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El 26% de madres es jefa del hogar

El 26% de madres es jefa del hogar
11 de mayo de 2014 - 00:00 - Redacción Sociedad

Ser madre es una condición que en la última década ha cambiado. Según la socióloga Natalia Sierra, la transformación económica y social modificó el rol de la mujer, que hoy a más de ser mamá, también es parte del aparato productivo.

Para Sierra existe una tendencia, sobre todo en los estratos con mayor poder adquisitivo de postergar el tiempo para la maternidad. “Ahora lo primero que se piensa tras terminar la universidad es sacar una maestría, un doctorado o viajar. Luego la gente se acostumbra tanto que ya no quiere tener descendencia”.

Agrega que en los sectores rurales y más pobres continúa la tendencia de tener más hijos. Según el INEC, las madres indígenas tienen en promedio 4,1 hijos; mientras que aquellas que viven en zonas urbanas tienen 2,1 hijos.

La socióloga explica que “al momento existe una brecha irracional en la maternidad”. Por un lado están las  mujeres pobres, con una familia numerosa, pero sin medios para educar a sus hijos. Por el otro, “un grupo con estudios y posibilidades económicas, pero sin deseo de procrear”.

Este Día de la Madre se presentan 3 historias de mujeres que han vivido su maternidad de forma diferente. Catalina Avilés perdió a su hijo y tras ese suceso, ahora ayuda a personas de escasos recursos a través de la Fundación Jonathan.

Paulina Cárdenas cumple una doble función: es mamá de Paula y jefa de su propio hogar. Mientras, Elizabeth Larrea ha combinado sin inconvenientes su realización personal como académica con la crianza de sus 2 hijos.

Una catedrática que graduó a sus hijos

 

La vida profesional y la maternidad son 2 facetas que Elizabeth Larrea ha sabido combinar desde hace más de 2 décadas. La Universidad Católica de Guayaquil marcó su vida profesional y personal. Gran parte de los 54 años que hoy tiene la doctora Elizabeth Larrea se desarrollaron en las aulas de este centro de estudios, al que ingresó cuando era una bachiller. Solo abandonó la cátedra hace casi 3 años para trabajar primero en la Senescyt y actualmente en el Consejo de Educación Superior (CES).

Elizabeth también ha cumplido un doble rol en su familia: ser madre y maestra de sus hijos.  En la universidad conoció a su esposo Víctor y como vicerrectora académica tuvo la fortuna de graduar a sus hijos María Elisa y Víctor Granados, a quienes los tuvo como alumnos en el colegio del que también fue directora.

“Yo soy una persona muy bendecida, porque tuve la oportunidad de desarrollarme en el campo que quise y acompañar a mis hijos en todos sus procesos”, afirma.

La profesional guayaquileña, quien obtuvo la maestría en Educación Superior y está por terminar el doctorado en Innovación Educativa, heredó de su padre el gusto por la academia, pues fue él uno de los fundadores de la Universidad Católica de Guayaquil.

Sus ocupaciones en el CES la obligan a viajar semanalmente por varias provincias, pero siempre regresa a Guayaquil para compartir el fin de semana con su familia y consentirlos con alguna comida especial preparada por ella. “Para mí no hay nada mejor que ver la satisfacción de mis hijos y esposo cuando preparo el plato que ellos prefieren”, cuenta, entre risas, Elizabeth.

La bendición de ser padre y madre a la vez

Cuando se enteró de su embarazo, múltiples inquietudes invadieron su mente y más aún cuando su pareja se desentendió por completo de la nueva función.

Por eso Paulina Cárdenas en un inicio sintió vergüenza y hasta se recriminó por ser madre soltera; pero conforme creció su ‘barriga’ dejó de importarle el qué dirán.

A partir de ahí todos sus sueños y metas se enlazaron con los de su pequeña Paula.
Cuenta que ella es el motor para esforzarse a diario, para cumplir hasta 4 trabajos en distintos lugares como contadora y así redondear el ingreso mensual.

Todo para que en la casa no falte nada. “Si una mamá es cariñosa, yo soy el doble, por ocupar las 2 funciones”, dice.

A sus 36 años está a un paso de iniciar la última fase académica. Necesita elaborar la tesis para graduarse como ingeniera en Contabilidad y Auditoría, carrera que dejó inconclusa por la maternidad.

No cree que el ser madre y padre a la vez le privó de algo importante en su vida.
Al contrario, dice que Dios la recompensó al darle una hija cariñosa que la comprende y está pendiente de ella en todo momento.

“Lo que siempre me duele es tener poco tiempo para compartir con mi hija, porque debo trabajar a veces los domingos para darle lo necesario. Eso es lo más difícil, por lo demás estoy agradecida de tener la dicha y la bendición de ser madre”.

Reconoce que a veces se siente agotada, pero una sonrisa de su chiquilla es suficiente para recobrar la energía y volver a empezar.

Hasta el momento no le ha hecho falta un compañero sentimental.
Gracias al esfuerzo de su trabajo tiene su vivienda propia. “Quizás cuando sea más viejita necesite a alguien, pero eso no está entre mis prioridades inmediatas”, concluye Paulina.

Con la ayuda social suplió la ausencia

El asesinato de su hijo Jonathan en 2002 cambió por completo la vida de Catalina Avilés, quien volcó su amor de madre hacia el apoyo a niños y adultos mayores de bajos recursos económicos.
Así nació la fundación que lleva el nombre de su hijo, en el sector de Itchimbía (centro de Quito).

Hoy, si bien Cataliana no tiene a su hijo Jonathan junto a ella, posee una familia de 250 personas a quienes entrega a diario alimentación o apoyo médico.

La mayor parte son donaciones de empresas y de personas gracias a la autogestión de Catalina. “Aquí todos los que llegan saben que de alguna manera los vamos a apoyar. Nadie se va sin al menos un pan. Antes lo hacíamos hasta con operaciones y sillas de ruedas, pero ahora con el programa Manuela Espejo están direccionados hacia esa institución”, dice.

No faltan los niños con problemas médicos que acuden para recibir atención pediátrica sin ningún costo, y otros con situaciones más complicadas, que son atendidos gracias a la ayuda de los padrinos (donantes voluntarios) que proveen medicamentos y los insumos necesarios.

Todos son agradecidos con Catalina, a la que consideran su madre. “El dolor por la pérdida de mi hijo nunca terminará; pero mi Dios me dio fuerza para encaminarme hacia la ayuda social en la que continuaré hasta que pueda”, reconoce.

Es contadora de profesión y por esos conocimientos mantiene en orden las cuentas de la fundación.
Confiesa que quiso volver a experimentar la maternidad biológica, pero eso no ha sido posible. “Creo que algo internamente en mí se bloqueó para la concepción, pero como estoy de lleno en  esta ayuda, no me inquieto, puede ser que llegue”

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