Comunidades se valen del trueque para hacer fanesca
Más de 150 personas, que pertenecen a 17 comunidades, llegaron hasta Otavalo para desplazar momentáneamente las formas de comercialización del capitalismo.
El objetivo del viaje que los concentró en el parque “El caballito” era trocar sus productos por otros que no crecen en sus tierras, para poder preparar la fanesca.
Nada de dólares, ayer en Otavalo unas papas costaban una papaya, los verdes podían ser cambiados por mellocos y las naranjillas tuvieron un precio de cambio equivalente a una funda de fréjoles.
Los pueblos otavaleños, cayambis, caranquis, imbayas, cotacachis, pinsanquis, entre otros, participaron en el trueque, una práctica que, según Mercedes Muenala, funcionaria de la Dirección de Salud de Imbabura, es una costumbre milenaria de los pueblos ancestrales que habitan en la provincia.
Destacó, sin embargo, que esta forma de intercambio se ha ido perdiendo con el transcurso de los años. Néstor Taicus, uno de los 30 comuneros Awa, a las 03:00 dejó su casa en Ibelde y emprendió una travesía de seis horas, hasta llegar a Otavalo: “Fue un viaje largo, pero no nos importa, con tal de participar del trueque y llevarnos los productos que no se dan en nuestras tierras”, manifestó.
Él llevó los que cosechan en la zona subtropical, en el límite entre las provincias de Imbabura, Esmeraldas y Carchi.
Carmen Tuquerrez, de la comunidad Cambugán, del cantón Otavalo, madrugó para llegar hasta el parque. Durante la noche peló dos sacos de habas que deseaba cambiar por mellocos, fréjol y zapallos, que utilizará en la elaboración de la fanesca para su familia: “Si tengo suerte, incluso, quiero cambiar mis habas por bacalao”, comentó.
“Cambio 10 tomates por un litro de leche”, gritaba Sergio Chalá, otro de los cambistas. Había viajado una hora desde su natal Valle del Chota hasta el Valle del Amanecer. “A mí me gusta participar de los ‘cambeos’ (trueque), porque es la única forma de hacer la fanesca para mis hijos”.
Y aun cuando el tomate riñón no se utiliza para preparar la fanesca, Sergio lo ofrecía para el intercambio: “Aunque sea para hacer el ají han de utilizar”, comentó.
Elsa Lanchimba, de la comunidad de Peguche, llegó tarde a la feria, pero fue la primera en retirarse. Durante toda la noche desgranó el choclo tierno para cambiarlo por frutas. Y apenas colocó su poncho en el suelo para mostrar el resultado de su trabajo en el campo, se acercaron otras personas con toda clase de productos, para intercambiar.
Nancy Cadena, técnica del proyecto Feria Solidaria del Gobierno Provincial de Imbabura (GPI), institución que facilitó la infraestructura de la actividad, coincidió en afirmar que el trueque es una práctica que existe desde tiempos inmemorables y que, para bien de la tradición, no ha desaparecido del todo. Al menos no en Imbabura.