El “Christian Dior” de la tecno cumbia serrana se llama “Don Bota”
En un mundo que fusiona dos géneros: el tecno y la cumbia, el sastre quiteño Eduardo Cando es el encargado de vestir los atractivos cuerpos de las mujeres que interpretan con sus pasos de baile estas canciones.
Entre sus clientes se encuentran Ángel Guaraca, María de los Ángeles, el grupo Sangre Caliente y otros populares artistas de Ecuador.
Ellos musicalizan con sus ritmos tropicales, alegres trompetas y elementos de la música electrónica, letras de despecho, corazones rotos, historias de traiciones y amores abandonados.
Pero los intérpretes no solo comparten un género musical. Los atuendos que lucen en videos y presentaciones públicas pertenecen a la misma marca, creada por Eduardo Cando, más conocido en su ambiente como “Don Bota”.
En plena zona industrial, al sur de Quito -por donde circulan tráilers y buses de transporte interprovincial, atravesando una marea de smog-, se encuentra el local de este artesano de 34 años, oriundo de Píllaro (Tungurahua). Se lo considera un pionero en la elaboración de calzado y trajes para varios grupos y solistas del género de música popular conocido como tecnocumbia.
“Aprendí el oficio de zapatero desde muy pequeño, cuando tenía 10 años. A veces dejaba de jugar en los recreos para ir a aprender. Este gusto nació conmigo, es mi talento”, indica, mientras hace hace largos cortes a una cuerina roja, material del que elaborará unas sensuales botas de mujer.
“Mis padres no tenían como darme educación más allá de la primaria, así que decidí irme a Ambato a aprender más en una fábrica. Allí vivía, dormía en el piso, habían días de no comer. Fue una época muy dura”, recuerda el artesano.
Sobre la calle Maldonado, el local de Eduardo se distingue entre los demás porque varios maniquíes están vestidos con minúsculas prendas de colores llamativos y brillantes. Los cuerpos de plástico dan la bienvenida al negocio, que se encuentra en medio de puestos de lubricantes de auto, repuestos eléctricos y automotrices.
“Se necesita señoritas que sepan cantar y bailar”, dice un cartel fucsia a la entrada... “Es que yo también tengo mi propio grupo de tecnocumbia. Soy el mánager, pero por ahora estoy rearmándolo”, dice Cando, a manera de justificación.
Hace aproximadamente 10 años “Don Bota” vivía en Esmeraldas con su esposa y sus hijas. Se dedicaba a la elaboración de zapatos casuales de hombre y de mujer. La vida dio un vuelco inesperado que lo llevó a radicarse en Quito, donde todo comenzó.
“Me separé de mi mujer y debí cambiarme de ciudad. Sin conocer me vine a vivir en Quito, a la zona de la 24 de Mayo, donde antes habían muchos Night Clubs”. “La Sirena”, “Las Vegas”, “El Tango 2” eran algunos de los bares del sector.
Un día una de las jóvenes que trabajaba en estos locales se le acercó con una pregunta y un pedido especial: “¿Tú haces botas? ¿Será que me puedes arreglar unas botas que tengo acá?, me dijo la chica... Y yo no hacía botas, nunca había hecho, pero le dije que sí, me arriesgué. Me trajo unas botas que le habían hecho mal para orientarme más o menos cuál era la falla y corregir esa parte... y así comencé a trabajar este tipo de calzado”, explica Eduardo con gran elocuencia y soltura, envuelto en la cinta métrica que utiliza para trabajar.
Otras mujeres del sector supieron que había un hombre que estaba elaborando botas a la medida y bajo pedido. Cando fue perfeccionando la técnica, difersificando la oferta y los modelos. Ahora tiene botas en diferentes colores, texturas y tipos, hasta con el nombre en cuero, si la clienta así lo prefiere.
“Antes yo tenía que mendigar por trabajo y luego cada vez que entraba a un club me anunciaban hasta por el micrófono”, rememora riendo.
Y fue así, también por coincidencia, que “Don Bota” empezó a elaborar los trajes para las integrantes de los grupos de tecnocumbia y también para algunos solistas.
Los maniquíes del local visten trajes en tonos rosados y turquesas intensos, lentejuelas, cueros, brillos y “cacheteros”, que adornan todo el lugar.
El salón tiene al final un gran espejo que abarca toda la pared, sobre el que reposan -pegados con cinta scotch- posters autografiados de las estrellas de la tecnocumbia local, clientes frecuentes de “Don Bota”, entre ellos algunos muy populares como Jaime Enrique Aymara.
En la habitación interior se encuentra el motor del negocio, el corazón, el taller donde se respira trabajo puro y duro. Máquinas de coser, moldes de botas hechos en cartón, así como retazos de tela, reglas de gran tamaño y dispersos por todo el sitio tacos de zapato que ya no valen o que se encuentran en reparación. En una de las máquinas trabaja Javier Hurtado, de 19 años, sobrino de Eduardo, quien le hace ajustes a un corsé negro de cuero.
-Aló, ¿la falda dorada? No, todavía no está. Para la otra semana, mija. A la orden, dice “Don Bota” y cuelga, mientras se apresta a continuar contando su historia.
“...Llegó primero Katty Egas que antes era vocalista del grupo Tierra Canela y Betty Yerma, con quien hasta ahora sigo trabajando. Luego llegó el señor Ángel Guaraca para que le arreglé un pantalón”. Y acota que incursionar en esta parte de su oficio fue lo que lo empujó a tener su propio grupo, llamado “Impacto Latino”.
“Como acá recibo muchas solistas, les propuse a varias hacer un grupo para yo proveerles de las botas y los trajes, para ser su manager. Hemos grabado algunas canciones, pero varias chicas se han ido, entonces estoy buscando nuevas integrantes”, cuenta.
Pese a que Cando ha tomado varios cursos de actualización en costura, no se apega al conocimiento formal. “Me han enseñado a tomar medidas así como las modistas, pero yo no puedo de esa manera. Yo lo hago a mi modo, haciendo sugerencias de lo que les queda mejor”.
Eduardo quisiera hacer una película y, claro, interpretarse a sí mismo, “el sastre de la tecnocumbia”.