Cosmovisión indígena define educación intercultural bilingüe
Luis Ayala se levanta cuando aún la bruma no abandona el cielo. Los primeros rayos solares están a punto de despertar a los habitantes de la parroquia de San Miguel, en Calderón. El pequeño tiene 11 años. Es delgado y de ojos rasgados. Se coloca el uniforme color gris y luego le dice adiós a sus padres, María Uhco y Juan Ayala. Camina algunas cuadras hasta la escuela. Es jueves, 07:15. El timbre en la Unidad Educativa Mushuc Pacari acaba de sonar.
Luis y otros 755 niños y jóvenes estudian en esta institución que sobrevive hace más de 10 años. Mushuc Pacari -que significa ‘nuevo amanecer’- tiene una particularidad: el 50% de los niños proviene de diferentes nacionalidades de la Sierra, Costa y Amazonía. Por eso se trata de una escuela intercultural bilingüe. La cosmovisión indígena define la enseñanza y métodos de esta escuela, al igual que lo hacen las costumbres ancestrales.
¿Cómo aprenden?
Mushuc Pacari es una construcción con paredes altas y amarillas, dos graderíos de piedra laterales, un pequeño jardín con juegos de metal y aulas en tres pisos. Desde la escuela se puede observar al volcán Cayambe.
Ana Aguinda dicta una clase en kichwa a estudiantes del sexto de educación básica. “¿Imata tyian?”. Y más de cinco brazos se levantan. “Yaku, urku, llamingo, fuyurku”.
La profesora traduce la clase. Ella trabaja hace 12 años en la institución, luego de abandonar la Amazonía y establecerse en la capital. “Vimos las regiones del país, estamos aprendiendo de las costumbres y lo que tenemos en la Costa, Sierra y Oriente. A los estudiantes les gusta el quichua. Muchas de sus familias hablan esta lengua ”, dice.
Aunque en las escuelas interculturales se utilizan uniformes como en las de educación formal, hay recreos de 30 minutos y en los bares hay una que otra golosina, la pedagogía y educación son distintas.
Por ejemplo, en Mushuc Pacari los estudiantes reciben matemáticas y etnomatemáticas.
Etimológicamente etno significa ‘pueblo’. En la educación occidental, en los primeros niveles de estudio, se utiliza el ábaco para contar; en el sistema intercultural se reemplaza por la taptana, una herramienta de madera compuesta por 4 columnas paralelas, de 9 hoyos cada una y un hoyo superior, de mayor tamaño, que representa el cero (0).
La primera columna, de color verde, sirve para contar las unidades; la segunda, azul, las decenas; la tercera, las centenas; y la última, de color amarillo, para las unidades de mil.
En el sistema intercultural, las ciencias naturales también incluyen la palabra etnociencia. Esta asignatura tiene una marcada cosmovisión indígena porque reconoce al agua como un ser que tiene vida.
Con la mirada occidental la comprenderíamos solo como un líquido vital para los seres humanos. Dentro de esta cosmovisión se reconoce a la Pachamama como el eje central de vida. Es la madre tierra.
Evelyn Cangaguamín está muy consciente de ello. “A la Pachamama tenemos que cuidarla porque es la reserva natural de los humanos. Se debe querer a los animales, a las plantas darles agua, hablarles”, explica muy convencida.
También en esta asignatura se reconocen las bondades de la medicina natural y ancestral. Se comprende al solsticio no solo como un fenómeno astronómico sino como el aviso de la madre tierra para sembrar y cosechar.
En el patio principal se dicta la clase de educación física intercultural, en la que los estudiantes se ejercitan como en cualquier otro colegio, pero en sus referencias deportivas no dejan de lado el reconocimiento a los chasquis, que fueron los mensajeros personales de los incas, jóvenes preparados que recorrían extensos caminos.
Hora de recreo
Son las 10:30 y los chicos salen a jugar. Pequeños y grandes en un mismo espacio. Luis Ayala abandonó de inmediato el pupitre azul de su aula, ubicada en el tercer piso. Según sus compañeros, es quien habla mejor el quichua porque sus padres son de una comunidad indígena en la provincia de Cotopaxi.
“¡Luis!” le gritan sus amigos para que se aproxime y demuestre que maneja a la perfección la lengua. Cansado de correr, se acerca. Tímidamente, pero se acerca.
“Si hablo el quichua bien es porque en mi casa todos lo hablan. Lo que más me gusta de la escuela es que hablamos la lengua, porque no podemos perder nuestras raíces”.
El quichua tiene tres vocales (a, i, u) y 18 consonantes explica el profesor Benjamín Rea, nacido en Chimborazo. “Si recuerda todas las palabras que utiliza en lo cotidiano sin saber el quichua, como achachay, guagua, taita, arraray, se dará cuenta de que no existe la vocal e ni la o”.
Para el profesor de 32 años es importante que se sumen más estudiantes que no conocen la lengua, solo así perdurará a través del tiempo. Este es el caso de Catalina Cevallos, una niña afroecuatoriana de 10 años que llegó con su madre hace algún tiempo desde Santo Domingo de los Tsáchilas. “Al principio no entendía nada, pero ahora ya sé un poco, me encanta. Esto me gusta del colegio y también que todos son buenos”.
Este concepto de inclusión es clave en el sistema de educación intercultural, expresa Ángel Chacha, vicerrector de la institución, porque permite que los niños se respeten unos a otros, sin distinción alguna y conociendo que todos tienen el mismo derecho a educarse.
Una bocina avisa al alumnado que el recreo ha terminado. Algunos suben las escaleras con la sandía a medio comer y otros con el plato blanco de plástico repleto de arroz con carne al jugo.
En cuestión de dos minutos hay silencio, los pasillos están vacíos y solo se observan las siluetas de los maestros y los niños en las aulas.
En el tercer piso del edificio, William Quilumba, el rector encargado, habla sobre el sistema educativo de Mushuc Pacari. Dice que le asusta la demanda actual de estudiantes, porque los libros y herramientas de aprendizaje son escasos y eso impacta en la educación que imparten. Agrega que el sistema intercultural es rico en saberes, pero es muy poco comprendido: “Cuando hay una presentación de danza ecuatoriana con los trajes típicos de nuestros pueblos, las personas dicen que se van a disfrazar. Imagínese ese pensar errado. Se trata de nuestra vestimenta, no de un disfraz”.