Publicidad

Ecuador, 23 de Noviembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

El neorracismo, un mal inherente a las sociedades

  El neorracismo, un mal inherente a las sociedades
21 de abril de 2013 - 00:00

Después de los horrores que ocurrieron a lo largo de la historia, las mentalidades deberían haber cambiado y considerar que el racismo es un delito, una falta moral basada en prejuicios. Desde algunas décadas, el término “raza” perdió su legitimidad científica ante la afirmación de que las diferencias solo radican en el fenotipo. Lejos quedó el tiempo del conde de Buffon, naturalista francés que pretendió en 1749 definir que el blanco era el verdadero color natural del hombre; o del sueco Carl Linnaeus que calificó al asiático de “arrogante” y al negro de “perezoso”.

A pesar de todo, el racismo persiste de diferentes formas y aún gana terreno en algunas partes del mundo, convirtiéndose en una realidad global que no augura nada bueno. Desde 2000, Europa vive un incremento de sus manifestaciones. Por ejemplo, en Francia, de acuerdo con la Comisión Nacional Consultativa de los Derechos Humanos (CNCDH), se registró un aumento del 23% de los actos y amenazas de carácter racista en 2012.

En América Latina, las prácticas racistas, aunque no necesariamente visibilizadas, son cotidianas. En el caso de Ecuador, existen discriminaciones raciales hacia las personas “de color” cuya apariencia es “aindiada”, “negra” o “chola”; términos construidos alrededor de consideraciones peyorativas.

En cambio, las discriminaciones en los países europeos y en los Estados Unidos atañen cada vez más a los musulmanes y a los árabes, quienes fueron estigmatizados como pervertidos, ávaros y contaminados por el racismo colonial.

Hoy en día predomina el “neorracismo” mundial basado en el carácter irreductible y naturalizado de la diferencia cultural. Un “racismo sin razas”, según el filósofo Étienne Balibar. Incluye a nuevos actores hasta tal punto que algunos especialistas empezaron a hacer referencia al “racismo anti-blanco”. Un término por interrogar en lo que no existe, en la gente blanca, una vivencia colectiva de opresión.

Desde hechos “anodinos” hasta actos graves, desde discriminaciones simbólicas hasta formas de violencia aguda, el racismo deja estragos. Una práctica extendida es la discriminación laboral que, agravada por la crisis, es cada vez más común, previene la Organización Internacional de Trabajo (OIT): contratación y remuneración selectas, tratamiento desigual y explotación basados en una distinción de fisonomía y patronímico.

Un estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) pone de relieve las discriminaciones que padecen los afroecuatorianos en Ecuador. Ellos conocen una tasa de actividad y una tasa de ocupación levemente más baja y una tasa de desempleo superior a la de los otros grupos étnicos. El desempleo alcanza el 13,1% entre los afrodescendientes, mientras es del 9,5% en el resto de la población. Sufren también desigualdades en el ámbito del acceso a la educación y a la salud.

En un principio de conducta individual, el racismo se puede expresar de manera colectiva. Los casos más extremos y peligrosos son sus expresiones últimas: profanación de lugares de culto, segregaciones geográficas, amenazas de muerte, torturas, crímenes de odio, genocidios. El racismo institucionalizado, que radica en grupos organizados reconocidos en el mundo político, constituye una forma indirectamente legitimada de ejercer varias formas de racismo. Con mayor o menor éxito, los partidos extremistas de derecha están presentes en numerosas regiones del mundo. Ganan popularidad frente a temas de los que se desprende el de la inmigración y de los prejuicios que implica. En Finlandia, Francia, Países Bajos y Grecia -en donde aumentaron los crímenes racistas- esos partidos alcanzan niveles inéditos desde los años 90.

Paralelamente, movimientos del pasado resurgen bajo contextos diferentes pero no menos acarreadores de discriminaciones. Los Estados Unidos tienen que enfrentar el Ku Klux Klan que preconiza la supremacía de los blancos sobre todas las otras “razas” y en varios países esos grupos defienden, en su seno, su ideología neonazista en contra de los judíos. El 6 de mayo tendrá lugar el proceso legal contra el grupúsculo alemán neonazista Clandestinidad Nacionalsocialista acusado de la muerte de diez personas entre 2000 y 2007.

Frente a un sinnúmero de abusos, se constata una lamentable banalización del racismo, una normalización de sus formas y una impunidad de sus expresiones. La presencia de la xenofobia, junto con la existencia del etnocentrismo, favorecen su perduración. ¿Cómo tratar esas injusticias en una época de mestizaje imparable de la sociedad? Se debe empezar por luchar desde la base, favoreciendo la educación y hacer visible esta problemática mundial hecha de desconocimiento. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) subrayó el papel del deporte para jóvenes y personas de diferentes orígenes, rechazando toda forma de competencia en las prestaciones intelectuales y actuando en las nuevas generaciones. Es necesario dar la palabra a las víctimas y organizar un cuadro legislativo consistente.

Hay que combatir las fuentes directas de ideas preconcebidas que circulan en la sociedad, tales como los medios de comunicación y los discursos políticos que instrumentalizan ciertas temáticas. Las ONG critican la legitimación del discurso “político, institucional y legislativo” discriminatorio. El lingüista Teun van Dijk incluso proclamó que existían estudios sobre “el papel desempeñado por políticos, filósofos, historiadores, científicos sociales, psicólogos, periodistas, escritores, militares, religiosos, directivos y otras élites blancas acerca de su actuación, implementación y perpetuación del racismo en el transcurso del tiempo”.

El racismo se acentúa con eventos internacionales, como después de las fases significativas del conflicto israelí-palestino que refuerza el antisemitismo y la árabofobia, o de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Y cuando su mediatización disminuye, el racismo nunca baja hasta su punto de partida inicial. Una escalada que no parece acabar.

Contenido externo patrocinado