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El proyecto Chalpi evitará que Quito tenga sed

El proyecto Chalpi evitará que Quito tenga sed
22 de marzo de 2016 - 00:00 - Redacción Quito

Quito se enfrentaría a racionamientos frecuentes de agua a partir de 2018. Así lo afirma José Burbano, subgerente de construcciones de la Empresa Metropolitana de Agua Potable y Saneamiento (EPMAPS). De ahí la necesidad de realizar obras de ingeniería que prolonguen el plazo de dotación del líquido vital hasta  2040.

Hoy la capital ecuatoriana se abastece del recurso hídrico que llega desde los volcanes de la cordillera oriental (Cayambe, Antisana y Cotopaxi), y del occidente (Pichincha y Atacazo). Desde allí los 4 sistemas (2 conexiones occidentales y orientales, el Papallacta integrado, y La Mica-Quito Sur) captan el líquido para el consumo de más de 2 millones de habitantes. El flujo actual bordea los 8 m3 de agua por segundo, cifra que tiende a incrementarse por el aumento poblacional de la capital, que además dispone de otras 80 fuentes secundarias de agua.

Cada día los quiteños consumen 200 litros de agua por habitante, es decir 50 litros más del promedio mundial (150). Una familia utiliza alrededor de 24 mil litros de agua potable al mes, según la EPMAPS. La empresa no cuenta con cifras sobre desperdicio del líquido; sin embargo, enormes cantidades de agua se pierden por fugas en los hogares por tanques de inodoros defectuosos y por llaves mal cerradas que gotean y por el mal estado de las tuberías. También existe un importante consumo industrial de agua en el ámbito urbano.

La capital supera el promedio de muchas urbes con más densidad poblacional. Bogotá, con 7 millones de habitantes, utiliza 140 litros diarios por persona. La investigación de la bióloga Melissa Moreano, en ‘La biografía secreta de las aguas quiteñas’ compara a la capital con Barcelona (España), en donde una persona consume 220 litros de agua al día y en París (Francia) 112.  

La Agencia de Regulación y Control del Agua (ARCA) calculó y clasificó el consumo del líquido de acuerdo con las conexiones de agua potable a la red pública. Identificó a las jurisdicciones de los Gobiernos Autónomos Descentralizados (GAD) como los mayores consumidores, ya que poseen más de 90 mil conexiones.

Según el Plan de Control 2015, entre los GAD que más consumen está Quito, que utiliza 14’283.757 m3 al mes, con una población de 2’239.191 habitantes (Inec, 2010). Le sigue Guayaquil, cuyo consumo alcanza los 12’809.523 m3, sobre una población de 2’291.158 habitantes. En tercer lugar está Cuenca, que emplea 2’660.589 m3 con 505.585 habitantes.

Si se toma en cuenta el servicio a escala nacional, de acuerdo con un estimado de los 221 municipios del país, en Ecuador el consumo mensual por metros cúbicos es de 364.839 y existen 13.754 conexiones promedio. Esto equivale a una dotación de 226 litros por habitante al día.

En esto coincide la Secretaría Nacional del Agua (Senagua), que comparó a Ecuador con Costa Rica, que consume al día 212 litros por habitante; Brasil, 202; Colombia, 150; Perú, 118 y Uruguay con 106.

Conciencia, un factor clave en el futuro cercano

El proyecto el Chalpi Grande será una solución a corto plazo para la demanda futura. El proyecto está en proceso de licitación y la entidad invertirá $ 44 millones que serán financiados por la Agencia Francesa de Desarrollo. Según las autoridades, la obra se ejecutará en 2 años para que funcione al 100% en 2019. Su construcción empezaría a finales de 2016, después de que el proyecto se publique en el portal de Compras Públicas (Sercop) entre mayo y junio próximos. El proyecto proveerá de 10,2 m3 por segundo.

Si se toma en cuenta que el 95% del agua de Quito se emplea en las casas, es necesario crear conciencia en la gente. Si los capitalinos ahorraran el 20% del agua que consumen hoy en día —advierte el gerente técnico de EPMAPS— se podría distribuir el líquido de manera más equitativa entre todos los sectores de la ciudad. Incluso se aplazaría la construcción de los proyectos previstos para garantizar, a futuro, la dotación del recurso líquido.

El Yaku-Museo de Agua, que cumplió 10 años de existencia el 5 de diciembre pasado, educa a la gente más allá del eslogan ‘el agua de gota en gota, se agota’. Los ciudadanos —dice Andrés Palma, coordinador de Yaku-Museo del Agua— deben desarrollar pertenencia con su entorno y crear hábitos de consumo acorde al desarrollo de la ciudad. “Es verdad que tenemos agua, pero necesitamos una causa común para que sea valorada y cuidada”. El museo está ubicado en lo que fue la primera planta de potabilización de Quito, la Planta del Placer que se inauguró en 1903.

A escala regional, Ecuador presenta un nivel de consumo por arriba de la media. Según la FAO, en 2050 habrá agua suficiente para producir los alimentos necesarios para una población mundial que superará los 9.000 millones de personas. Pero el consumo excesivo, la degradación de recursos y el impacto del cambio climático reducirán el suministro de agua en muchas regiones, sobre todo en los países en vías de desarrollo. Ecuador no es la excepción: Quito y Guayaquil, las urbes de mayor consumo, tendrán que buscar nuevas fuentes de abastecimiento para evitar la escasez del líquido vital.
Con el proyecto Chalpi conjunto con otras obras como: la ampliación de la planta de Paluguillo, Bellavista, Calderón y las nuevas líneas de conducción aumentará en 2,2 m3 la dotación de agua.

¿Cómo llega el agua a Quito?

Varios procesos se realizan para que cada quiteño pueda obtener el líquido vital con tan solo abrir la llave de su casa: captación, transporte, tratamiento y distribución. El coordinador de Yaku-Museo del Agua explica: “Hay mucho ingenio y trabajo detrás de abrir el grifo y obtener agua en la casa. A veces uno pierde la perspectiva y si le pregunta a un niño ¿de dónde proviene el agua? La respuesta es: del grifo”.

En principio, el proceso de captación consiste en extraer el agua de los ríos cercanos a la urbe. Lamentablemente, las aguas del río Machángara no son aptas para el consumo humano ni para ningún uso desde mediados del siglo XX. Para este primer paso, Quito cuenta con 4 sistemas: las 2 conexiones Occidental y Oriental, el Papallacta integrado, y La Mica-Quito Sur.

Luego de la captación, el agua es transportada a las plantas de tratamiento por medio de tuberías de acero. El sistema Papallacta tiene una extensión de 90 km; el Mica Quito Sur 45 km; el Oriental Pita, 50 km; el Occidental, 50 km. Después de recorrer más de 200 kilómetros requeridos, el agua se acumula en las plantas para su potabilización, coagulación, filtración y cloración.

De un total de 23, una de las principales plantas de tratamiento es Bellavista, en el parque Metropolitano (norte de Quito). La capacidad de tratamiento de esa planta—según Jaime Garzón, subgerente de la Empresa Pública Metropolitana de Agua Potable y Saneamiento (EPMAPS)— es de 3.000 litros por segundo, con una reserva de agua tratada de 30.000 metros cúbicos. Las otras plantas son: Puengasí, El Placer, Paluguillo (Tumbaco) y en la vía a Nono.

Concluido este proceso, el agua recorre otras líneas de transmisión para su almacenamiento en más de 300 tanques que tiene el Distrito. Desde allí, una red de 7.000 kilómetros de tuberías de menor diámetro abastecerán de agua a los usuarios.

¿Qué pasa con las aguas servidas? El río Machángara recibe el 75% de las descargas; el río Monjas, el 20%; el San Pedro, el 5%. El río Guayllabamba es el último receptor de toda la contaminación de las aguas servidas que se generan en la capital; desemboca en el río Esmeraldas que llega al Océano Pacífico. A futuro se planea no devolver el agua contaminada, sino que regrese en óptimas condiciones para utilizarla en el riego de cultivos.

Es necesario -como dice Palma- que los usuarios sean conscientes del consumo del líquido vital y tomen en cuenta algunos consejos para su ahorro, como cerrar la llave de agua mientras se cepilla los dientes.

¿Por qué proteger al Antisana?

La Reserva Ecológica del Antisana, ubicado al nororiente de la capital (entre las provincias de Pichincha y Napo) es parte de los 4 sistemas de captación de agua de Quito. A través del sistema Mica Quito Sur, que a su vez llega hasta el sector de El Troje (planta de tratamiento), llegan 7 de cada 10 vasos que se consumen en la urbe.

El viaje del líquido vital empieza en el páramo y se transporta por los ríos. La conservación del líquido está a cargo de un grupo de gente a quienes pocos conocen: los guardabosques de los páramos, quienes cumplen la tarea de resguardar los recursos hídricos.

En el cantón Archidona (Napo), donde se asienta el Antisana, existen cerca de 120.000 hectáreas de almohadillas.  

De allí que el esfuerzo de los 10 guardabosques que cuidan las 7.300 hectáreas en las cercanías del Antisana y cuya jornada inicia a las 06:00, muchas veces no es suficiente puesto que se enfrentan a  situaciones externas como incendios forestales y el pastoreo que dificultan su misión por proteger la fuente de agua.

En febrero pasado se produjo un incendio de 48 horas que consumió alrededor de 50 hectáreas, afectando a especies vegetales y fauna.

En el área perjudicada, además de la paja típica del páramo, existen al menos otras 7 especies vegetales; entre ellas, pumamaqui, chuquiragua, frailejón y almohadillas. Estas últimas contribuyen a la producción del ciclo del agua, un dato importante si se toma en cuenta que de los páramos del Antisana proviene alrededor del 40% del líquido que consume la capital.

La almohadilla se ‘hincha’ durante los meses de lluvia (de febrero a mayo y entre octubre y noviembre, regularmente) el equivalente a 70 veces su peso en agua. Y cuando está llena desaloja los excedentes a través del suelo hasta las vertientes de la zona.

Otro aspecto es el pastoreo. Según los guardianes, varias cabezas de ganado traspasan los límites de las fincas hacia la reserva, consumiendo sus pajonales, lo que provoca deforestación.

Desde 2010, la entrada a la reserva es gratuita; sin embargo, los guardabosques señalan que el turismo debe ser limitado, puesto que a veces los visitantes no respetan las normas de preservación.

El suelo del páramo está formado por cenizas volcánicas que recogen el agua de los deshielos, la neblina y de la lluvia (I).

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