Crisis social se agudiza en UE por debacle financiera
La Unión Europea (UE), vista desde afuera como una comunidad próspera, sufre una triste paradoja: mientras consta de países desarrollados, en su seno cohabitan clases altas, medias y bajas en un abanico de niveles de vida y de situaciones económicas. Entre ellas, la pobreza y la exclusión social que afectó en 2011 a unas 120 millones de personas, de acuerdo con un estudio de la oficina estadística de la Comisión Europea “Eurostat”.
Un 24,2% de la población que ganó menos del 60% del ingreso mediano de su país y que sufrió amenazas de pobreza monetaria (después de las transferencias sociales) vivió en familias con poco trabajo o estuvo en situación de privación material severa. Las tasas baten récord en Bulgaria (con 49% de pobreza en 2011), así como en Rumania y Letonia (40%), que son los últimos países que integraron la Unión Europea, mientras que las más bajas se registran en República Checa (15%), Países Bajos y Suecia (16%).
Si la comunidad experimenta disparidades, la crisis llega a los países más ricos. Así, alrededor de un 19,9% de la población alemana vive por debajo del umbral de pobreza, tasa similar a la de Francia.
De forma preocupante, las cifras aumentan continuamente. Las asociaciones de ayuda a los más desfavorecidos lo demuestran a diario: los solicitantes son cada vez más numerosos. La asociación francesa “Les Restos du coeur” acogió, desde el principio de 2013, aproximadamente un 11% de personas suplementarias. “Desde el invierno de 2008 esta agrupación tuvo que apoyar a un 40% de personas adicionales”, indica un comunicado reciente de la organización.
La crisis económica incrementó las desigualdades presentes en los países, causando estragos en varios niveles. Así, Grecia y España aumentaron su tasa de desempleo en el grupo de los jóvenes, más aún cuando la pobreza afectó en 2011 a un 31% y 27% de la población, cifras que crecerán si no se encuentran soluciones. De manera general, el nivel de pobreza es más elevado en las personas de situación socioeconómica desfavorable: las mujeres, los jóvenes, ancianos y los migrantes. A esos se suman las familias monoparentales (con un solo progenitor) perjudicadas por la pobreza en un 36,9% en 2010, según Eurostat.
En la Unión Europea aún surgen “nuevos pobres” a menudo provienen de las clases medias afectadas de frente por la coyuntura europea. Sin vivir por debajo del umbral de pobreza, una gran parte de la población, expuesta a la flexibilidad del trabajo, padece de un deterioro de su condición que la podría desfavorecer a largo plazo.
La ausencia de empleo no es la única causa de indigencia. En Europa se desarrollan los “trabajadores pobres” que sufren bajos salarios, trabajos a tiempo parcial o fraccionados, o situaciones que no les permiten satisfacer sus necesidades.
En una familia con niños, en varios casos, un solo ingreso ya no es suficiente. Alcanzando el 8,4% de la población europea en 2009, de acuerdo con Eurostat, las cifras de los trabajadores en situación de pobreza varían según las fuentes. Sea lo que sea, la tasa es importante y no augura nada bueno: un empleo no previene contra la pobreza a una persona cuyos derechos civiles y políticos son menospreciados.
Porque de eso se trata: las personas pobres, según la definición del Consejo de los Ministros, son aquellas “cuyos recursos materiales, culturales y sociales, son limitados al punto que quedan excluidas del estilo de vida mínimamente aceptable para el Estado miembro en el que habitan”. La pobreza implica un perjuicio a los derechos y a la dignidad, así como una pérdida de confianza en uno mismo, todo girando dentro de un círculo vicioso de exclusión y autoexclusión. Antes, la política se centraba en la asistencia. Ahora se convirtió en una pelea para terminar con la exclusión. Al sentirse estigmatizadas, las personas pobres pueden dejar pasar las prestaciones sociales a las que tienen derecho en algunos países. Un no-uso que también está relacionado con una falta de informaciones, con los trámites administrativos complejos y con el contenido de la oferta.
Alarmada por unas cifras que se materializan bajo numerosas formas, la sociedad exige reacciones. Según el Eurobarómetro 377 con fecha de 2012, solo el 22% de los europeos piensa que los esfuerzos hechos para luchar contra la pobreza son suficientes.
Dividida entre la política nacional e interestatal, la Unión Europea trata de enfrentar la problemática de manera adecuada. Para 2020, la comunidad planteó el objetivo de reducir de 20 millones el número de personas afectadas o amenazadas por la pobreza o la exclusión social. Paralelamente, por lo tanto el presupuesto europeo otorgado a la ayuda alimenticia bajó considerablemente. En el período 2014-2020 concernirá a 2,5 mil millones de euros de 28 Estados (con la entrada de Croacia en 2013) contra 3,5 mil millones para 20 Estados actualmente.
Un problema más complicado que los modelos de políticas nacionales varían según los países. El nórdico se basa en la reducción del número de pobres gracias a prestaciones sociales universales; el de Francia y Alemania presume bajar la tasa y la intensidad de la pobreza; el de los Estados mediterráneos ofrece prestaciones sociales débiles, pues el rol de la familia es fundamental.
Frente a la falta de acciones o ineficiencias gubernamentales, cualquiera que sea su modelo económico, el think tank Pour La Solidarité subrayó que la Unión Europea tiene un interés económico en ser solidario, dentro del rol del sector de la economía social, de la inclusión social y de valores más igualitarios.
Léa también: “La tasa de pobreza está ligada a cómo se enfrenta la crisis”