De indígena a indígena
A veces es necesario mirarse, como quien se observa en un espejo, para poder encontrarse e intentar buscar sus raíces; sobre todo para conocer el legado que nuestros antepasados nos dejaron. Y digo a veces, porque solo cada cierto tiempo la gente quiere verse por dentro, la mayoría de veces intentamos vernos en otros.
Tengo la edad de la democracia contemporánea. Vi la luz en la década del 80, cuando Ecuador regresó al régimen presidencialista y en su discurso de posesión el expresidente Roldós habló en kichwa a miles de indígenas, cuando el endeudamiento externo ecuatoriano alcanzó los $ 2.818 millones, es decir, nací ya endeudado.
Sí, nací hace treinta años, pero en realidad empecé a vivir cuando realicé un viaje al Registro Civil en el pueblo de Columbe (Chimborazo) con ansias de saber quiénes fueron mis abuelos Juan y Tránsito. Conozco que durante su juventud vivieron con valor en la época negra de la historia ecuatoriana, el tiempo de las haciendas.Aunque no fue fácil, decidí no quedarme viviendo de esos recuerdos. Personalmente, creo que ya pasamos el esencialismo indígena de la década del 50.
Es hora de dar el salto cualitativo entre la posmodernidad y la cultura, nos corresponde abandonar ese discurso de llanto, lamento y autovictimización. Hay que seguir buscando una integración social sensata, usando todas las herramientas tecnológicas, culturales y políticas posibles; todo esto sin adquirir compromiso monopólico con una sola perspectiva. Es necesario promover el debate, a nivel académico y desde la colectividad, de conceptos relacionados a los “ismos” como el indigenismo, individualismo, capitalismo, incluso debemos reconstruir la historia contada hacia nosotros y el mundo.
Durante décadas se han reclamado derechos para los indígenas, ahora que se los ha conseguido con mucho esfuerzo, creo que debemos empezar a hablar de “obligaciones”. Este cambio de paradigma es un deber inevitable con el país, con nuestros hijos y nietos. Es necesario seguir contribuyendo de una forma adecuada a una sociedad activa para construir un país que respeta, en todas sus dimensiones, la dignidad de las personas y las colectividades.
Al vivir en la modernidad occidental, actuemos aquí y ahora, como somos sujetos y destinatarios de derechos. Lo manifiesto porque pertenezco a la generación de indígenas que vive nuevos dinamismos sociales, como un ciudadano sin resentimientos, hemos llegado demasiado lejos para renunciar a lo que somos, se los digo “de indígena a indígena”.
