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Ecuador, 27 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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El tren que viaja cargado de sonrisas y constancia

El poder de una sonrisa es extraordinario. Cuando es de verdad se sumerge en el interior de la persona que la recibe como un regalo. Y ese fue el obsequio que brindaron decenas de personas que participaron de una nueva iniciativa social.

El programa Conciencia social sobre rieles busca democratizar el servicio del tren para el disfrute y uso del patrimonio,  enfocado a los grupos de atención prioritaria, cuyo costo es una sonrisa, afirmó Jorge Carrera, gerente general de Ferrocarriles del Ecuador.

“La idea no solo es ofrecer paseos sino, principalmente, hacer turismo con  los grupos que no fueron tomados en cuenta. Ahora se  entrega el derecho que tienen las personas de atención prioritaria de utilizar los bienes para su deleite”, indicó el funcionario.

Son las 8:35 de un martes y el fuerte sonido de la locomotora se aproxima. En la estación están madres, padres y jóvenes con espectativas de  realizar un viaje hacia lo inesperado.  Serán aproximadamente 33 personas las beneficiadas  del  trayecto hasta Boliche, en las entrañas de la Sierra central. Así inicia el periplo, nada pasa inadvertido para los asistentes, ni las montañas, ni el páramo; a cada paso la naturaleza se hace presente.

Durante el recorrido, Fernando Oña, quien tiene 92% de discapacidad, mira por la ventana y en sus ojos se dibuja la satisfacción que  refleja su sonrisa. Su madre lo acompaña. Ella considera que las salidas  benefician a los niños para el desarrollo de la motricidad. Es que el aire puro oxigena  su  vida de la rutina que gira en torno a terapias diarias.

El vagón se convierte en  un mar de sonrisas, en cada paso, en cada mirada, en cada gesto, durante todo el viaje. El destino deja de ser una  barrera en suelo firme, para convertirse en el lugar donde  sólo hay que poner los pies.

Según Ximena Ponce,  ministra de Inclusión Económica y Social, (MIES),  uno  de los grandes retos es la incorporación de  las personas con discapacidad. Este grupo, expuesto a la inequidad, ahora tiene su espacio en las agendas de las instituciones públicas y privadas que están enfocadas en su atención.

Rosa Romero, representante legal de la Fundación “Ayudemos a Vivir”,  trabaja con personas que tienen discapacidad severa. Su institución se  benefició del periplo. 

La selección se realizó bajo el pedido de que  sólo asistan quienes puedan caminar, para evitar inconvenientes a los chicos que utilizan sillas de ruedas.

Romero asegura que sus “hijos”, como ella los llama, son  felices, pues  este es un paso para su recreación.

Galo Querembaz, padre de Fabricio (de 22 años y con parálisis cerebral), destaca que el desarrollo de su hijo depende de la unidad familiar, pues el trabajo en conjunto muestra resultados sorprendentes. Él cree que en cada persona  existe un mundo diverso de capacidades físicas e intelectuales, de necesidades e intereses, por lo tanto, el docente y los padres tienen que desarrollar un gran repertorio de estrategias que les permitan motivar y guiar hacia el aprendizaje a sus alumnos especiales.

El mejor momento para los invitados fue la presentación de la danza, donde los jóvenes no se vieron limitados para demostrar sus destrezas en la pista. Uno a uno salían y, con mucha alegría, demostraban que no hay obstáculos a la hora de soñar y de divertirse.

Patricio Cajas, de 24 años y  con síndrome de Down, llama a todos sus amigos a bailar. El sonido fuerte de la música inspira emociones inimaginables en los jóvenes que al ritmo de sanjuanitos  levantan sus manos y sonríen abiertamente, demostrando que para ser felices es solo cuestión  de abrirse al tiempo y mirar al futuro con esperanza de mejores días.

Galo Querembaz, padre de familia,  dijo  que estas oportunidades deben ser aprovechadas para mejorar la calidad de vida de los participantes, pues algunas fundaciones que trabajan por grupos vulnerables tienen dificultades para ofrecer recreación, por los  estereotipos sociales o personales que los conducen a una actitud negativa, discriminatoria o de indiferencia.

La conclusión a la que llegan padres, hijos y maestros es que la educación es  un hecho humano y, en ese sentido, está por encima de la formas. Para ellos es necesario concebirla como un todo en el cual no se debe excluir a nadie, porque cada individuo tiene la capacidad y, sobre todo, el derecho de potenciar su aprendizaje y desarrollarse integralmente con actividades como estas, que solo buscan hacer realidad un sueño.

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