Cuando en la necesidad se “enciende el foco”
En los momentos de crisis surgen las más grandes oportunidades... Ese es un pensamiento que quedó grabado en la memoria de Félix Peña Merino, de 52 años, quien hace 15 salió de su trabajo en Autoridad Portuaria de Guayaquil por una compra de renuncias.
“Un jefe me dijo que podría empezar a trabajar por mi lado, que tenía capacidad. Así que empecé a sacar todos los documentos necesarios para trabajar como importador y proveedor de materiales industriales como acero, bronce, aluminio, en un almacén de mi propiedad”, rememora. Sin embargo, este experto en mecánica industrial también vio dificultades en el camino, pero nunca se sintió derrotado.
“Pensando en capitalizar mejor mi empresa, migré a Italia. Fue una experiencia muy dura porque no conseguí lo que buscaba. Acá me va mucho mejor”, asegura.
Para él, su salida de la compañía en la que permaneció durante más de una década fue una época de descubrimiento, en la que pudo darle forma a su anhelo de siempre: ser vendedor.
“Cuando volví de Europa, el negocio estaba mal, así que ya no pude retomar la venta de materiales, pero le di un giro, dedicándome a prestar servicios de mantenimiento industrial, trabajos en madera, aluminio, pintura, entre otros. Yo hago lo que me pidan”, dice con un sonrisa. Es un emprendedor de cepa. Actualmente, su empresa Pemain le deja una ganancia de entre el 25 y el 30% por cada trabajo ejecutado.
Así como la de Félix Peña, hay muchas historias de este tipo. Personas que por motivos de recorte de personal, renuncias voluntarias o involuntarias abandonaron la estabilidad de sus empresas y encontraron la oportunidad de empezar un nuevo camino de forma independiente. La mayoría de las veces es cierto, en medio de la incertidumbre.
Para Juan Robles Chang, miembro de la Asociación Ecuatoriana de Psicólogos, la transición de una persona del sector laboral formal a la microempresa no es sencilla porque se deben tomar en cuenta las problemáticas que conlleva el cambio de objetivos, roles y tareas. Hay que analizar si la persona es soltera, casada, vive sola o tiene carga familiar, es joven o de la tercera edad.
Y es que la percepción de un despido varía de acuerdo del lugar desde donde se lo mire. “En la mayor parte de los casos no se tiene un plan para sostener el aspecto financiero en el corto y mediano plazo. Si tampoco se tiene una cultura de ahorro y no hay una política clara respecto a la distribución de los ingresos, puede haber pánico”, señala Robles. Para mitigar el impacto de un despido, la persona debe tener elaborado un plan de producción alternativo o de contingencia.
“Generalmente, las personas que viven solas optarán por trabajos temporales y, si son jóvenes, que les permitan estudiar”, agrega Robles. Las familias, en cambio, se organizarán para la conformación de un negocio, una alternativa que, por supuesto, también suele ser desarrollada en solitario.
Las microempresas familiares llegan a tener mayores fortalezas que un trabajo temporal para enfrentar la crisis generada por un despido. “Existe interés y compromiso por un ideal, lo que lleva a una organización y autoexigencia individual y colectiva”, indica Robles.
En el caso de las familias, acota el especialista, se debe enfrentar un problema que no tienen las personas que viven solas: ceder rangos y deberes. “Casi el 60% de los fundadores de microempresas familiares prefiere no delegar poder, lo cual puede entorpecer el objetivo de establecer un equipo eficaz, capaz de afrontar las exigencias del mercado”.
Las preferencias
Wilfredo Ruiz, miembro de la Cámara Nacional de Microempresas, asegura que los conocimientos técnicos permiten que cuando una persona piensa en alguna actividad empresarial esta tenga, obviamente, mayor expectativa de éxito. “Es básico obtener algunas nociones de índole administrativa para que las microempresas puedan aspirar a un desarrollo en el corto, mediano y largo plazo... Primero, como digo, en la parte administrativa y, cuando el negocio progresa, en la tributaria”, expresa.
Incluso el uso de aliados gratuitos, como Internet y las redes sociales (Google, Facebook, Twitter), requiere un manejo eficiente para aspirar a la excelencia de un negocio.
También es necesario que la entidad que financie un proyecto realice la asesoría necesaria. “Cuando una microempresa crece, los desafíos son distintos, especialmente si hay una familia involucrada, y quien apoye el proyecto debe cuidarlo desde el principio y acompañarlo”, refiere Ruiz. Dentro de las preferencias, el 50% de las personas se inclina por actividades de comercio (abarrotes, bazares, licorerías), el 30% por los servicios (limpieza, guarderías, asesorías) y el 20% por la producción (químicos, conservas, manualidades).
Ruiz considera que actualmente existe un mayor interés por parte del Estado y la banca en la microempresa. “Antes esto no se daba porque, básicamente, los bancos no eran lo suficientemente grandes y se necesitaba un mayor espacio logístico para atender la demanda”, dice.
“Si bien en los sectores estatales y bancarios buscan inversión en espacios que antes habían ignorado, estos mismos espacios podemos seguirlos perfeccionando con mecanismos de implementación más efectivos y con créditos públicos dinámicos que no se traben por tecnicismos”, detalla.
Parte de ese 50% que incursionó en negocios relacionados con el comercio fue María Enriqueta Cevallos. Su nombre no dice mucho, pero seguro que al leer “La Menestra de Pocha”, a más de uno se le abre el apetito.
“Pocha” -como le dicen sus amigos y familiares- empezó con su negocio hace 14 años, cuando en el Departamento de Relaciones Públicas del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) comenzaron a correr rumores de compra de renuncias y despidos. Los comentarios se hicieron realidad en el año 2000 y ella debió salir de su trabajo.
Posibilidades de progreso
“Es una experiencia totalmente nueva, porque cuando estás en un empleo fijo, trabajas para ese puesto y para esa compañía. Cuando ya tienes una empresa propia, todo esfuerzo que haces es para ti”. Esta es parte de la lección de vida que acompaña a José Luis Vélez, un joven licenciado de 32 años, gerente de Duomo ADV, su propia agencia de publicidad, desde hace un año y medio.
Su experiencia de más de 10 años en el medio publicitario local lo llevó a montar su propio negocio cuando salió de la última agencia en la que laboró como director de arte.
“Siempre fui curioso, entonces no solo me enfoqué en el diseño, sino que me metía a otros departamentos, como Cuentas y Medios, para ver cómo era el trabajo, preguntando, y con la curiosidad de ver qué había mas allá”, manifiesta.
Aunque confiesa que esta fue una oportunidad que se gestó a lo largo de su vida profesional, siempre tuvo el empuje de su padre para -en algún momento- emprender un negocio propio. “Siempre me decía que la vida se constituye por etapas y que ya era hora de tener algo propio”, recuerda.
Por otro lado, el panorama de las empresas a nivel nacional y la posibilidad de atravesar por momentos que no deseaba le generaban temores. “Me asustaba cuando veía despidos porque se iba gente muy importante que había estado años en una empresa. Pensaba que me podía pasar a mí. Eso no es culpa de los empresarios, ni de nadie en realidad, es parte de la vida laboral”, reconoce.
Actualmente Duomo ADV tiene una cartera de cerca de 10 clientes. Vélez tiene su propia oficina en un edificio del norte de la ciudad y trabaja con dos personas más, entre ellas su esposa Pamela Arcos, quien también es su socia.
Para el decano de la Facultad de Economía y Negocios de la Espol, Leonardo Estrada, muchos países, varios de ellos considerados desarrollados, crecieron apoyándose precisamente en la microempresa. “En Hong Kong, por ejemplo, el 75% de las exportaciones de productos manufacturados se origina en compañías donde trabajan no más de 50 personas”, afirma Estrada. Casos similares existen en varios países europeos.
Según el docente, que tiene una maestría en Administración, apenas se está comenzando a dar atención al sector artesanal en Ecuador, el cual por muchos años fue ignorado. “Sin embargo, muchas regulaciones de administraciones locales no facilitan el verdadero surgimiento del microempresario para que pueda aspirar a convertirse en competencia de los sectores formales”, opina Estrada.
Una de las dificultades, por ejemplo, especialmente en Guayaquil, fue la estigmatización del comerciante independiente como “informal”. “Este término, especialmente en la última década, se ha prestado para confundir microempresa con delincuencia”, analiza.
Ecuador, al igual que el resto de los países de América Latina, ha demostrado el potencial de las microempresas para generar empleos y mejorar las condiciones de vida de amplios grupos de la población.
Durante las últimas décadas, por factores como tasas de subempleo, desocupación y pobreza, existe una acelerada expansión de las actividades microeconómicas en el país.
Estrada sostiene que es un fenómeno que está presente desde inicios de 1980 y que ha dado surgimiento a importantes franquicias nacionales.
La microempresa, familiar o individual, coinciden varios especialistas, debe contar con una adecuada asesoría y apoyo del sector financiero, sobre todo para evitar que el mercado se sature y se reduzcan las posibilidades de surgimiento de quienes, por distintas razones, salieron del trabajo corporativo.