El investigador que lucha contra la impunidad y el olvido (VIDEO)
En el primer piso del nuevo Laboratorio de Criminalística y Ciencias Forenses, ubicado en Quito, está la oficina de Michael Santorum. Es un sitio luminoso, con una privilegiada vista hacia el bosque occidental de la capital. En el laboratorio, Santorum examina osamentas y piezas dentales de cadáveres no identificados (NN).
“¿Logra percibir el olor?”, pregunta el forense antropólogo, mientras abría una bolsa plástica en la que hay 50 piezas dentales que fueron traídas desde la morgue. De inmediato el ambiente fue invadido por un penetrante hedor de carne putrefacta. Santorum cerró la funda donde yacen los huesos en 10 segundos. “De todos los olores de restos humanos, el de dientes es solo un 2 sobre 10”, manifiesta.
Cuando hay casos de muertes sin resolver, Santorum está ahí para esclarecerlos. Con el análisis antropológico puede determinar edad, estatura, sexo, etnia y hasta la condición social de cadáveres en descomposición, que no han sido identificados por los familiares.
En noviembre pasado se involucró con el caso de los hermanos Logro, desaparecidos al sur de la capital. Tras varios estudios, determinó que las osamentas halladas correspondían a los dos pequeños.
Con su análisis antropológico también cerró el capítulo de sufrimiento para la familia de Nancy Orbe, una joven que desapareció en 1996. En el informe presentado, Santorum determinó con 100% de certeza que se trataba de una mujer de 25 años y 11 meses, de 1,52 metros de estatura y con una particularidad en el fémur derecho.
Además, trabajó en el caso de los hermanos Restrepo, desaparecidos en 1988 en el gobierno de León Febres-Cordero. Pero las osamentas que fueron halladas en el cementerio de San Diego, en Quito, no tenían relación con los jóvenes.
“No me gusta que haya una persona fallecida y que no se sepa qué pasó con ella, por qué murió, por qué causa. Me indignan las injusticias y que una muerte quede en la impunidad”, indica. Reconoce que una sensación de impotencia le impulsa a continuar con su trabajo.
Martes - 09:00
Hace una hora que Santorum llegó a su oficina. Se coloca unos guantes azules, cierra la puerta de vidrio, enciende el botón de extracción del aire al exterior, toma una pieza dental y comienza a trabajar.
Analiza los incisivos porque tienen menos desgaste que otros dientes. “Mientras más técnicas aplique como la de Gustafson y Lamendin, la probabilidad de error será siempre más baja”, explica.
Lava las piezas con un cepillo pequeño, emplea agua, alcohol y detergente. Coloca el diente con el número 32 en una caja blanca para luego someterla a una medición milímetrica, tomarle una radiografía y aplicar una fórmula matemática. Solo queda aguardar, obtener los resultados finales y esperar.
Pero Santorum se aventura y por su vasta experiencia toma una pieza a contraluz para describir -a simple vista- lo que puede suponer.
Si una pieza es negra y desgastada desde la raíz podría tratarse de un indigente. También se estima que los dientes de los serranos son menos amarillentos que de los costeños. Proporciona un dato revelador: si un diente tiene apariencia de nata cortada (un efecto conocido como fluorosis) podría tratarse de una persona oriunda de Chimborazo, pues en esta zona del país el agua se caracteriza por contener altos niveles de flúor. “Son solo estimaciones, sería loco determinar los casos así”, agrega.
Una hora y media más tarde
Mientras se acerca a una larga plancha de metal, Santorum comenta que la maestría como analista forense la obtuvo en España y también su especialidad en antropología. Su otra faceta profesional la ejerce como docente en la Universidad Tecnológica Equinoccial.
Mostrando facilidad para enseñar, toma un fémur izquierdo y explica que es una pieza clave para estimar la estatura: “Medimos los huesos y utilizamos una regla y tabla osteométrica. Saco la medida y comparo con una serie de tablas. Cotejo la información”.
Del desgaste óseo también se puede conocer la edad de una persona. Y con el análisis de la sínfisis pública (unión de huesos púbicos) se determinará la edad. Con la estructura pélvica también se conoce el sexo. Los huesos más cerrados pertenecen a personas de sexo masculino y los más abiertos son de mujer.
En ocasiones los huesos todavía están recubiertos de carne y para analizarlos deben estar limpios, según dijo Santorum. Adelanta que al día siguiente cocinará algunos en un laboratorio del mismo edificio, cuatro pisos más arriba de su oficina.
Miércoles - 10:00
En la terraza del Laboratorio de Criminalística y Ciencias Forenses se encuentra el incinerador. Se percibe una sensación reseca en la garganta mientras aparece una olla en la que se cocinan los huesos. Para hacerlo se añade un líquido amarillento que contiene peróxido de hidrógeno, agua y detergente, una técnica necesaria para realizar el estudio. Varios huesos reposan al menos tres horas sobre el fogón.
Junto al fogón Santorum conversa con su nuevo ayudante sobre varios temas, como antropología, fórmulas matemáticas, estimaciones y cálculos, entre otros.
Son las 11:00 y tiene que volver a su oficina. Le esperan más casos por resolver.
El analista forense manifestó que no puede perder un solo minuto en su oficio porque de él depende la tranquilidad, no solo de su familia, sino de aquellos que llevan horas, días, meses e incluso años buscando a un ser querido.