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El 60% de los escolares ha sufrido bullying alguna vez
Como todos los días, su abuela lo recibió a la bajada del bus escolar. Pero aquella tarde de noviembre de 2016, Javier, de 9 años, estaba callado y sus gestos expresaban mezcla de ira y tristeza contenidas.
Él realizó sus actividades cotidianas en silencio y en la noche, cuando su madre fue a recogerlo después de su jornada laboral, lo convenció de que le contara lo que le sucedía.
Un compañero, de 13 años, lo había golpeado en la cara porque le pidió que no peleara con otro dentro del expreso. Semanas antes, el mismo adolescente se burlaba por su leve sobrepeso.
Javier callaba para no quedar como ‘chismoso’ o ‘débil’, pero ese golpe que recibió rompió su ‘resignación’ y ese inicio de bullying o acoso escolar se frenó tras el reclamo de los padres en ese colegio particular del norte de Guayaquil.
El bullying o acoso es la agresión para ejercer poder sobre otra persona. Los investigadores lo definen como una serie de amenazas hostiles, físicas o verbales que se repiten y angustian a la víctima hasta establecer un desequilibrio de poder entre esta y su acosador.
Ser víctima de bullying o presenciar esa violencia hacia otros compañeros afecta negativamente en el rendimiento escolar. El acoso produce consecuencias negativas en los niños, como depresión, ansiedad, pensamientos suicidas o descontento con la vida.
En Ecuador, el 60% de niños ha sufrido violencia en las escuelas. Lo que significa que tres de cada 5 recibieron insultos o amenazas, robos y golpes, según el informe ‘América Latina: violencia entre estudiantes y desempeño escolar’, publicado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
Las cifras del Observatorio Social de Ecuador, obtenidas tras un levantamiento de información en 2015, revelan que, en Ecuador, 7 de cada 10 niños fueron testigos de insultos y burlas, 6 de cada 10 presenciaron peleas entre estudiantes, 6 de cada 10 vieron que los más pequeños fueron molestados y 5 de cada 10 atestiguaron robos en las aulas.
La estadística se realizó con el apoyo de World Vision, Plan Internacional, Save the Children, el Consejo Nacional para la Igualdad Intergeneracional y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). Los niños y niñas afroecuatorianos presenciaron más violencia: 7 de cada 10 fueron testigos de peleas en la escuela. En el caso de los indígenas fueron 5 por cada 10 y en los mestizos, 6 de cada 10.
La cercanía del inicio de clases reactiva los episodios de acoso escolar, por ello, los padres de familia deben estar atentos para identificar los casos y saber manejarlos. Es un tema que involucra directamente a la institución educativa, ya que en el Reglamento a la Ley de Educación General Intercultural y en el Código Civil se determinan las responsabilidades de los tutores para prevenir estos abusos.
La psicóloga Hypatia Mendoza, responsable de Terapia y Rehabilitación de Salud Mental del Hospital Universitario de Guayaquil, señala que ante un caso de bullying escolar, lo primero que el alumno afectado debe hacer es comunicar la situación a su maestra. Si no hay atención puede recurrir a la dirección del plantel y comentar a su familia para que se tomen las medidas necesarias en el colegio.
La especialista señala que el menor que es víctima de acoso escolar puede ser preparado con terapias para sobrellevar este conflicto. Es lo que en psicología se denomina resiliencia, que es la capacidad que, en este caso, tiene el menor de desarrollar resistencia en el entorno agreste donde se desenvuelve.
“Primero es necesario reforzar su autovaloración porque son niños vulnerables, con baja autoestima y que posiblemente tienen alguna discapacidad”. Es importante que sepan valorarse por sus cualidades, si es que otro lo humilla por su aspecto.
No obstante, ese menor también podría ser víctima de violencia en otro contexto y por eso no tiene las habilidades para responder frente a una agresión y se queda en una postura pasiva.
“El niño debe identificar esa actitud de indefensión, ese rol de víctima que ha adoptado por algún motivo en su historia personal y se le enseña qué hacer”. En ese caso podría tener una actitud de indiferencia, frialdad o distanciamiento frente a la agresión. “Obviamente lo puede mostrar con su lenguaje corporal, aunque por dentro tiene ese sufrimiento. Lo importante es enseñarle a aliviar ese dolor y buscar los recursos”.
Lo que no se debe hacer, explica la profesional, es fomentar la violencia. “Aunque en nuestro país eso es un problema, porque generalmente los padres enseñan a sus hijos a responder con golpes ante la agresión de un compañero”.
Les enseñan a no dejarse porque eso es de ‘tontos’, de ‘débiles’. “Nos vamos por la ley de la selva, donde el que sobrevive es el más fuerte en una situación que puede terminar con heridos y consecuencias más graves”. (I)
Datos
El acoso sistemático entre compañeros, o bullying, suele permanecer oculto e imperceptible, porque en la mayoría de las ocasiones no produce huellas físicas.
También internet se utiliza como un arma poderosa para el acoso continuo entre pares, porque es fácil adoptar un nombre o identidad ficticios para enviar mensajes agresivos y humillantes.
En la mayoría de los casos el acoso es alimentado por sentimientos homófobos, xenófobos o por otro tipo de discriminación. En EE.UU. es grave la incidencia del bullying en casos de suicidios de adolescentes homosexuales (o señalados de serlo por sus compañeros). (I)