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El Antisana tiene 3 nuevos guardianes capacitados

Augusto Granda trabaja en turnos rotativos los 365 días del año. Se encarga de proteger las 120 hectáreas de esta reserva ecológica, vital para Quito y el país. La meta del MAE es capacitar a los responsables de las 48 áreas protegidas. Foto: F. Sandoval
Augusto Granda trabaja en turnos rotativos los 365 días del año. Se encarga de proteger las 120 hectáreas de esta reserva ecológica, vital para Quito y el país. La meta del MAE es capacitar a los responsables de las 48 áreas protegidas. Foto: F. Sandoval
21 de abril de 2014 - 00:00

Extensos terrenos en la parroquia de Píntag (en el sureste de Quito) simulan una alfombra de hierba de varios colores. Los matices van desde un verde intenso hasta un pálido marrón y se convierten es pinturas que se divisan mientras los visitantes ascienden en auto a la Reserva Nacional Antisana. La zona es privilegiada: es una de las 48 áreas protegidas continentales y cuna de cóndores de 30 de los 47 cóndores en estado silvestre. Verlos demanda tiempo y fortuna.  

“Puede ser cuestión de segundos o de días. No hay hora ni momento exacto para observarlos”, expresa el guardaparques Augusto Granda. El joven es uno de los 3 guardianes del Antisana que fueron capacitados en el programa ambiental Aula Verde. El personal capacitado fue de 25 personas.

El Ministerio de Ambiente (MAE) creó el programa en 2012 con la finalidad de recuperar las áreas protegidas desde las capacidades humanas de quienes son responsables de su cuidado permanente, como Augusto.

“El MAE ha intensificado sus relaciones entre los jefes y guardaparques para que sean entes impulsadores de una educación ambiental responsable con la ciudadanía”, enfatizó la ministra del ramo, Lorena Tapia. Los 19 guardaparques de la zona de amortiguamiento del Antisana  trabajan en horarios rotativos los 365 días del año. Tienen una residencia en la que comparten sus habilidades en la cocina y el arreglo de la casa.

A 4 mil metros sobre el nivel del mar las nubes parecen estar cerca y casi no llega la señal celular. Para Augusto los días pasan  entre el desprendimiento de hielo, caballos y la conversación con sus compañeros, a quienes considera su familia.

“Lo que se hizo básicamente es dotarlos de nuevas herramientas para el manejo de las reservas ecológicas, pero también ayudarles  a mejorar las relaciones con las comunidades aledañas”, indicó Daniela Cruz, coordinadora del programa Aula Verde. 

Un espacio vital

A partir de 2010, la Reserva del Antisana pasó a poder estatal y el ingreso es gratuito. A más del nevado está el reservorio La Mica que abastece de agua el sur de Quito. En esa ruta es posible observar y fotografiar venados. Augusto aconseja que es necesario  la precaución de no hacer ruido a los animales.

Solo un espacio de la laguna está destinado a la pesca recreativa, ya que el lugar es nido de aves acuáticas, como las gallaretas.

La visita al Antisana lo hacen los andinistas bajo solicitud y siempre con un guía. Con sus 5.728 metros de altura, el nevado “tiene más dificultad para un ascenso que el Cotopaxi o el Cayambe y no tiene refugios para acampar”, cuenta el joven guardaparques.

Localizado entre Pichincha y Napo, el Antisana está poblado de vegetación propia del páramo: musgos y pajonales. De ahí su importancia no solo porque son reservorios de agua, sino también porque albergan fauna y flora que contribuyen al equilibrio del ecosistema.

Según datos de los guardaparques, al nevado llegan unos 3.000 turistas al mes (95% ecuatorianos).

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