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Punto de vista

Cambio climático e hipocresía

Cambio climático e hipocresía
11 de febrero de 2015 - 00:00

Mucho se habla en las redes sociales sobre el atentado a Charlie Hebdo. No es para menos. Pero también se señala la hipocresía que hay detrás del rasgado de vestiduras de tanto análisis y tantas declaraciones.

Que no causen el mismo horror las masacres contra palestinos perpetradas por el Estado de Israel, contra la población civil en Nigeria a manos del Boko Haram o en Siria por el ISIS, solo nos hace pensar que en este mundo al parecer hay ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda categoría. Y que estamos rodeados de hipocresía cuando abrazados desfilan los líderes mundiales, que en muchos casos apoyan directa o indirectamente a los criminales o, en el mejor de los casos, que hacen la vista gorda a sus crímenes.

La hipocresía mundial se está volviendo generalizada. El combate al cambio climático es otra muestra de ello. Mientras todos los países hablan y discuten sobre este fenómeno planetario, muy poco se hace para enfrentarlo. Y es que el cambio climático dejó de ser un tema estrictamente ambiental. Desde hace años se ha convertido en el problema geopolítico más dramático de los últimos tiempos porque implica sobre todo intereses económicos y políticos.

Por ejemplo, el cambio de hábitos de consumo de los estadounidenses, necesario para bajar entre otras cosas el consumo de petróleo y disminuir emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera, implicaría un fuerte impacto a la economía de ese país, que basa su poder económico entre otras cosas, en el consumismo de sus habitantes. Y tratar de tomar medidas anti-consumo traería, por supuesto, un costo político para el gobernante de turno.

Cambiar la tecnología de la estructura productiva industrial de Japón, necesaria también para disminuir emisiones, implicaría miles de millones de dólares de inversión y un retroceso de años frente a su competidor, China, que por ser país en desarrollo no tiene obligaciones vinculantes de hacerlo. Japón optó por la estrategia de abandonar el Protocolo de Kioto para evitar ser obligado a tomar medidas radicales y costosas y no perder competitividad frente a sus vecinos.

Y como sucede normalmente, quienes sufren las consecuencias del cambio climático son los más pobres, los sectores marginales, los excluidos y más vulnerables especialmente de los países en desarrollo. Al haber intereses económicos y políticos de por medio, poco se hace por revertir la situación. Seamos claros: los países industrializados tienen una deuda histórica con el planeta, porque se apropiaron y contaminaron un bien público: la atmósfera.

El reconocimiento de esa deuda implica la obligación moral de apoyar a los países en desarrollo, especialmente a los más pobres, con recursos para enfrentar el cambio climático a fin de “adaptar” sus economías e infraestructura a esta situación y para reparar los daños que el cambio climático produce en sus poblaciones. No hacerlo es alimentar la hipocresía global sobre este y otros temas.

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