De pupitres y otros tiempos
Sí, en el sistema de educación pública ocurre hoy lo que en el de salud: miles de usuarios decidieron acceder a sus servicios, y darle las espaldas a los colegios privados, privados de profesores, privados de aulas, privados de laboratorios. Mi colegio, el emblemático Mejía, en el que inicié el bachillerato, esta vez –de nuevo- hace noticia.
Era 1969 y me matricularon en primer curso. El rector de entonces, Rafael Almeida, había recuperado el edificio sur del colegio, que gracias a un comodato estuvo por largo tiempo en manos de los ingenieros militares. Ese año Almeida decidió que debía haber “fronteras vivas”, para que a nadie más se le ocurriera ocuparlo. Los “cachorros”, como se llamó siempre a los novatos, nos convertimos entonces en la barrera humana de contención. Ningún aspirante quedó fuera del plantel y se crearon nada más y nada menos que 24 paralelos de primer año, con un promedio aproximado de 40 estudiantes por curso, es decir cerca de 900.
¿Estuvo el colegio suficientemente preparado para esa contingencia? De ninguna manera, solo primó el deseo de utilizar el edificio y democratizar el acceso de todos. Mas ese espíritu voluntarioso no tuvo en cuenta que faltaban pupitres. ¿Faltaban pocos? No, en casi todos los paralelos no había pupitres. Durante un trimestre nos sentamos en el piso. Aquellos mocetones no imaginamos siquiera que la falta de pupitres pudiese ser una dificultad. Algunos estudiantes y padres de familia decidieron uno de los días del mes de octubre marchar al anochecer hasta el Palacio de Carondelet, portando antorchas elaboradas por los novatos montadas en palo de escoba. Allí, el presidente Velasco Ibarra recibió a una comisión y dijo mostrarse sorprendido de que el colegio donde él tuvo que graduarse, por esos misterios que tiene la vida, no tuviese pupitres. Extendiendo su largo dedo índice ordenó a algún funcionario la inmediata provisión del mobiliario. “¡¡Burócratas indolentes, cómo desatienden a la educación!!”, vociferó.
...sé que este año migraron al sistema de educación pública un total de 93.000 estudiantesEl inexorable calendario siguió su marcha y recién en enero todos tuvimos pupitres. Mientras tanto, el gozo de los cachorros no tuvo interrupción alguna y más bien se multiplicó con las eventuales visitas que hacía al plantel la bella Toty Rodríguez. Ella, la que en su condición de miss Ecuador nos había representado en un Miss Mundo era “nuestra vedette consagrada”, y dado su prestigio, los que estábamos sentados en el piso, teníamos junto a la ventana del curso algún informante de turno para alertarnos de que llegaba la diva al colegio. Su presencia nos alborotaba a todos, la clase tenía un alto y nuestras piernas un descanso merecido. Cuenta la leyenda urbana que iban a un teatrino que tenía el edificio para realizar sus ensayos de rigor. Por las declaraciones del Subsecretario de Coordinación Educativa, Freddy Peñafiel, sé que este año migraron al sistema de educación pública 93.000 estudiantes, cifra que rebasa la propia expectativa del Ministerio de Educación. Pero a la vez denota la recuperación del prestigio de lo público. ¿O será que los padres de familia se volvieron locos? A ello se suma este proceso automatizado que busca que los estudiantes accedan a establecimientos que se sitúen cerca de sus domicilios. El mismo subsecretario anuncia que están en una etapa de provisión de nuevos pupitres, por lo que debería esperarse que en el corto plazo los cachorros ya tengan pupitres. Reprochable sería que esto ocurra un trimestre después.
Hasta tanto, no es muy seguro que “la Toty” vaya a ensayar en el colegio, ni que los guambras se alboroten. Ahora tienen dentro de sus aulas a sus propias “Totys”, que los de antes ya habríamos querido. Saludos para los cachorros que vivimos esa historia y para los profesores que fueron inteligentes y nos aguantaron. También a Freddy Peñafiel, para que no se olvide de unos pupitres.
