponerse de pie”.  El equipo veterinario del Zoológico Checo Dvur Králové y el Servicio de Conservación de la Fauna Keniana (KWS) decidieron someterlo a eutanasia.

A finales de 2017, Sudán se recuperó con éxito de una infección en su pata derecha derivada de su avanzada edad, pero a finales de febrero tuvo una recaída. Esa vez la afección fue profunda.

Desde entonces los veterinarios buscaron la manera de curarlo e incluso de perpetuar la especie, pero las complicaciones de su pata, combinadas con su avanzada edad  -45 años- hicieron que muriera.

En los años setenta, Sudán sobrevivió a la extinción de su especie y fue trasladado al Zoológico Dvur Králové, en la República Checa. Al final de su vida logró volver a África, a la reserva natural situada en Laikipia, en el centro-oeste de Kenia.

Ese centro de manejo de fauna informó que se extrajo -con éxito- material genético del rinoceronte, lo que da esperanza a futuros intentos de reproducir esa especie a través de técnicas genéticas avanzadas.

Aparte de él, solo hay otras dos hembras vivas, ambas hijas de Sudán, pero la fecundación artificial nunca se ha intentado con rinocerontes.

El biólogo Gustavo Alarcón, de la Universidad Internacional, explica que los grandes megaherbíboros (elefantes y rinocerontes) juegan un rol importante en los ecosistemas que habitan. Se los considera los “jardineros” del bosque porque se encargan de dispersar semillas. 

Además son especies paraguas. “Cuando los rinocerontes son protegidos, otras especies también lo son; no solo mamíferos, sino aves, reptiles, peces e insectos, así como plantas”, indicó el experto. (I)