Ecuador necesita leyes para las personas más vulnerables
En la Unidad Educativa Aampetra, en el colegio CEBI, Aguirre Abad y en decenas de otras instituciones se reportaron casos de abusos sexuales a niños, niñas y adolescentes por parte de sus profesores o miembros del núcleo familiar. Estos hechos merecieron la condena de la sociedad y de los asambleístas.
Entre enero de 2015 y marzo de 2019 ingresaron cerca de 16.000 causas por delitos contra la integridad sexual, de ellas más de 4.300 son de niños y adolescentes.
Entre 2017 y mayo de 2019 se presentaron cinco iniciativas legislativas sobre abuso sexual infantil. La exasambleísta Norma Vallejo planteó test psicológicos como requisito para ser profesor.
Otros legisladores, como Viviana Bonilla, buscan la inhabilitación profesional de infractores sexuales en ámbitos educativos o actividad que involucre a la niñez y adolescencia y plantea tratamiento psicológico para los infractores. Daniel Mendoza habla del “Registro Central de Delitos Sexuales”. Lourdes Cuesta plantea el “Registro Nacional de Violadores, Abusadores y Agresores Sexuales de Niños y Adolescentes”. La constitucionalidad y concordancia con estándares internacionales de derechos humanos de estas iniciativas, son cuestionables.
La impunidad y la desconfianza en la justicia contribuyen a buscar en el populismo penal falsas soluciones a la violencia sexual. La humanidad ha caminado más de 2.000 años para superar la “Ley del Talión, ley del ojo por ojo”, conocida como justicia retributiva. Desde hace décadas -1924- el derecho penal ha superado el trato del delito desde una visión infractor-Estado; ahora, mira hacia lo más vulnerable: la víctima.
El fin de la victimología es la justicia restaurativa, lo que la Constitución dicta en el artículo 78 como reparación integral: atención médica, psicológica y judicial oportuna.
Los agresores pasarán años recluidos mientras que las víctimas vivirán con las heridas del abuso, batallarán en el tortuoso sistema de justicia. Necesitamos leyes para los más olvidados, y para esto, más que ciencia -victimología-, se requiere empatía. (O)