La política de trasplantes que está vigente en el país, en los últimos años, ha permitido que algunos ciudadanos mejoren sus estilos de vida y cercanía a la familia.

Fanny Gómez, Marcos Perlaza y Eusebia Plúas son tres personas que accedieron al servicio en los nosocomios del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) y de la Junta de Beneficencia de Guayaquil (JBG).

La Ley Orgánica de Donación y Trasplante de Órganos, Tejidos y Células, modificada en 2011, establece en su artículo 29 que los ecuatorianos y extranjeros residentes legales en el país, mayores de 18 años, se convertirán, al fallecer, en donantes, al menos que en vida hubieren manifestado, en forma expresa, lo contrario.

Para María Candela Cevallos, quien es coordinadora de la Unidad de Trasplante y Banco de Tejidos del Hospital Vernaza, la ley se implementó para aumentar el número de donantes. “Esta es una de las tareas más difíciles porque siempre hay pacientes que requieren de un órgano para salvar sus vidas”.

La funcionaria explica que el artículo 50 de la  Constitución especifica que “toda persona que sufre de enfermedad catastrófica y necesita de un trasplante será cubierta en 100% por el Estado, ya sea por el IESS o por el Ministerio de Salud Pública”.

Antes -añade- quien no tenía dinero no podía acceder a este tipo de intervenciones.

Por otro lado, la acreditación del Instituto Nacional de Donación y Trasplante de Órganos, Tejidos y Células (Indot), para realizar el procedimiento, fortaleció el servicio en hospitales. El Teodoro Maldonado recibió en 2016 la acreditación para la cirugía de córnea. El 30 de enero del año en curso, en cambio, lo hizo para renales. Desde entonces, cinco pacientes esperan por cambiar sus vidas.

“Ahora puedo ejercitarme y pasar con mi familia”

Foto: Mario Egas / El Telégrafo

Fanny Gómez, de 43 años, esperó 10 por un nuevo riñón, pero su sueño se hizo realidad el 23 de noviembre de 2015.

Ella, quien nació en Manabí, pero vive en Quito desde los 23 años, empezó hemodiálisis tras ser diagnosticada con insuficiencia renal. La enfermedad inició con infecciones urinarias y nefrocalcinosis (cúmulos de calcio en el riñón).

“Acudía a la clínica de diálisis cuatro horas del día y tres veces a la semana.  Era un martirio. Me perdí la infancia de mi hija, por ella  soporte tantas diálisis”.
En 2013, la hipertensión, que desarrolló por la enfermedad renal, le ocasionó tres comas inducidos y un accidente cerebral.

Por todo lo que pasó, Fanny agradece la nueva oportunidad de vida que “Dios me volvió a regalar” con el trasplante. “Mi vida ha cambiado radicalmente. Me siento fuerte y dedico más tiempo  a mi hija Diana, quien ya es una adolescente. Hasta realizo caminatas acompañada de mi esposo, que es instructor de artes marciales”.

Fanny en 2007 integró la lista de espera por un nuevo órgano en el Hospital Carlos Andrade Marín (Quito). Allí, desde 2004, se han efectuado 305 trasplantes de órganos (272 renales, 30 hepáticos y 3 de córnea).

Esta sobreviviente cada vez que se despide aconseja: “Cuide su salud y no la deje para última hora”.

“Dejé de usar lentes y hasta paseo con mi hija”

Foto: Cortesía

Para Marcos Perlaza tomar un bus para movilizarse resultaba una tortura diaria. Desde lejos no los distinguía y de cerca se le pasaban.  

Este joven esmeraldeño, de 28 años, nació con la enfermedad de queratocono (córnea en forma de cono), que impide ver con nitidez los objetos o los distorsiona.

En el trabajo también tuvo complicaciones cuando recibía capacitaciones. “No podía leer los informes que me daban, ni la pizarra. Era desesperante, solo observaba un bulto”. Perlaza usaba anteojos gruesos -que causaban burlas en sus compañeros- para mejorar su visión.  

Su situación cambió el 24 de noviembre de 2016, cuando recibió el trasplante de córnea en su ojo izquierdo. “Hasta ahora mi cuerpo no ha rechazado el órgano. Estoy en  fase de tratamiento. Todavía falta mi ojo derecho”.

Perlaza reconoce que tras la intervención su calidad de vida mejoró. No solo dejó de usar los gruesos lentes. “Ahora salgo a pasear con mi hija”.   Antes no lo hacía porque no veía y la situación empeoraba por las noches.

En 2012 se sometió a una operación en un hospital de Guayaquil, pero la calidad de su visión  no mejoró.

Después de tres años buscó atención, hasta que fue seleccionado para recibir el trasplante de córnea en el Hospital Teodoro Maldonado. Allí, desde  noviembre de 2016, se han beneficiado 14 personas.

“El día que cumplí 1 año de la operación  festejé con baile”

Foto: Lylibeth Coloma / El Telégrafo

Cuando Eusebia Plúas cumplió 60 años recibió una fiesta sorpresa. No solo fue por su onomástico, sino porque pasó un año desde su trasplante de hígado. “Ese día  celebré bailando”.

Hace cuatro años le diagnosticaron cirrosis, lo que comprometió el órgano.

Cuando supo la noticia la mujer de cabello platinado  no entendió la razón de su enfermedad. “No me ha gustado el alcohol, ni fumar. Tampoco soy de las que consume grasas”.

Sin embargo, los médicos le explicaron que los químicos a los que estuvo expuesta en el transcurso de su vida intoxicaron su hígado. Eusebia residía cerca de un negocio de ebanistería.

Ella vive en la cooperativa Jaime Roldós, en el cerro de Mapasingue este. Allí recibe la visita de sus tres hijos y nieta. Además de su prima.

“Mi barriga pasaba hinchada. Los dolores me impedían caminar y pasaba acostada. Ahora hasta cocino”.

En el Hospital Luis Vernaza (Junta de Beneficencia de Guayaquil), donde recibió el nuevo órgano, se han realizado, desde 2009, 129 trasplantes renales; 39 de hígado; 240 de córnea; implantes de piel, huesos y válvulas de corazón.   Ese año fue creada la Unidad de Trasplante y Banco de Tejidos, donde se han beneficiado 1.000 personas con la Ley de Trasplantes de Órganos. Hace una semana un nuevo guayaquileño accedió al servicio. (I)