Lo ‘llamativo’ de los hechos recientes, dicen las psicólogas, es la cobertura y viralidad en las redes sociales
El 80% de quienes abusan o asesinan a alguien sufrieron violencia de niños
Lunes 9 de marzo: un adolescente de 14 años es detenido en Pelileo, Tungurahua. ¿El delito? A su corta edad es acusado de abusar sexualmente y luego estrangular a su prima de 5 años. Martes 12 de mayo, Andy Daniel se hizo pasar como tío de la pequeña Odalis de 5 años. La sacó de la escuela en Santa Elena y como él era un rostro conocido en la familia no hubo desconfianza de la menor de edad. El joven confesó haberla llevado hasta una casa en donde la violó, la ató con un cabo, la envolvió con una sábana y la metió en un pozo séptico.
Las imágenes de los familiares llorando y las declaraciones de los policías y fiscales coparon las páginas de la prensa y las noticias en televisión. Pero ¿qué hay detrás de estos hechos? ¿Es posible ‘encontrar’ una explicación para los hechos violentos? Dos psicólogas responden que los asesinatos o crímenes han existido desde siempre, pero su presencia se exacerba con las coberturas de los medios de comunicación e incluso la viralidad de las redes sociales.
Además lo ‘llamativo’ es que suceden en una sociedad aparentemente socializada y dentro del núcleo familiar. En el caso de Pelileo eran primos y en Santa Elena se trataba del hermano del padrastro de la niña.
Las primeras hipótesis para explicar estos hechos de violencia en Ecuador, según la psicóloga del Instituto de Neurociencias Lucía Pimentel, es que las familias están menos reguladas que antes.
“La función de la autoridad ha declinado muchísimo en la sociedad. Vemos cada vez a más personas menos sometidas a la autoridad, hay más bien una propensión a que el sujeto se satisfaga más”, asegura.
Según la especialista si no existe esa regulación, no hay miedo a los actos que se puedan cometer.
“El ser humano tiene energías que pueden canalizarse de manera adecuada, a través de la vía artística, deportiva, el trabajo (...) porque son energías que se subliman hacia algo constructivo, pero hay energías que se canalizan hacia algo destructivo y entonces el sujeto tiende a destruir a otro”.
¿Quién es ese otro?, ¿qué significa ese sujeto para la persona que comete el acto criminal? El hallazgo es interesante, dice Pimentel, porque no hay un afecto y no significa nada para la persona violenta. “Es como que ese otro es un objeto y no tiene ‘una envoltura’ que le haga cuidar a esa persona”.
En el caso de Odalis, la psicóloga considera que para el criminal la pequeña fue solo una imagen perdida en su mente. Al no existir una regulación y control en el hogar, el individuo fue ‘libre’ de hacer daño.
“Lo que uno puede ver en estos sujetos es que hay una cuestión comportamental muy ligada a una conducta sádica, ellos (los agresores) solo piensan que si destruyen al otro, pueden sentir satisfacción”.
De acuerdo a la especialista la energía destructiva o pulsión de muerte, como se lo conoce en psicoanálisis, podría ocurrir en cualquier ser humano, pero nuevamente su desarrollo depende de la formación que tuvo y cómo fue el ambiente en el que se desenvolvió.
¿Una crianza sin reglas?
El fenómeno de familias sin autoridad se traduce en una crianza sin normas, que hereda a la sociedad individuos inestables. Bien dice la ciencia que los actos de una persona, buenos o malos, son casi siempre el resultado de un pasado. De ahí que los criminales tengan por lo general una infancia de abusos o una juventud de violencia.
Los indicadores mundiales estiman que las personas abusadoras están entre los 26 y 40 años y que el 80% de ellas han sido maltratadas también en su infancia. “Es una conducta que el niño aprende y continúa practicándola hasta cuando es adulto”, explica la psicóloga Carlota Manrique.
Para Manrique, las primeras alertas de abuso se dan en la infancia. “Hay muchachos que son resabiados, los familiares no saben qué hacer con ellos y los jóvenes llegan a cometer actos delictivos o antisociales”. Y es ahí cuando interviene la llamada autoridad en la familia.
Según la psicóloga Pimentel los padres actualmente no se dan cuenta de que tienen la responsabilidad de la crianza y la están dejando en manos de otras personas.
“Piensan que el Estado es el que debe darle las soluciones y los mismos padres no saben qué hacer porque no tienen una orientación y porque los vínculos no son muy fuertes”.
La profesional va más allá y asegura que hoy es necesario “enseñarles cómo ser padres”. Agrega que las familias deben satisfacer las necesidades básicas de los chicos, pero asimismo ponerles límites. “Los representantes de la familia deben ejercer una autoridad efectiva, pero si los mismos padres transgreden la norma, qué ejemplo les dan”, dice.
Exámenes que tardan
Si bien ambas psicólogas reconocen que la familia y la crianza influyen en la personalidad, no desligan la responsabilidad de los actos que deben asumir los victimarios.
Para conocer y entender a este sujeto que agredió no basta un simple examen psicológico, se necesitan horas de estudios e indagaciones. Pruebas, que según las consultadas, son esporádicas en los casos ecuatorianos. Al momento el responsable de la muerte de Odalis está en prisión preventiva, y el caso en instrucción fiscal. El juez a cargo del caso, DarwinRamos, dice que la próxima semana se realizará una audiencia de reformulación de cargos y se enviará un oficio para pedir que un perito valore psicológicamente al sospechoso. Si alguna autoridad le indicara a los familiares de la niña Odalis que se ‘analizará’ la conducta del detenido, ellos seguramente no lo entenderían. Solo quieren que pague por el delito.
Pero este tipo de pruebas, según las psicólogas, son un eslabón para entender la cadena de violencia y quizás detenerla a futuro. (I)