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Ecuador, 22 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Una historia de amor que se escribió con lava

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Vastas planicies, valles cobijados por nevados, volcanes activos y extintos, enormes cañones, entre otros accidentes geográficos, son las características de la Sierra centro del país.

Allí se encuentran las provincias de Tungurahua, Cotopaxi y Chimborazo. Pese a ser vecinas y tener similitudes lingüísticas y culturales, la geografía de dichas localidades es tan multidiversa como caprichosa.

La irregularidad del suelo es muestra fehaciente del historial volcánico de la región. De hecho, las tres provincias reciben el nombre de sus volcanes insignes.

Según el Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional, el estado de los tres  colosos es: en erupción, activo y potencialmente activo, respectivamente.

La “mama” Tungurahua, una elevación de 5.023 metros de altura, es la protagonista de una de las leyendas más conocidas y apreciadas en la cosmovisión andina.

En dicho imaginario, esta montaña pertenece al género femenino y es vista como la generadora de vida.

Riña de gigantes
De acuerdo con atávicos relatos, que se han mantenido hasta la actualidad gracias a la transmisión oral de padres a hijos, en tiempos inmemorables surgió un conflicto entre los volcanes Chimborazo y Cotopaxi por el afán de conquistar el amor de la “doncella” Tungurahua.

Luchando por merecer el corazón de la temperamental Tungurahua, ambos colosos libraron una batalla épica.

“En sus arranques de furia expulsaban vapor de agua, cenizas, rocas incandescentes y fuego, como estrategias o artilugios de intimidación hacia el contrario, pero a la vez para impresionar a su amada”, explica Pedro Reino, quien es el cronista oficial de Ambato e historiador reconocido del país.

Si bien esta es solo una leyenda, aclara Reino, es considerada por las nacionalidades indígenas locales como una narración casi sagrada, en la que se detalla el origen del territorio de lo que hoy es la Sierra central.

Fruto de los arrebatos celosos de los volcanes Chimborazo y Cotopaxi, que según la leyenda hace siglos eran mucho más grandes e intensos que en la actualidad, la expulsión de lava, rocas incandescentes, agua hirviente y densas columnas de humo y vapor eran permanentes siglos atrás, el suelo de la región sufrió alteraciones que se aprecian hasta hoy.

Estos cambios drásticos de humor de ambos macizos montañosos durante el cortejo, produjeron fuertes sismos, lluvias torrenciales, vientos huracanados y cambio en el curso de ríos.

“Esto transformó progresivamente la geografía y las características de la topografía en las tres provincias y además creó el ambiente propicio para la vida animal, vegetal y humana que hoy tenemos”, asegura Francisco Miniguano, un anciano salasaca, en el cantón Pelileo (provincia de Tungurahua).

Al final la “mama” Tungurahua le entregó su corazón al imponente nevado Chimborazo, se casaron y tuvieron un hijo, el “guagua” Pichincha. Este singular desenlace sumió en una profunda tristeza al Cotopaxi.

Según la historia fantástica, con el tiempo este despertará cuando sienta que su amor puede ser nuevamente correspondido.

Rivales de amor
Otra de las leyendas sobre las montañas sagradas es aquella que narra la historia de un amorío furtivo entre la “mama Tungurahua”, luego de su compromiso con el Chimborazo y el Cotopaxi.

Tras un tiempo de romance entre la infiel y su eterno amante, este último habría empezado a cortejar a la Illiniza menor, despertando los celos inconmensurables de la “mama” Tungurahua.

Entonces, en un arranque de furia esta atacó a su rival con toda la furia de la naturaleza, lava, cenizas y bramidos inefables, lo cual le generó un daño irreparable. (I)

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