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Ecuador, 25 de Febrero de 2025
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El Telégrafo

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El tatuaje artístico le gana terreno a la discriminación

Con bastante precisión, profesionalismo e higiene se realizan los tatuajes. Muchos clientes llegan con una idea clara de lo que desean.
Con bastante precisión, profesionalismo e higiene se realizan los tatuajes. Muchos clientes llegan con una idea clara de lo que desean.
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El zumbido de una  bobina y el fluir de la tinta negra con cada puntada de las agujas dan forma al nombre ‘Lucía’, que junto a una rosa roja tupida  en el hombro es el diseño que solicitó una clienta. Ella cierra los ojos con expresión de dolor  y entre susurros pide que el tatuaje culmine lo antes posible. Para Bladimir Martillo, de 31 años de edad y cuyo nombre artístico es Nick Rites, hacer este trabajo es parte de su cotidianidad, pues lleva 17 años tatuando. “Siempre veo gente sufrir o gritar al realizarse un tatuaje, pero al final se van satisfechos”.

Para la psicóloga educativa Sammy Arce, los tatuajes son una forma de expresar sentimientos o pensamientos propios. “Tener tatuajes no implica padecer problemas psicológicos”, señala.

Rebeca Murillo, representante de Recursos Humanos de una empresa privada, dice que no le gustan los tatuajes, pero que respeta a quien los tenga. “En lo personal no tengo problemas en trabajar con alguien que luzca uno. Pero si se presentara un candidato con tatuajes hasta el cuello lo pensaría mil veces antes de considerarlo como una opción. Si su perfil profesional y experiencia son idóneos para el cargo le comentaría a mi cliente interno sobre la imagen  del candidato para que él decidiera si continúa en el proceso de selección”. La socióloga Jéssica Benites considera que los tatuajes son parte de un cambio de vida. Es como iniciar o concluir una etapa de la existencia. Muchas personas así lo asumen, es como dejar una huella.

El gerente de operaciones de la empresa Unefon, Candy Sánchez, asegura que le es indiferente si uno de sus colaboradores tiene o no un tatuaje. “Si se demuestra la capacidad de un ser humano no veo que un tatuaje puede interferir en su desenvolvimiento profesional”.

Pablo Vivanco, de 29 años, es director de Marketing en la agencia Brucken y tiene un tatuaje  en el antebrazo derecho. “Me tatué a los 22 años el nombre de mi hija. Quería simbolizar ese hermoso recuerdo y como duermo con la cabeza sobre el brazo es lo primero que veo al despertar”. (I) 

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