El aborto medicamentoso, una práctica que se vive en el país
¿Aborto por violación para todas o solo para las discapacitadas intelectuales o “idiotas o dementes”, como las llama el vigente Código Penal? Mientras en la Asamblea Nacional se discute este tema, según informes de la Organización Mundial de la Salud, en América Latina el 95% de los abortos se realiza en condiciones inseguras, una proporción que no cambió entre 1995 y 2008.
El informe de la institución señala que abortos seguros se realizaron en Cuba, uno de los pocos países de América Latina (ver recuadro) donde el aborto se practica de forma legal.
Desde la clandestinidad, existen ecuatorianas que se realizan abortos recurriendo al misoprostol, un fármaco que la “OMS incluye en la Lista Modelo de Medicamentos Esenciales para la interrupción temprana del embarazo junto con la mifepristona”, según detallan en uno de sus documentos oficiales.
Hace cinco meses y con 17 años cumplidos, Estela quedó embarazada. En su caso no existía ningún deseo de tener a su hijo, tampoco planificó este cambio en su vida.
Su hermana Jéssica confiesa que ella apenas estaba terminando el colegio, iba a ingresar a la Universidad, y con un bebé todo su futuro se complicaba terriblemente; “además, somos una familia de clase media que no puede hacerse cargo de un miembro más, porque de paso, el novio de mi hermana no iba a hacerse responsable”.
Una amiga de la familia les contó que en Quito una institución promovía el aborto realizado con medicamentos. “Fuimos a la fundación, donde nos brindaron atención médica y ayuda psicológica para mi hermana. No es que nos dijeron que nos ayudarían a abortar, pero nosotros explicamos las razones y le hicieron un eco para ver cuántos meses tenía. Todo fue bien analizado y pensado”, indica.
Terminaron los análisis y le dieron una receta: “Nos indicaron que había dos lugares en Quito donde se podían conseguir estos medicamentos, que usualmente cuestan $0,20 pero como son ilegales, se venden en valores que van desde los 5 dólares hasta los 100”.
Estela se realizó un aborto medicamentoso. La joven tomó cuatro pastillas, cada seis horas, lo que le produjo vómito, diarrea y un sangrado vaginal abundante: “Vas botando poco a poco, como si se tratara de la menstruación.
Sin embargo, en la fundación nos alertaron de que si el sangrado se tornaba excesivo se debía consultar a un médico, pues podría tratarse de una hemorragia”.
La joven permaneció en reposo durante 20 días, después le realizaron una ecografía para comprobar si su embarazo había sido interrumpido. “Yo sé que ella hoy es más responsable y cauta con todo en su vida, sobre todo porque ya va a entrar a la universidad y esto no le puede volver a pasar. Tiene que ser responsable”, enfatiza su hermana.
Un documento de El Population Council, organización internacional no gubernamental, explica que el misoprostol, medicamento abortivo, estimula los receptores de prostaglandinas produciendo contracciones en el útero y dilatación en el cuello uterino. “Esto conlleva a la expulsión del contenido uterino”. Inicialmente se comercializó como tratamiento para la úlcera gástrica.
El reporte señala que el uso de este medicamento como abortivo se realiza de forma clandestina en muchas partes del mundo, lo que coloca a las mujeres en un riesgo mayor de muerte, producida por hemorragia, tras utilizarlo.
La Food and Drug Administration aprueba su uso exclusivamente en embarazos menores de 49 días o siete semanas desde que se presentó la amenorrea.
Aunque recubierto por la ilegalidad e incluso por el derecho constitucional que defiende la vida de los niños y adolescentes “desde su concepción”, el aborto se realiza en Ecuador. La OMS establece que 125.000 abortos se registran anualmente en este país.