D2w, el hallazgo científico para un plástico menos nocivo
Aunque su descubrimiento o invento tiene una historia de muchos pasos o procesos, el plástico es uno de los productos de consumo masivo cuya toxicidad sin duda, está llegando a la meta final.
Desde su obligada aparición sujeta a un concurso para eliminar la irreverente e inhumana explotación del marfil (de elefantes) en 1860, cuando nace con su nombre de estreno como celuloide, hasta su paso siguiente como baquelita en 1907, este bendito y moldeable sustituto del caucho continuó una racha imparable de transformaciones que finalmente obtuvo una maravillosa gama de derivados mutantes como polietileno, poliestireno, polipropileno, naylon, acrílico, en fin, una interminable cadena de nombres cuyos beneficios han sido tan importantes en la vida cotidiana del hombre y sus necesidades, pero tan nocivas que difícilmente habíamos observado el otro lado de los beneficios humanos.
Los efectos colaterales en la salud, incluidas la flora y fauna; su formulación química perjudicial y su vida útil interminable, empezaron a invadir el mundo desde hace un siglo y medio cuando grandes toneladas de este producto conquistaron no solo el espacio comercial del hombre, sino otro mundo, los mares y sus especies.
Se hizo indestructible, nunca se descubrió la “kriptonita” para debilitarlo, acabarlo, desaparecerlo, esfumarlo... aun quemándolo su daño ha sido peor.
Empezó a surcar los siete mares y continúa su mortífera travesía contaminante; destruye vegetación, atraganta y enreda animales acuáticos y ha originado un irreparable daño ecológico a corto plazo.
Tendremos que sobrevivir debatiéndonos entre mecanismos y formas para contrarrestar un colapso, que a decir de los científicos y ecologistas, seguirá trastornándonos hasta las siete generaciones siguientes cuando por obra y gracia de su propia naturaleza, su descomposición remedie en algo una atmósfera que, sin medir consecuencias, la envenenamos, sin duda, añado que, una gran parte de esa toxicidad, mediante pruebas científicas que paradójicamente asumen funciones de salvataje para el ser humano.
Pero, ¿cuánto conocemos sobre la guerra contra dicho plástico contaminante que aún guardamos en los incontables espacios del planeta y en nuestros hogares?
A lo mejor una gran mayoría desconoce que al margen de esta afección planetaria por la basura plástica desechada, a diario ingerimos uno de sus principales componentes; Bisfenol A (BPA), elemento químico compuesto de acetona, ácido clorhídrico y otros.
A esta sustancia se la acusa de provocar trastornos hormonales relacionados con anomalías reproductivas como disminución en los conteos de esperma, cambios hormonales, crecimiento de la próstata, anomalías en el número de cromosomas en los óvulos y cambios precancerosos en mamas y próstata; obesidad y diabetes.
A lo largo de estos 150 años junto al plástico y sus derivados, una gran cantidad de estudios científicos siempre nos planteaba la magnitud del problema y sus mortales desenlaces en nuestro organismo.
Pero la necesidad de su uso, el rápido crecimiento de su consumo y masificación, nos condujo a la comodidad de aplicarlo, sin reparar en el daño y la propia destrucción del hábitat que nos da vida.
El terrorífico panorama científico sobre el deterioro de nuestra capa de ozono, la “eternidad” del polietileno y los males ambientales que los grandes “iceberg” plásticos dejan en su tránsito por los mares, originó un esfuerzo científico común para descubrir una tecnología denominada d2w®.
Esta formulación o aditivo inteligente del futuro se combina o mezcla con la materia prima en un porcentaje del 1% tanto para polietileno como para polipropileno durante el proceso de producción.
La ciencia promete que en muy corto plazo, la tecnología estará disponible para otro componente protagónico de este grupo, el poliestireno.
Tecnológicamente, el uso del aditivo d2w® no requiere de ningún proceso de producción especial ni de modificaciones de los equipos existentes.
Gracias a esta tecnología es posible ahora fabricar productos plásticos, en su inmensa mayoría degradables, con un costo adicional muy pequeño.
Los aditivos d2w® son programables para que, según el tipo de producto, su degradación se active en un período tan corto como de 60 a 90 días o tan largo como de 5 ó 6 años.
¿Cómo trabaja este aditivo inteligente?
El d2w® afecta a los enlaces carbono-hidrógeno y carbono-carbono.
Rompe sus moléculas y las divide en partículas más pequeñas, lo cual es fácilmente atacable por los agentes degradantes que son: la luz, el calor, el oxígeno, el estrés mecánico y el agua.
A raíz de esta alteración molecular, el d2w® pone fin al ciclo de las moléculas del plástico prematuramente y las transforma en CO2 (se trata del mismo proceso que ocurre con una hoja de árbol, muerta), H2O (agua) o biomasa.
Es decir, una carrera contra el tiempo que ha permitido rediseñar la estructura establecida y nos ayudará a contrarrestar un mayor envenenamiento del que ya hemos consumido, muchas veces, por desconocimiento y falta de acuciosidad pese a verlos impresos en la mayoría de los envases con el círculo de flechas reciclables; su numeración indica el grado de toxicidad o lo amigable del producto.
Para estar seguro de lo que ingerimos y empezar a conocer contra qué enemigo (diariamente) nos enfrentamos, vale empezar por el principio.
Hoy iniciamos un ciclo de información y ayuda para que nunca se nos haga tarde una reestructuración en nuestra rutina de vida...cómoda y peligrosa.
Estos son los símbolos que usted debe conocer cada vez que desee hacer uso de algún envase para guardar productos o para la ingesta de alimentos.