Punto de vista
Desigualdad deliberada
«La desigualdad en América Latina y el Caribe no es fortuita, sino el fruto de decisiones políticas deliberadas que sirven a un grupo reducido de la sociedad en vez de garantizar el bienestar común».
Resulta estremecedor el subtitular con el que la organización internacional humanitaria, Oxfam, resume las conclusiones de su informe ‘Iguales: cabemos con la desigualdad extrema’, publicado a finales de octubre pasado.
En el documento la organización señala dos factores causantes de la creciente desigualdad global: el uno es el fundamentalismo de mercado que instiga el recorte del gasto público, la desregulación financiera, la privatización, la reducción de la carga impositiva a los más ricos; ello pese a la responsabilidad que la doctrina hegemónica que lo impulsa tuvo en la gestación de la reciente crisis económica mundial y de los nefastos efectos sobre la igualdad que produjeron sus «soluciones» para enfrentar las crisis de deuda en Latinoamérica y que ahora se reproducen en la periferia europea.
El otro factor es el secuestro democrático por parte de las élites. Una suplantación de la voluntad popular que adopta múltiples formas, siendo paradigmática la que ejercen los grupos de presión cuando compran voluntades públicas y tribunas privadas para abogar por agresivas políticas de incentivos y exenciones fiscales. Los mismos que defienden estos regresivos privilegios para ricos deploran las ayudas sociales para los pobres, con una estrategia que alcanza el propio lenguaje: los incentivos impulsan el emprendimiento, los subsidios eternizan la indolencia. ¡Ay! Si se hubieran creado los puestos de trabajo prometidos con cada nuevo incentivo, la política de subsidios habría perdido su razón de ser hace mucho, mucho tiempo.
Si el informe de Oxfam es rotundo en el diagnóstico, en el tratamiento del enfermo es categórico: más gasto social y sistemas fiscales redistributivos son la fórmula para reducir la insoportable brecha de desigualdad que azota a las sociedades, sin excepción, singularmente a la latinoamericana. Entonces, ¿qué impide tomar la medicina mil veces prescrita? Lo impide que a la voz del doctor le sigue el rumor de trompetas apocalípticas. Lo impiden los jinetes de la catástrofe; las aves de mal agüero que sobrevuelan cualquier intento de reforma estructural de los sistemas impositivos en Latinoamérica, lo impide la amenaza del éxodo: cumplir con la Constitución -promover sistemas tributarios directos y progresivos para que los que más tienen, más paguen- será tomado como una afrenta al dios mercado que la castigará con la huida de la inversión hacia tierras dóciles. Preferible pues, la ofrenda; el sacrificio humano que supone no contar con adecuados sistemas públicos de salud, educativos y de seguridad social.
Resulta estremecedor que la codicia de unos pocos sea la mayor amenaza que enfrentan los sistemas democráticos, que el chantaje económico pueda servir de cauce a decisiones políticas, que el statu quo de la injusticia social sea sostenido por tribunas de opinión a sueldo de intereses corporativos y que no existan mayores consensos internacionales por combatir los desmanes de la economía especulativa. Estremece que el fantasma de la economía financiera posea el alma de la economía real y que con ello consintamos el daño a las economías domésticas.
En efecto, ya es hora de cambiar las reglas.
NOTA: El Informe Oxfam, ‘Iguales: Acabemos con la desigualdad extrema. Es hora de cambiar las reglas’ (29 de octubre de 2014) está publicado en:
http://www.oxfam.org/es/content/informes-y-estudios.