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En Ecuador también existen las personas "invisibles"

En Ecuador también existen las personas "invisibles"
Foto: Miguel Jiménez / El Telégrafo
22 de julio de 2018 - 00:00 - Alejandra Monroy

En Ecuador aproximadamente 416.000 personas no tienen nombre ni apellido. Aunque parece algo increíble en pleno siglo XXI, el Banco Mundial, a través de su iniciativa Identificación para el Desarrollo (IDpD), estima que existen 1.100 millones de seres “ficticios” en el mundo.

Ellos no pueden acceder a la educación, al sistema financiero, ni a la salud. Tampoco pueden adquirir bienes, ni trabajar, ni casarse. Entre otras dificultades, viven sin su derecho a una identidad legal para gozar de las prestaciones esenciales.

Es un problema latente del que no se tienen cifras ni estudios en el país. El dato de los ecuatorianos sin documento de identidad está publicado en el reporte de 2017 que emitió la IDpD.

En ese muestreo también se indica que en Ecuador se inscribe el 95% de nacimientos del área urbana y el 91% del área rural.

De 187 países que forman parte de la investigación de la IDpD, Ecuador está en el puesto 140 con el 2,5% de la población sin registro. En los países vecinos la situación es similar: Colombia tiene el 1,4% y Perú el 1,08%.

Pero, ¿por qué hay tanta gente “invisible”? Según el Registro Civil, una de las causas es el subregistro (la diferencia entre nacimientos ocurridos y nacimientos inscritos). Algunos casos se dan por factores culturales, ausencia o abandono del padre, factores económicos, agentes geográficos, por madres y padres que tampoco tienen documentos de identidad e inclusive por la indecisión al momento de elegir un nombre para los recién nacidos.

Francoise Rhon, defensora Pública, sostiene que los casos de personas sin cédula son frecuentes en todas las regiones del país y no solamente en áreas rurales.

“Algunos tienen más de 40 años. Otros vienen porque quieren votar, o porque necesitan casarse o por alguna herencia”, cuenta.

Asimismo, indica que algunas personas se quedan sin registro porque los padres regalan a los hijos, los dejan con familiares o los abandonan. La complicación persiste porque aquellos que los acogen tampoco los inscriben en el Registro Civil.

Otra razón para que existan tantas personas sin nombre son los nacimientos que se asisten en el hogar, por la familia o por parteras, donde la madre no lleva al bebé a un centro de salud para registrar el nacimiento. El Banco Mundial señala que la prioridad después del estado de salud de los recién nacidos debería ser inscribirlos.

Hay personas que no saben quiénes fueron sus padres y que, por complicaciones de salud, pierden la memoria y no tienen vínculos con familiares. En el Albergue San Juan de Dios, en el Centro Histórico de Quito, hay 56 internos de los cuales 6 no tienen cédula de identidad. Don Vega, Michita, José, Rosita, Ángel y Rafael son los nombres con los que los llaman las enfermeras que los cuidan, pero son denominaciones ficticias. Ellos legalmente no existen.

En 2016 una brigada del Registro Civil fue a ese albergue a tomarles las huellas digitales. Con los perfiles dactilares de cada uno se cotejó la información, pero no hubo coincidencias.

A la mayoría les pusieron nombres y apellidos al azar. Otros llegaron con apodos. Aníbal Vega es uno de ellos.

Él fue acogido en el año 2007 por el hermano Francisco Manzano, del albergue. Don Vega vivió unos 30 años en la subida al Templo de la Patria, en la capital. Cuando habla, entrecortado, dice que es de Papallacta. Las enfermeras relatan que a veces quiere irse en busca de su mujer, pero ninguno de esos datos se ha confirmado.

La situación de Rosita es parecida. Ella era paciente externa, pero un día después de varias convulsiones se afectó su movilidad y su habla. Y desde allí está interna.

Con un poco de dificultad sonríe. Asegura que es colombiana, nacida en San Antonio de Nariño. “Mi mamá me trajo a Ecuador a vivir en Ambato a la casa de una amiga”, dice mientras colorea un dibujo de un caballo. Se presume que tras la muerte de la madre de Rosita, ella se quedó en la calle.

Michita mira a Rosa contar su historia. Ella es la más joven. A simple vista parece de unos 45 años. Cuando su compañera deja de hablar, ella cuenta que vivía en Carapungo, aunque después de 5 minutos dice que en Nanegalito. Tampoco se ha podido contactar a su familia.

Irene Miranda, psicorrehabilitadora del albergue, indica que lo más complicado es lograr el acceso a la salud y que como no tienen cédula, ninguno de los 6 ha sido diagnosticado formalmente con discapacidad.

“Cuando deben ir al médico enviamos las copias de la documentación del trámite de la inscripción tardía que estamos realizando para que puedan tratarlos sin cédula”, explica.

Incluso el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) tiene un convenio que cubre las necesidades de los 50 internos, pero no de las 6 personas sin identidad porque necesitan tener un número de cédula. Sin embargo, Miranda asegura que ellos reciben las mismas atenciones, terapia y alimentación que el resto.

Al momento, con la asesoría de la Defensoría Pública el albergue trata de judicializar el caso de inscripción tardía para que ellos puedan tener un nombre.

Rhon, de la Defensoría Pública, quien maneja el caso de los pacientes del albergue, asegura que no importa la edad que tengan porque nunca es tarde para tener nombre. “Vamos a basarnos en su derecho constitucional a la identidad. Como no tienen familiares, los directivos del centro serán los que exijan el derecho ante la justicia”.

Mónica Vera Puebla, presidenta de la asamblea del Instituto Regional de Asesoría en Derechos Humanos (INREDH), dice que ese caso debe tener un buen desenlace, pues “la Función Judicial tiene que mirar el contexto de ellos y reconocer su identidad. Aunque no tengan un número de identificación son personas, no se pueden violar sus derechos”.

Esa falta de identidad genera otros problemas como son la trata de personas y la explotación laboral sin control, explica Vera.

“Al ser personas que no están registradas no pueden exigir sus derechos civiles y políticos”, añade.
Para no tener más casos como estos, el Registro Civil, en conjunto con el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), el Ministerio de Salud Pública y el Ministerio Coordinador de Desarrollo Social, lanzó en 2015 el Sistema de Registro de Datos Vitales (Revit).

Así se registra a los recién nacidos en los establecimientos de salud, en un aplicativo que asigna el número único de identificación.

Además, las brigadas del Registro Civil se movilizan por todo el país para emitir cédulas a quienes la necesitan. En lo que va del año (enero-julio), 123 brigadas realizaron 3.386 inscripciones de nacimiento. 

En África y Asia hay más casos de gente sin nombre 

La situación de las personas sin identidad es común en la mayoría de países del mundo.
Según la iniciativa de Identificación para el Desarrollo del Banco Mundial, del año 2017, el 78% de la población sin identidad vive en África subsahariana y en Asia (ver infografía).

Por ejemplo, la India es el territorio con mayor cantidad de habitantes que no se han registrado, la cifra llega a 209 millones.

Nigeria es el país con el mayor porcentaje (77%) de personas sin registro, por número de habitantes. Esto quiere decir que apenas el 23% tiene nombre.

El objetivo de la iniciativa del Banco Mundial es llegar al 2030 con una reducción significativa de esas cifras.

Para ello, el Banco Mundial dice que se debe prestar especial atención y tratar de entender la situación de las poblaciones marginadas: personas con discapacidad, ancianos, indígenas y niños a partir de 5 años (una edad en que empieza a ser más complicado registrar un nacimiento y obtener un certificado).

En 2017 ya hubo países en donde no hay ni una sola persona sin inscripción. Algunos de ellos son Portugal, Alemania, Suecia, Bulgaria, Hungría, Grecia, San Marino, Lituania, Liechtenstein y Corea del Sur. (I)

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