Dolor, sacrificio y penitencia son la mejor vía para llegar a Dios
En su edición número 52, más de 2.000 personas asistieron a la tradicional romería de Jesús del Gran Poder. Cucuruchos, verónicas y demás fieles recorrieron las calles del Centro Histórico capitalino. La muestra de religiosidad popular escenificada cada viernes santo convocó a más de 30.000 devotos que presenciaron el evento desde su inicio en la iglesia de San Francisco.
Decenas de cruces cubiertas con espinas y ortiga, cadenas y miles de figuras de Jesús fueron parte de la decoración para la procesión. Esta es la tercera vez que Juan N. de 33 años participa. Él es policía y considera que es su deber como católico rendir este pequeño homenaje a Jesús. “Soy creyente de Dios. No todo lo que uno hace en la vida tiene que ser regalado, siempre tiene que haber un sacrificio o penitencia. Pienso que todas las religiones dan algún tributo en beneficio de Dios”, afirmó. Para Juan, la procesión de este año tuvo mayor duración que la de anteriores, posiblemente por el buen clima o porque esta vez se decidió por caminar descalzo y con una cadena en sus pies.
Así como Juan, miles de penitentes realizan este sacrificio-ofrenda cada año, algunos de ellos para agradecer por los milagros otorgados y otros simplemente por la fe y devoción que tienen por Jesús. Según explica José Luis Garrido, “El ser cucurucho es una tradición familiar, para nosotros es un acto de agradecimiento y penitencia. Personalmente lo hago porque me siento competente ante Dios, llevo como cucurucho más de 20 años; la primera vez que salí fue a los 7 años. Realizar la procesión todos los años ya es parte de mi vida. Todo el año tengo recompensas por mi sacrificio. Este año salí descalzo y las ramas de ortiga me purificaron mientras hacía el recorrido, mi alma se sintió fuerte y con valor, eso hizo que llegue hasta el final. No importa si llego lastimado, con ampollas, cansado, siempre concluyo la procesión”, afirma José Luis.
La presencia femenina es cada vez mayor, por ello no es raro ver a mujeres de todas las edades y condiciones en medio de la romería. Entre rezos, cánticos y plegarias encontramos a Silvia Gracia, quien afirma que prefiere salir de cucurucho, ya que nunca le atrajo ser verónica. “Creo que hay un sentido mucho más místico al ser cucurucho, este es el tercer año que salgo con mi hija y ella también vistió como yo. Nuestra caminata es una forma de agradecimiento por mantenernos unidas”, añadió Silvia.
En el caso de Verónica Gómez, esta es la primera vez que participa en la mayor celebración católica. Verónica es una profesora de educación inicial, de 37 años, muy devota, explica que “quería hacer algo más profundo por mí, primero, por mi religión y por lo que siento por Dios, ésta era mi oportunidad. En el recorrido sentí que me limpiaba, que espiritualmente comencé a crecer. En mi grupo iban rezando, cantando, lo cual me llenó mucho y voy a seguir viniendo”, aseveró una vez finalizada la procesión. Otro aspecto que llenó de satisfacción a la docente fue que contó con el apoyo de su familia. Y al igual que Anita, Verónica ofreció al ser supremo un ayuno por este día.
La clase social y económica no es impedimento para que se pueda participar de este acto religioso. Todos están en las mismas condiciones de fe y devoción. Luis Sangucho, de 49 años, afirma que ser cucurucho es una forma de devoción. Para él la fe es su mayor alimento espiritual, y explica que participa en la romería desde hace más de 30 años. “Esta vez salí con mi sobrino porque quiero inculcarle la fe en Dios y cómo agradecerle a través de la penitencia, por eso este año caminamos juntos hasta el final de la procesión, ratificó Luis.
Cada año esta expresión de religiosidad popular convoca a más feligreses a compartir sus plegarias. Los comerciantes informales aprovechan la celebración espiritual para vender todo tipo de objetos religiosos, pero a la vez cumplen también su participación en el acto y elevan sus plegarias.