El ideal de igualdad sueco está en tela de juicio por aflugencia de refugiados
La fractura social es patente en Malmö, la ciudad más multicultural de Suecia, y la actual afluencia de refugiados constituye un desafío todavía mayor para el ideal igualitario del país.
Mientras los altos edificios donde viven los inmigrantes siguen llenándose, el sueño de una sociedad sin clases cedió el lugar a temas más urgentes, como el desempleo, el fracaso escolar y la segregación.
Suecia es desde hace tiempo el destino número uno de los refugiados en Europa, en relación a su población. El gobierno prevé recibir hasta 190.000 solicitudes de asilo este año.
Malmö ve llegar miles de personas cada semana, atraídas por su política de asilo generosa, incluso si las autoridades ya no puedan garantizarles un techo.
Y sin embargo, pese a la imagen de tolerancia que quiere proyectar el país, la integración ya fue complicada para las anteriores generaciones de inmigrantes.
En la tercera ciudad del país, en la que el 43% de la población tiene raíces extranjeras, basta con caminar desde las plazas adoquinadas del centro hasta el barrio de Rosengård, construido en los años 1960 y 1970, para ver la segregación étnica y social a la sueca.
Los edificios son funcionales y están relativamente bien mantenidos, el césped está bien cortado, los grafitis borrados. Pero en el estacionamiento del centro comercial, los restos de un automóvil destrozado muestran que se está muy lejos de la postal del barrio ecológico frente al mar, un orgullo de Malmö.
"Donde yo vivo hay muchos jóvenes que se quedan durante toda la noche en las calles", comenta Aneta Moura, quien se mudó al barrio en 1972, cuando Rosengård aún estaba en plena construcción.
Dificultades
Parte de los miles de griegos que llegaron como mano de obra industrial a Suecia, esta mujer de 81 años de edad lamenta el cierre de las fábricas. "Los políticos deberían pensar primero en la gente que esta aquí", dice cuando se le mencionan los refugiados.
Mostrando la cancha de fútbol en la que uno de sus hijos coincidió a veces a Zlatan Ibrahimovic, se declara orgullosa de que todos ellos vivan actualmente en mejores barrios.
Para quienes se quedan en Rosengård, la vida es cada vez más difícil. Allí, los bomberos y las ambulancias son apedreados, por lo que necesitan escolta policial. Hay apartamentos tan superpoblados que los niños deben dormir por turnos.
La llegada de un número cada vez mayor de sirios, iraquíes, somalíes y afganos fue a la par, en varios barrios similares, con un aumento de la pobreza y una degradación de las condiciones de alojamiento.
Aferrados a su ideal de igualdad, los ediles locales han lanzado programas de formación y pasantías muy concretas. Pero, ofrecen empleos inestables con bajos salarios.
La mitad de los refugiados se encuentran sin empleo desde hace siete años, y el 60% lo obtiene después de 15 años, según estadísticas oficiales.
En 38 barrios con una alta población inmigrante, los ingresos disponibles promedio que equivalían al 83,8% de la media sueca en 1997, ya solo eran del 69,7% en 2014, según la organización de izquierda Verdandi.
Su violencia alimenta un descontento que aprovechan los Demócratas de Suecia (extrema derecha), tercer partido del país con el 12,9% de los sufragios en las elecciones legislativas de 2014, y cuya intención de voto alcanza al 27% en algunas encuestas.
Contacto con el resto de la sociedad
Suecia mantiene un debate público muy vivo sobre las razones por las cuales tiene dificultades para integrar a los refugiados, a pesar de que su población es considerada una de las menos xenófobas del mundo según los sondeos.
Los economistas ven en los problemas de Rosengård la incapacidad de un mercado de trabajo muy regulado para acoger a gente sin diploma universitario.
"Algo que veíamos como bueno en Suecia era la desaparición de los trabajos rudimentarios (...), y ahora es nuestra gran desventaja al llegar gente de otros países", explica Andreas Bergh, profesor asociado de la universidad de Lund.
"Este tipo de empleos, es exactamente lo que necesitaríamos para que los inmigrantes de los países más pobres, con menos educación superior, entren rápidamente en el mercado laboral", señala.
Para otros investigadores, la tolerancia de Suecia respecto a las otras culturas podría estar agravando estas dificultades.
Aje Carlbom, un antropólogo de Malmöe que vivió en Rosengård por sus investigaciones, critica la política de multiculturalismo que, según él, anima a los inmigrantes "no solo a mantener, sino también a desarrollar su propia cultura.
"La gente se encuentra atrapada en una especie de red ética que dificulta que tengan contactos con el resto de la sociedad. También hace que sea más lento aprender la lengua". (I)