Las calles de las ciudades requieren de un rediseño
Guayaquil, históricamente, tuvo un desarrollo desordenado en su diseño urbanístico: no tomó en cuenta facilidades para las personas con discapacidad, adultos mayores y para quienes se han accidentado.
En las calles regeneradas de la urbe porteña, como la Nueve de Octubre, el señor Pedro Pino, quien usa silla de ruedas, no puede subir por una rampa, pues es muy angosta y presenta desnivel.
La fuerza de sus brazos es insuficiente para impulsarse y subir a la vereda, lugar más seguro para su integridad. Por el contrario, debe circular por la calle y ser empujado por otra persona, junto a los autos.
El adoquinado que adorna algunas vías principales también es un obstáculo por las irregularidades del terreno.
En otras ciudades con alto número de personas con dificultades de movilidad se repite la existencia de barreras en el espacio público.
En Manta, Alfonso Macías, invidente, se desplaza diariamente desde el barrio Urbirríos hasta la playa El Murciélago. Lo hace en bus.
La rutina le ha enseñado a identificar el trayecto hasta llegar al Malecón Escénico.
En el sitio los turistas le ofrecen un incentivo por su talento: tocar melodías.
Él conoce el lugar perfectamente, pero no se siente igual de seguro por las vías.
“Se me hace difícil porque le faltan barandas para guiarme”. Para usar bastón de rastreo debe existir señalética especial. Cuando requiere movilizarse a otros lugares, lo acompaña su esposa.
Rita Párraga, coordinadora de la Asociación de Personas con Discapacidad Visual San Pablo de Manta, ratifica que existen obstáculos y que las rampas no se encuentran bien construidas: “Algunas están muy inclinadas y otras muy angostas”.
Según el Consejo Nacional para la Igualdad de Discapacidades (Conadis), el 46,6% de los miembros del colectivo presenta discapacidad física; el 22,3%, intelectual; el 14,1%, auditiva; el 11,7%, visual; y el 51%, psicosocial.
También Jaime Álvarez, quien vive en Quito, se enfrenta diariamente a los obstáculos. Los quioscos colocados de forma antitécnica en las aceras lo perjudican.
Y cuando logra sortearlos se encuentra con automóviles que se parquean en los lugares no autorizados y le bloquean el acceso o el descenso hacia las veredas. Él, en esos casos, se siente impotente. “Si voy al parque La Carolina necesito de ayuda para desplazarme, no es accesible”.
El colectivo, en esta parte del país, tampoco tiene la autonomía suficiente debido a las barreras que se mantienen en los sitios de esparcimiento.
Pese a la normativa de accesibilidad al medio físico, aún hay infraestructuras que impiden la movilidad y que solo cuentan con gradas.
El consejero presidencial, Xavier Torres, plantea que en la repavimentación de las avenidas de Quito deben habilitarse las conexiones con las aceras.
En la capital y en todas las ciudades -comenta- debe existir un compromiso de los alcaldes para aplicar la normativa de accesibilidad.
Soluciones
La concejal de Guayaquil Luzmila Nicolaide reconoce que ciertas rampas están mal hechas, pero asegura que el problema está en análisis.
Dichos detalles -adelanta- son revisados en una planificación arquitectónica dentro de un informe. Estos serán concluidos el próximo mes.
“Los ascensores en los pasos peatonales están en el proyecto de la alcaldesa Cynthia Viteri”. Para la edil, la estrechez de la vereda es universal.
Betsabé Pilaloa, presidenta de Asopléjica, aún anhela recorrer completamente el centro del puerto principal.
Cuando llega a la altura del Barrio Las Peñas se detiene allí y lo contempla con nostalgia porque el camino empedrado y los escalones hacen imposible un paseo e instante de distracción, pues ella utiliza una silla de ruedas.
La única manera de llegar sería en un vehículo, por el otro extremo, pero no todos los ciudadanos cuentan con un automóvil. “Lugares como el Cerro Santa Ana solo lo he visto por los medios”.
Por eso, mantuvo una reunión con el concejal Jorge Rodríguez para contarle de esas dificultades. “No pretendemos ser especiales, sino acceder a los mismos lugares con los mismos derechos”.
Rodríguez manifestó que está listo el diseño y ya se han hecho inspecciones. Hay un programa piloto para todo el centro de Guayaquil. “Pondremos ayudas desde la Plaza de la Administración”.
En Manta se impulsa un modelo distinto de veredas, sobre todo en el acceso a los garajes. El estilo ya no es inclinado, sino que se mantiene a la altura de la acera para que alguien en silla de ruedas pueda pasar. Un ejemplo se observa en la calle 216 de la parroquia Eloy Alfaro.
De su lado, Mariana Moreira, secretaria técnica (e) del Consejo de Protección de Derechos de Manta, señala que la intención es que poco a poco se vayan reestructurando y adaptando con las normas del Instituto Ecuatoriano de Normalización (INEN).
“La ciudad está en un proceso en desarrollo para que sea inclusiva”, manifiesta.
Para lograr ese fin cada una de las instituciones debe pasar por un proceso de sensibilización. Sin embargo, ciudades como Cuenca ya trabajan en normas que abarcan los trasladados en buses.
Según la Ordenanza Municipal que regula la transportación urbana, hasta marzo del 2020 las unidades tienen que reemplazarse en su totalidad y el 20% debe tener acceso para el colectivo de atención prioritaria.
El presidente de la Cámara de Transporte de Cuenca, Wilson Albarracín, indica que los nuevos buses disponen de “camas” o elevadores. “Tenemos que brindar nuestro aporte para este sector de ciudadanos”.
Las aceras del centro histórico de Cuenca cuentan con rampas amplias. (I)