El debate moral no se da sin explicar los criterios
A regañadientes, el país confronta un tema que habría preferido mantener en el clóset: el reconocimiento a la diversidad sexo genérica. Las críticas no tienen mayor contenido concreto y se resumen en “faltas a la moral y a la familia”. El debate moral no puede darse si no se explicitan los criterios.
Si partimos de que fuera de la heterosexualidad todo va a ser inmoral estamos, simplemente, descalificando por definición y esto es inaceptable en una sociedad democrática. En el caso de las familias, el reconocimiento de la diversidad de hecho no produce más efectos que ampliar la protección que social y legalmente confiere la institución “familia” a sus miembros en tanto tales.
Ese reconocimiento no le restringe derechos a nadie, a ningún individuo, y, ciertamente, a ninguna familia. El asco y la repulsión, que algunos señalan como las verdaderas motivaciones de estas posturas (Nussbaum, 2010, Pinker, 2005), no pueden ser fundamentos de moralidad, peor aún, para restringir o negar derechos.
Pero, además, es moralmente cuestionable que a cuenta del asco se emprenda en burlas, condenas, descalificativos, violencia física, apología, incitación y justificación de la violencia, y el “todo vale” como criterio de acción para contrarrestar cualquier iniciativa social o legal que implique reconocimiento a la diversidad.
Se identifican algunos escenarios posibles, que dependerán de los resultados de las elecciones: ampliación de los derechos ya reconocidos: matrimonio entre personas del mismo sexo y adopción, oposición a cualquier medida legislativa o política pública a favor de los derechos ya vigentes o su ampliación, reversión de los derechos adquiridos. Los dos últimos escenarios serán de estancamiento y retroceso.