El pensamiento complejo de Edgar Morin es producto de una acción multidisciplinaria
El mundo moderno se encargó de encasillar, clasificar, ordenar y dividir todo lo que encontrara a su paso. Así surgieron las distintas especializaciones, las disciplinas académicas, cada vez más concentradas en particularidades. El sentido práctico que exige la vida moderna sería el agente responsable de estas adaptaciones del pensamiento occidental durante la modernidad. Pero, para el sociólogo y filósofo francés Edgar Morin, esta tendencia es un error. Un error global.
En Crónica de un verano, célebre película de carácter etnográfico, experimental, que Morin produjo en 1960, junto con el antropólogo y cineasta Jean Rouch, se pueden percibir las intenciones tempranas de comprender el mundo a través de la aproximación hacia las partes de un todo y sus relaciones. “Un intento”, apenas, cree Morin que es esta producción. No obstante, representa una de las primeras luces de lo que gestaría su pensamiento sobre la complejidad. Varios desconocidos, sus distintas reacciones ante la pregunta -ante cualquier pregunta-, el forzarlos a hablar de lo que no parece importante, es decir, de su vida personal, es lo que muestra el filme. En fin, esta suerte de documental que coqueteaba con el cinema vérité otorgó a los realizadores la posibilidad de la comprensión del entorno humano en la integralidad.
Ya en sus años de niñez y juventud, Edgar Morin había hallado en el cine una especie de consuelo para su soledad. “Yo era un niño huérfano, aislado, que se refugiaba en el cine -cuenta este pensador-. Por eso, a la hora del despertar de mi conciencia política, de mi conciencia en general, cintas como La tragedia de la mina, de Georg Wilhelm Pabst, tienen tanta importancia como las lecturas de Dostoyevski”. Más tarde, su experiencia con el cine le llevaría a usar el discurso visual como una herramienta de exploración de sus intereses, en medio de un tiempo convulso, en la Europa de entreguerras y, después, durante el conflicto mundial, entre 1939 y 1945, que lo llevó a militar en el comunismo y a indagar en los principios del marxismo. Sus posturas políticas siempre se caracterizaron por dar rienda suelta a la autocrítica, lo cual le significó ser expulsado del partido y concentrarse en sus investigaciones filosóficas, dejando atrás la militancia y el activismo del que había sido parte.
Pero fue con la publicación del primer tomo de El método, en 1977, que Edgar Morin dio inicio a su proyecto mayor de pensamiento: el pensamiento complejo, que parte de un mecanismo para ligar los elementos aislados del conocimiento, que se llamó conocimiento enciclopedante, y que constituye la médula de la epistemología de la complejidad. Para él, es imposible comprender a la naturaleza humana si mantenemos vigente esa disociación entre la especie y su condición de ser parte de su entorno natural.
El pensamiento proveniente de la tradición occidental también se encargó de erigir un discurso que separa al ser humano de su medio ambiente y lo convierte en su amo -al menos en el plano discursivo-, y, por lo tanto, el ser humano se niega asimismo en su afán por explicarse. Por eso, “complejizar” nuestra inteligencia implica no disociar el problema del conocimiento de la naturaleza y el problema de la naturaleza del conocimiento. Los conocimientos reducidos, mutilados, fragmentados o clasificados, según Morin, solamente pueden producir más mutilaciones de la realidad o de las realidades. Tres teorías son las que sirven de pilares para la organización de su pensamiento: la cibernética, la teoría de sistemas y la teoría de la información.
Vistas así las cosas, los distintos personajes que aparecen en Crónica de un verano vendrían a representar los elementos constituyentes de un todo que los acoge, pero que no podría comprenderse sin que se comprendan las relaciones entre esos mismos elementos. Explicar de manera sencilla la complejidad que plantea Morin puede parecer un despropósito, pero, esencialmente, cabe saber que para este filósofo, el mundo es un todo interconectado. Por eso es que no sería posible comprender este mundo o la vida humana o el entorno de la sociedad, tomando tan solo un camino para conseguirlo. Para Morin, es importante abordar la comprensión del mundo desde varias disciplinas y en esa diversidad de caminos es donde radica la complejidad.
Este interés por transitar distintos caminos lo ha llevado a escribir más de cincuenta libros sobre educación, política, el cine, la reconstrucción europea, la guerra de Yugoslavia, la percepción social del deporte, entre otros tantos.