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El Telégrafo
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Entrevista / phd Celia Sánchez / profesora titular de la universidad complutense de madrid

"Con el Código Ingenios se protege a los investigadores y sus inventos"

Foto: Eduardo Escobar / El Telégrafo
Foto: Eduardo Escobar / El Telégrafo
13 de octubre de 2015 - 00:00 - Redacción Sociedad

El ser humano debe estar en promedio no más de 8 horas frente al computador o un equipo electrónico. Para mala fortuna, esto no ocurre, pues con el avance de las tecnologías la jornada de trabajo y el uso de un dispositivo se han disparado. Lo que ha inventado la doctora Celia Sánchez y su equipo en la Universidad Complutense de Madrid son unas mallas protectoras para las pantallas, incluso las de celular, que protegen al ojo de la sobreexposición de luz natural y artificial.

Este invento es uno de los 17 que tiene registrados a nombre de la Complutense, institución a la que está ligada hace 30 años. Sánchez, quien en julio dictó un curso a los docentes de escuelas y colegios fiscales, hoy mira con expectativa los proyectos en Ecuador para proteger a los investigadores y su proceso de innovación.

Si tuviéramos que definir el acto de desarrollar un invento y luego inscribir una patente, ¿cuál sería?

Hacer una patente es hacer algo público, pues la patente es lo contrario al secreto industrial, que si bien es un mecanismo totalmente válido, no genera conocimiento.

En cambio la patente sí, porque al estar en bases de datos gratuitas eso permite que otros investigadores, en Corea u otro país, aprendan de la experiencia y no dupliquen el trabajo. Lo que hace un Estado es proteger ese invento otorgando con la patente una titularidad por un determinado tiempo para que lo pueda seguir mejorando o explotando. Con una patente se pone un invento al servicio de la sociedad.

En ese contexto, ¿cómo debería ser la relación entre la empresa privada y la universidad, creadora de patentes?

La titularidad de la patente, al menos en España, la tiene la universidad, aunque en mi caso la inventora soy yo. Lo que ocurre es que la institución superior crea una spin-off o empresa tecnológica, que se encarga de fabricar el invento, contacta a diferentes fabricantes y en contrapartida entrega royalties o ganancias a la universidad.

La spin-off es la comercializadora, y muchas veces la universidad y los docentes tienen participación en esta empresa. El secreto está en la relación universidad y empresa, porque en España una compañía nos puede contratar para desarrollar una investigación; por el otro podemos inventar algo, pero al momento de hacer prototipos o buscar canales de distribución es la spin-off quien lo hace.

¿Cuán importante es para un país que recién inicia con la apuesta por el conocimiento contar con un marco legal como el Código Ingenios?

No solo que es importante, es imprescindible, porque se protege a los investigadores y sus inventos; además, se darán respuestas ágiles en el tiempo al científico. El inventor sabe que puede negociar con los productores y esa es la relación de la que hablamos entre la universidad y empresa. El Código ayudará mucho a la investigación en Ecuador.

La Universidad del Conocimiento Yachay también apunta a eso...

Yachay será un puente entre la empresa y la academia, porque también incluye la figura de incubadoras, que permitirán transmitir el conocimiento. Además de las incubadoras debe haber gestores de conocimiento, que son economistas, pero con una formación científica. 

¿Qué país está a la vanguardia de la generación de patentes?

China, en menos de 10 años, es la primera potencia en patentes; luego le siguen Corea y EE.UU. Todo se debe a que estos países han apostado por ello, el Gobierno ha invertido en procesos y tienen programas que funcionan bien. (I)

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