Punto de vista
El derecho a la identidad
Cuando una persona se presenta, lo primero que suele decir es cómo se llama, de dónde es, incluso, dependiendo del entorno, se habla de la edad, explicando cuándo nació y en qué lugar. Aunque parezca algo típico que se puedan ofrecer estos datos al inicio de una conversación, para muchas personas no lo es, ya que no fueron inscritas al nacer por lo tanto desconocen su nombre, su origen y su edad.
Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), a nivel mundial 1 de cada 3 niños menores de 5 años no existe oficialmente. Son datos que se extraen del informe ‘El derecho al Nacer de Todos los Niños: las Desigualdades y las Tendencias en el Registro de Nacimiento’, en el cual el Unicef revela que el 60% de los recién nacidos fue inscrito al nacer en 2012. Al no contar con un certificado de nacimiento se vulnera el derecho a la identidad, que está reconocido en la Convención de los Derechos del Niño en su artículo 7, donde se explica que el bebé será inscrito inmediatamente después de su nacimiento y tendrá derecho desde ese momento a un nombre y nacionalidad.
De hecho, cuando los niños no están inscritos es como si estuviesen ocultos de la propia sociedad, excluyéndolos del acceso a la educación, salud y seguridad social. Otro problema al no estar registrados es la dificultad que implicaría la indocumentación de los niños para su reunificación familiar en caso de desastre natural, conflicto armado o emergencia. Los nacimientos no registrados suelen ser el resultado de las desigualdades e inequidades, siendo los más afectados los niños que viven en zonas rurales o remotas, los que residen en hogares pobres o cuyas mamás no han tenido acceso a la educación. El registro de nacimiento es clave para garantizar que todas y todos los niños estén cuantificados y formen parte de las estadísticas.
Ecuador, que firmó y ratificó la Convención de los Derechos del Niño, recoge en su Constitución el artículo número 45, el derecho a tener una identidad, un nombre y una ciudadanía. El país priorizó en sus tres Planes Nacionales de Desarrollo desde 2007, la universalización de la inscripción de los nacimientos. En este sentido se han registrado grandes avances en los últimos años, según el estudio ‘Estado de los derechos de la niñez y la adolescencia en Ecuador 1990-2011’, “para 2006 se estimaba que en el país existían alrededor de 1,5 millones de ecuatorianas y ecuatorianos indocumentados, y de estos 600 mil eran niños, niñas y adolescentes menores de 18 años (ODNA, 2006)”.
Los datos del Censo de 2010 demostraron que las cifras habían disminuido: 161 mil ecuatorianos y ecuatorianas se encontraban indocumentados, 93% eran niños y niñas menores de 18 años. Por lo que en 2010, el 10% de los niños y niñas ecuatorianos menores de 5 años no estaba documentado. En los últimos años se han trabajado iniciativas a nivel institucional para fortalecer las garantías de este derecho, como por ejemplo: el programa de registro y cedulación ‘Al Ecuador ponle tu nombre, impulsado por la Dirección Nacional del Registro Civil. La institución creó las Agencias de Registro Civil en Establecimientos de Salud (Arces) que funcionan dentro de los hospitales y facilitan los trámites de inscripción. El Estado Mundial de la Infancia es el informe anual mundial por excelencia del Unicef.
En esta ocasión, en el marco del 25 aniversario de la Convención de los Derechos del Niño y bajo el título ‘Todos los Niños y Niñas Cuentan’, se hace hincapié en que la superación de la exclusión comienza con los datos, las evidencias y la información. En última instancia, los datos por sí mismos no cambian el mundo, pero hacen que el cambio sea posible mediante la identificación de las necesidades de la niñez y adolescencia, el apoyo a la promoción de sus derechos y la medición y seguimiento de los progresos para su plena garantía en el mundo. Lo que más importa es que los tomadores de decisiones usen la información y los datos para hacer un cambio positivo. Para que las estadísticas sean un reflejo de la realidad de todos los niños y las niñas que existen en las sociedades, es imprescindible que se reconozca su existencia al nacer.