La educación virtual puso a prueba a docentes, estudiantes y a padres
La primera experiencia digital de enseñanza en el ciclo Sierra y Amazonía concluye hoy para 1,9 millones de estudiantes y algo más de 100 mil docentes que buscaron adaptarse a una nueva forma de aprendizaje por la pandemia.
Elizabeth Montenegro, sicóloga educativa, afirma que para los maestros la nueva metodología implicó un desafío por adaptar los contenidos a otra forma de enseñanza, y para los alumnos cambiar sus esquemas y rutinas para comprender y autoeducarse por momentos.
Opina que esa adaptación implicó además que el año lectivo concluya sin los aprendizajes mínimos requeridos para cada año escolar.
“Sin duda quedan muchos vacíos en los chicos que deberán reforzarse el próximo año y para lograrlo es vital que el Ministerio establezca prioridades en el pénsum educativo que se impartirá”.
Cree que debe enfatizarse en un aprendizaje de habilidades para la vida en lugar de priorizar contenidos.
“No podemos saber qué pasará en septiembre, pero es necesario que en este tiempo se trabaje para priorizar ciertos contenidos y sobre todo habilidades para la vida”.
Para la Unicef es necesario que a futuro se optimice la carga académica de los alumnos para evitar un aumento del estrés y la ansiedad.
La docente Mariana Marcillo imparte clases a jóvenes de bachillerato en el colegio particular Mahanaym, en el Valle de los Chillos, y reconoce que la falta de experiencia en la educación virtual impidió que finalice con mejores resultados el actual período lectivo en el que debido a la pandemia se eliminaron los exámenes de grado, así como los supletorios y remediales.
“Todos los chicos pasan de año, pero sus notas no reflejan realmente lo aprendido. De forma virtual no se puede controlar muchas actividades que cumplieron, pero muchas veces fueron copias de otros compañeros”.
Añade que dada la necesidad de impartir conocimientos usó el WhatsApp para enviar los deberes.
Para los padres también fue un reto acompañar la nueva metodología de aprendizaje; dividir su tiempo entre esta actividad, las tareas del hogar y el teletrabajo.
“Al principio nos costó acoplarnos al horario de clases virtuales y todo lo demás. Luego elaboramos una rutina y todo fue más llevadero”, indicó Joaquín Silva.
Los alumnos afirman que las tareas se incrementaron en todas las materias y que eso les generó angustia y estrés también a sus padres, ya que en muchos hogares tenían que dividirse un computador para dos y más hijos.
“Fue complicado por la cantidad de deberes y la mayoría sin ninguna explicación porque el profesor tenía varios cursos que le impidieron darnos una clase online”, afirma Camila Leiva, de 2.º de bachillerato del colegio Manuela Cañizares.
Para los estudiantes del último año de secundaria aún el trabajo no culmina. Están en los últimos días para concluir el proyecto de grado, que reemplaza al examen y que deberán presentarlo, en la mayoría de instituciones, de forma física.
Ese es el caso de Helen Jiménez, estudiante del Colegio Nacional Eloy Alfaro y quien pone en práctica los conocimientos contables adquiridos para elaborar el inventario de la tienda de su barrio. Entregará su trabajo entre el 9 y el 15 de julio. (I)
Sector rural sin acceso a internet
La falta de equipos tecnológicos y el acceso al internet acrecentaron las brechas de acceso a una educación de calidad. Aunque no hay cifras oficiales de cuántos son los alumnos del actual período lectivo que no tuvieron conectividad, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), solo el 37% de hogares en el país tienen acceso a tecnología. Es decir, solo 4 de cada 10 niños cuentan con herramientas tecnológicas en su hogar y la cifra es menor si se consideran únicamente los sectores rurales donde solo el 16% de familias cuentan con internet. Para esa población se adecuaron en el camino programas radiales y televisivos con la ayuda de Unicef. Sin embargo, no todos pudieron acceder a los mismos por los horarios. Así lo indicó la docente Karen López, quien enseña en el cantón Guano de la provincia del Chimborazo, donde sus alumnos cumplían tareas de agricultura y cuidado de los animales para ayudar a sus padres. “Ellos disponían de tiempo en las noches, entonces no accedían a los programas”. Ella acudía una vez por semana con material educativo para distribuirlo entre sus estudiantes y ayudarlos de alguna forma a no retrasar más su aprendizaje. “La situación del sector rural es muy complicada, no solo por falta de internet sino también porque los celulares no son los adecuados para trabajar en estas plataformas”. (I)