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Ecuador, 26 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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El manejo adecuado y oportuno de las diferencias evita los conflictos

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La idea es clara: transformar los conflictos en oportunidades de crecimiento. Una premisa fundamental: mucha gente piensa que una persona puede cambiar a otra, simplemente, porque la ama.

Esta es no solo una equivocación sino un mito que debe ser eliminado, según el especialista, Dr. Luis Valdez.

“No podemos cambiar a los demás, sin cambiarse a sí mismo”, expresa.

El primer paso es conocerse a sí mismo (autoconocimiento), pero con sinceridad y autenticidad.

Pero, ¿por qué existe tanta violencia, tanta agresividad en los hogares (violencia doméstica), en las calles (la fauna urbana), en la política (los desacuerdos estructurales)?

Los conflictos son normales
Los conflictos, dice Luis Valdez, son normales en los grupos y en las comunidades. Pero “los conflictos nos regalan aprendizajes”. La pregunta  es: ¿cuál es mi responsabilidad en el conflicto?

Valdez sostiene que “todos tenemos un ego, que nos identifica con lo que no somos”. Dicho en otros términos: en ocasiones pregonamos “yo soy mis ideas”, y esta es una fuente de conflictos.

“Ninguna crítica que te han hecho -por injusta que sea- no te puede quitar tu esencia. Sigues siendo el mismo: tan valioso como eres, mientras el que ofende queda en desventaja. Hay que usar entonces la no violencia-activa, la asertividad (ser positivo)”.

Manejo de las diferencias
Los conflictos nacen por la polaridad que ha impuesto la cotidianidad: luz, sombra; noche, día; alegría, tristeza; blanco y negro Pero la vida es un arcoíris de posibilidades, una diversidad.

En ese sentido, el conflicto no es bueno ni malo; es la manifestación de las diferencias.

Sin embargo, la educación tradicional nos ha hecho pensar y sentir que el conflicto es malo, negativo y pernicioso.

El problema central es entonces el manejo de las diferencias. ¡Es que los diferentes son también buenos!

Los problemas de relación
Según el especialista Valdez, “la violencia surge por los problemas de relación”.

La vida nos ha enseñado -y se halla fortalecida por un tipo de educación- que establece que lo “mayor” es bueno y que lo “menor” es malo por ser inferior.

Lo “mayor” corresponde al dominio, a la autoridad, al poder; lo “menor” generalmente se refiere al sumiso o sumisa, al dominado o dominada.

En el juego de relaciones el “menor” quiere ser “mayor” a toda costa, y esta lucha desigual provoca conflictos y luego violencia. Y así se perpetúa el sistema.

El cambio, el verdadero cambio consistiría en que el “menor” conozca al “mayor” y maneje bien las diferencias, según Valdez.

Un punto de partida es “ser duro con los conflictos y suave con las personas”.

Otra lección importante es que “no debo obedecer cuando no sea justo”.

No olvidemos que el ámbito institucional puede generar también reacciones violentas. El medio familiar es uno de ellos, y también el medio escolar.

Estrategias
Se sabe que cuando hay violencia, las dos partes pierden. Por lo tanto, la violencia no es un buen “negocio”.

Roger Fisher plantea tres estrategias universalmente conocidas: “ganar-ganar”, lo óptimo, que equivale a la no violencia activa; “ganar-perder”, desventajoso para una de las partes; y “perder-perder”, que es destructivo y puede llegar a la violencia física.

No obstante, existen dos estrategias específicas muy valederas: el trabajo casa adentro –al interior de las personas- y la mediación de los conflictos.

El autoconocimiento es clave para discernir un conflicto, más con ideas que con sentimientos, poniéndose en lugar de los otros (empatía).

La evasión, la dominación, la sumisión, el compromiso y la colaboración existen, y deben ser clarificados.

La violencia es un fenómeno cultural, cuyo origen no siempre es la genética sino lo aprendido. El fenotipo tiene más fuerza que el genotipo.

La nueva educación puede ser un medio efectivo para romper el círculo vicioso de “mayor”-“menor”, que reproduce los desniveles.

“Bonsáis humanos”
Un destacado psicólogo -el doctor Jorge Zalles- dice que la sociedad moderna está formando “bonsáis humanos”, es decir, personas que se expresan e intentan vivir con cuerpos de hombres y mujeres, pero como enanos psicológicos.

En otras palabras: gente preparada para todo, inmadura e incapaz para gobernar a los demás y, sobre todo, para gobernarse a sí mismo.

Cierta o falsa esta teoría concierne a la familia, que se desintegra día a día, donde los divorcios abundan y aumentan las situaciones irregulares.

Y la descomposición de la familia es un reflejo de toda la sociedad, porque constituye una caja de resonancia.

La complejidad que vive la sociedad, según Édgar Morin, no es sino la incertidumbre como característica esencial de una sociedad vertiginosa, conectada y al mismo tiempo solitaria.

La caída de referentes y de los valores absolutos impregna una sensación de agotamiento del modelo. Frente a esta situación no hay recetas.

Es necesario pensar que este cambio sea para bien, y que el fulgor de la juventud –la conciencia del mundo- lleve a la humanidad a nuevos escenarios donde prevalezcan la paz, la unidad, la solidaridad y no la violencia.

Preguntas necesarias
¿Se ha inventado una pedagogía para educar para la paz o la no violencia activa? ¿Qué pasa en los hogares que sufren la violencia intrafamiliar? ¿Qué dispositivos hemos creado para frenar la inseguridad, hermana mayor de la violencia estructural?

Es urgente, a nivel internacional, plantear una reforma integral: ¿Qué la ONU sea UNO? Y en el frente interno buscar respuestas asertivas, espacios de diálogo y comunicación, en cada familia y en cada escuela, que nos permitan apreciar, respetar y cultivar la diversidad, como señala Luis Valdez. (O)  

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