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Cuando probar alcohol en los adolescentes pone en juego la salud

Cuando probar alcohol en los adolescentes pone en juego la salud
01 de junio de 2014 - 00:00

El consumo de alcohol en los adolescentes dentro o fuera del colegio va en aumento. Los jugos envasados en cuyo interior introducen el licor y las gomitas de dulces -recientemente en Cuenca fueron encontrados 100 menores en una discoteca ingiriéndolas- son algunos de los métodos que usan para camuflar la bebida dentro de los establecimientos. Igual ocurre con los ‘bailes fugueros’, como les llaman a las fiestas que organizan después de clases.

Jimmy tiene 15 años y  el año pasado tuvo su primer contacto con el alcohol. Lo hizo por curiosidad, admite. “Ya después me gustó, no fue fácil dejarlo porque siempre tus compañeros están ahí exigiéndote que lo hagas, pero terminé dejándolo luego de que mis padres se enteraron”.
Según el último informe del INEC, de 912 mil ecuatorianos que consumen bebidas alcohólicas, el 2,5% son jóvenes de entre 12 y 18 años.

¿Qué los lleva a probar?

Según la psicóloga clínica Amanda Fiallos, además de la curiosidad otros de los factores que los impulsa a beber es la necesidad de sentirse el centro de la atención (sensación de grandeza), sin medir las consecuencias que puede originar a su salud la ingesta. Un informe mundial sobre la situación del alcohol y la salud 2014 reveló que el uso nocivo de alcohol es un factor causal en más de 200 enfermedades y trastornos.

La intoxicación alcohólica es la más grave. El cardiólogo Luis Oviedo recuerda cómo hace 18 años presenció el caso de un estudiante de 15 años de un colegio de Guayaquil que fue ingresado de emergencia por intoxicación alcohólica y le dio un paro respiratorio.  “Él se había quedado dormido, pero sus compañeros le continuaron dando alcohol hasta que comenzó a convulsionar  y le dio un paro cardiovascular. Fue uno de los diez casos que en toda mi carrera he visto y que terminó en muerte”, relata.

Oviedo explica que la ingesta puede producir dos enfermedades: las arritmias cardíacas  y una miocardiopatía alcohólica. “A eso se suma la  predisposición genética que tenga.  Por ejemplo si ellos con el pesar del tiempo continúan con su ingesta van a tener complicaciones de hipertensión, debido a que el alcohol  es un factor de riesgo en este tipo de enfermedades;  o un infarto de miocardio, o cardiopatías izquémica”, dijo.

Por otra parte el gastroenterólogo   David Andrade Zamora dice que la ingesta de alcohol los lleva a desarrollar una esteatohepatitis no alcohólica,  enfermedad común del hígado que consiste en la degeneración grasa con inflamación crónica de este órgano. “Esto ocurre cuando se bebe por una sola ocasión y en grandes cantidades, por ejemplo cuando hacen estos concursos de quién  toma más, suelen presentarse casos de inflamación hepática tan severa que terminan en un fallo hepático agudo y la muerte. Esto debido a que se genera un edema en el cerebro”.

A nivel neurológico, el especialista Enrique Díaz indica que los adolescentes que consumen tienden a bajar su rendimiento académico. “Su concentración ya no es igual. El pensamiento es más lento y la comprensión es retardada, así como la visión, que se les nubla”. Dice que de existir predisposición genética, tendrán mayores posibilidades de daños como cuadros de migrañas, epilepsia y convulsiones.

Para la psicóloga Fiallos el consumo de alcohol puede producir un deterioro de las neuronas del cerebro y también trastornos en el comportamiento en los adolescentes, incluso llevarlos a un trastorno de conducta  adictiva y a no tener fuerza de carácter para rechazar las drogas. “El alcohol puede producir síndrome de dependencia y cuando se dan ingestas grandes se produce la intoxicación aguda, trastornos psicótico, síndrome amnésico o también el de la abstinencia, que los lleva  a tener delirios”.

Tentaciones frenadas

Ismael Zambrano, de 17 años, cursa el cuarto año y vive en Bastión Popular. Cuenta que en varias ocasiones se ha negado a probar: “el año pasado me pidieron que tomara, ellos llevan el licor en los jugos y los esconden en los tumbados del salón”.

Enrique Morán ya dejó de ser adolescente. Tiene 21 años pero él experimentó a temprana edad la ingesta de alcohol. “Hace falta más rigurosidad en las leyes, las multas a los que lo venden deben ser más fuertes, porque es fácil comprarlo”, reconoce.  Ambos participaron en la inauguración del MIESpacio Juvenil, en las calles 9 de Octubre y Carchi (Guayaquil), al que tendrán acceso jóvenes de 15 a 29 años, de lunes a sábado.

Karim Pazmiño, coordinadora de MIESpacio Juvenil del Distrito Norte, considera que los jóvenes y adolescentes tienen demasiado tiempo de ocio para ocuparlo en actividades de recreación, emprendimiento, de teatro, arte y cultura, clases de break dance; todas estas actividades terminan por alejar a los jóvenes de fiestas donde abunda el alcohol.

“Por eso es que se consideró este lugar, por los colegios que están cerca como el Vicente Rocafuerte, y las universidades. A mediados de junio ya tendremos la programación”, indica.

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