Cesareo Villamar, uno de los tantos hombres que asumen varios roles en su vida
Cada 19 de noviembre, desde 1992, se conmemora el Día Internacional del Hombre, que fue establecido por Thomas Oaster, un profesor de la Universidad de Missuri – Kansas. La iniciativa fue apoyada por Ingeborg Breines, directora del programa Mujeres Cultura y Paz de Unesco.
Para conmemorar la fecha se llegó al acuerdo de que se lo haga teniendo en cuenta algunos pilares, como el de celebrar las contribuciones positivas del hombre a la sociedad, mejorar las relaciones de género y promover la igualdad, entre otros.
Sin embargo, a través del tiempo, la fecha no ha alcanzado la misma trascendencia y notoriedad que el Día Internacional de la Mujer.
Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), en Ecuador hay 8’665.937 hombres y 8’844.706 mujeres. Para el 2030, la proyección es de 9’794.930 de hombres y 10’019.837 mujeres.
Un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) revela que el 75% de la tasa de suicidios en el mundo corresponde a los hombres y la mortalidad por homicidios es cuatro veces mayor en el sexo masculino.
En otro aspecto, la brecha salarial entre hombres y mujeres se mantiene, siendo ellos los que más remuneración salarial perciben.
Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sostuvo en octubre de este año, que la contracción esperada de la economía regional (-9,1% en 2020, la peor en un siglo) profundizará las desigualdades de género, ya que las mujeres latinoamericanas y caribeñas se han visto más afectadas que los hombres por el aumento del desempleo, de la pobreza y por la mayor carga de trabajo doméstico y de cuidados no remunerado.
Pero más allá de la conmemoración de la fecha, hay hombres que cumplen varios roles y por eso diario El Telégrafo dialogó con Cesareo Bris Villamar Vera, un hombre de 63 años de edad, quien por tres décadas ha cuidado de su hijo con discapacidad.
Oriundo de Vinces, provincia de Los Ríos, Cesareo Villamar llegó a Guayaquil a la edad de 18 años, con todo el ímpetu de un joven que quería trabajar y tener un mejor estilo de vida. En ese entonces se radicó en la parroquia Pascuales.
A los 25 años se hizo de compromiso y fruto de esa unión tuvo cuatro niñas y un varón. Era una familia normal, con necesidades y limitaciones, pero unida. En ese tiempo, él trabajaba en una zapatería.
Accidente
Cuando su hijo Douglas Leonardo tenía 8 años de edad ocurrió un accidente. Una empresa extranjera, que trabajaba instalando tuberías, hizo una excavación y producto de ello una piedra cayó directo en la cabeza del pequeño niño.
Ese percance cambió la vida de Villamar y toda su familia. Su hijo fue operado y estuvo, según cuenta, un año internado en una clínica de Guayaquil. Los gastos los asumió la empresa responsable.
Sin embargo, desde entonces Douglas quedó con discapacidad física y empezó a sufrir de ataques epilépticos. La esposa de Villamar lo abandonó con sus cinco hijos, pero cuando las niñas estaban grandes se las lllevó, no así al varón.
Desde entonces, don Cesareo ha sido padre y madre para su hijo que hoy tiene 38 años de edad.
Don Cesareo atiende a su hijo Douglas con dedicación y paciencia. Le da sus alimentos y medicinas a tiempo. Cortesía: MIES
Hace 20 años vive en la isla Trinitaria y se dedica a arreglar sandalias. No es un oficio de todos los días sino eventual, por el que cobra $ 2 o $ 1,50, dependiendo del daño del calzado.
Ayuda
Hace poco más de cinco años recibe el bono Joaquín Gallegos Lara, de $ 240, que otorga el Gobierno. Es su único ingreso fijo. “Me sirve muchísimo, de ahí pago todo, el agua, la luz…”.
“Soy padre y madre para él, son 30 años que lo atiendo”, dice don Cesareo con voz apacible, refiriéndose a Douglas.
Además de la discapacidad, él está pendiente de darle a su hijo todas las medicinas que le enviaron los médicos para controlar los ataques de epilepsia, los cuales le daban dos veces al día, cada ocho días. “Se ahogaba, gritaba, ahora está más calmado”, detalla.
Don Cesareo no puede acostarse a descansar antes de las 23:00, pues a esa hora le toca la última medicina a su hijo, quien se despierta a las 05:00 todos los días.
El día de Villamar comienza a esa hora. Hace el desayuno para él y Douglas; luego limpia la casa y lava la ropa en una tina. Si hay algún pedido de arreglo de zapatos lo atiende.
Luego viene la preparación del almuerzo. Por la tarde lo carga unos ocho metros, pues es la hora del baño de Douglas. Una silla de ruedas especial que le dieron hace más de cinco años, le sirve para l aseo de su vástago.
“De ahí lo cargo otra vez, porque el lado derecho (de su cuerpo) lo tiene sin movilidad”, aclara.
su paA las 18:00 es la hora de la merienda y a las 20:00, Douglas ya está durmiendo, hasta las 23:0re lo despierta para que tome su último medicamento.
A Douglas le gusta ver televisión y el fútbol, pero no tienen internet. Se ha enseñado a estar solo con su padre, al punto que cuando llegan sus sobrinos, cambia su carácter, pues no le gusta que agarren sus pertenencias para jugar.
Así transcurre la vida de Cesareo Villamar, un hombre que con amor y sosiego cuida de su hijo. “Los dos vivimos tranquilos, nadie nos molesta”. (I)