El terremoto del 16 de abril dejó fobias y cuadros de estrés postraumático
Los viajes para Roberto Rodríguez cobraron otro sentido desde el terremoto del 16 abril. Ese día condujo hasta Pedernales, como todos los fines de semana, para repartir sus productos, pero al regresar sintió que la tierra tembló, el lugar se quedó oscuro y vio los cuerpos de personas enterrados en la carretera. El episodio lo marcó y afectó su salud mental. Un año después de lo ocurrido siguen sus temores.
Sin embargo, ¿es normal seguir con miedo tras un desastre? Hace dos semanas un sismo de 6.1 en la escala de Richter con epicentro en Pastaza volvió a causar alerta.
La psiquiatra Julieta Sagñay, del Instituto de Neurociencias de Guayaquil, explica que es normal percibir el miedo, pero si después de dos meses los síntomas, entre ellos el insomnio, angustia y ansiedad, persisten hay que tratarlos como un trastorno por estrés postraumático.
Agrega que hay personas que aprenden a vivir con miedo sin entrar en una crisis, pero hay otros casos que crean fobias y entorpecen sus relaciones laborales y familiares. “La agorafobia, que es el miedo a estar rodeado de gente y no poder escapar, es la más común”.
Según Roberto Enríquez, de la Dirección Nacional de Salud Mental del Ministerio de Salud Pública (MSP), del 16 de abril al 30 de marzo de 2017 se brindaron 114.660 atenciones entre Manabí y Esmeraldas. De ese número, 83.000 se abordaron individualmente y 31.157 en grupo.
El experto asegura que cuando una persona interrumpe su conducta cotidiana requerirá de una intervención terapéutica, para evitar que se afecte su salud, biológica, psicológica y social.
La experta Paola Escobar, del Instituto de Neurociencias, quien integró las brigadas médicas enviadas a Manabí, adelanta que serán evaluadas las personas atendidas. En total hubo 4.388 pacientes, entre hombres, mujeres y niños. “En muchos casos se desencadenaron crisis nuevas en quienes ya tenían trastornos”.
Por otro lado, la psiquiatra Ana Heinert, del Hospital Teodoro Maldonado, explica que la reacción exagerada que no guarde relación con el terremoto es un llamado de atención para reconocer que tenemos un problema. “Por ejemplo, si pasa un bus pesado y la persona piensa que es un terremoto o le resulte imposible pasar por un puente, bajar escaleras. Esa persona necesita ayuda”.
Esto le sucedía a Andrea Quijije, quien vivió en Crucita el terremoto. Ella había viajado para visitar a sus familiares. Cuando retornó a Guayaquil su vida se modificó. “Olvidaba las cosas, le ponía azúcar a lo que llevaba sal o dejaba mi cepillo dental en el lavabo de la cocina. Creía que la tierra temblaba y pasaba mareada”. Posteriormente se trató con un psicólogo.
Para Heinert y Sagñay, la terapia de confrontación permitirá que desaparezcan los temores, pero debe practicarse con ayuda de un profesional.
Explica que si esto no ocurre, al afectado podría causarle más daño, porque los niveles de ansiedad que se disparan equivalen a los de una crisis. El uso de técnicas de sensibilización para tratar las fobias es otra alternativa. Se trata de una terapia cognitiva conductual, en la que las personas realizan ejercicios de relajación y aprenden a controlar sus emociones. (I)