La mitología indígena marca los festejos del calendario andino
Confundido y asombrado un niño de 10 años observaba a un amigo de su abuelo danzando y tocando la flauta extasiado, con los ojos desorbitados y acercándose al filo de una quebrada.
Los adultos que estaban con el menor esa noche de junio, hace 28 años, en Cotama (comunidad de Otavalo, provincia de Imbabura), alcanzaron al hombre, lo acostaron en el piso y le rociaron agua del río para que despertara.
Treinta minutos antes todo el grupo danzaba en círculo como parte de uno de los rituales del Inti Raymi (Fiesta del Sol), celebración de agradecimiento por las cosechas, la más importante de las cuatro que tiene el calendario andino que rige para la nacionalidad kichwa.
Las otras tres son: El Kuya Raymi (septiembre) que representan la preparación de la tierra; el Kapac Raymi (diciembre) que es el cuidado de la siembra; el Paukar Raymi, que es el florecimiento de esas plantas.
En temporadas de raymis se manifiestan los saberes ancestrales y parte de ellos es la mitología de la cultura andina. “Se habla de dualidad: Día-noche, sol-luna, hombre-mujer. De igual forma existe lo bueno y lo malo, por eso buscamos un equilibrio con los rituales”, señala Pedro Cabascango, quien presenció la escena del danzante extasiado hace 28 años y la compartió en una charla sobre el Inti Raymi en la Universidad de las Artes (UArtes).
Al respecto, el experto en Cosmovisión Andina y gestor cultural de patrimonios y emprendimientos culturales creativos de la Unesco, afirma que en el ritual del baile del Inti Raymi bajan los Aya Huma (líderes espirituales) o Ayas positivos (buenos) a compartir con ellos, pero agrega que también llegan los Ayas negativos (malos) para hacer maldades.
“En las comunidades siempre ocurren fenómenos, como el fallecimiento de líderes, sabios y más personalidades reconocidas dentro del mundo andino. Es algo que solo la Pacha Mama lo puede explicar”. Es algo que pudo ocurrirle a aquel hombre, si sus compañeros no llegan a tiempo para rescatarlo.
“Cuando despertó dijo que estuvo acompañado de unos 30 danzantes gigantes y que fue un privilegio tocar la flauta con ellos”.
Pedro explica que se trata de los Ayas negativos. Físicamente no se los ve, pero acechan con tanta fuerza a los bailarines que se salen del círculo y se muestran ante ellos como músicos gigantes para conducirlos hacia la muerte y llevarse su espíritu.
“Están apartados, por eso es que cuando uno se aleja del grupo, los negativos lo cogen y lo van llevando”, expresa el exdirector nacional de Educación Intercultural Bilingüe.
Cuando era niño Pedro no entendía lo que sucedía con el amigo de su abuelo. “Después me informaron mis abuelos y padres que lo cogieron los Ayas. Esto es parte de los saberes ancestrales. No todo está escrito. Nuestros conocimientos son más basados en la oralidad”.
El Ministerio de Cultura y Patrimonio explica que el personaje central del Inti Raymi es el Aya Huma, conocido erróneamente como “Diablo Huma”. “La confusión tiene su origen en la imposición de la religión católica de los conquistadores, quienes en su intento de evangelizar a los nativos y eliminar lo que consideraban “supersticiones”, asociaron la imagen del Aya Huma con lo diabólico”.
Lucila Lema, docente de Estudios de Oralidad en la UArtes, indica que el Aya Huma lidera la danza y representa el espíritu de la naturaleza, de la madre tierra. “El zapateo que se produce en el baile es esa comunicación de las personas con la tierra”.
La caracterización del personaje está llena de simbología: su máscara de dos caras representa la dualidad del mundo: el pasado y el futuro, el día y la noche, el norte y el sur. Sus cabellos en número de 12 representan a la serpiente, que es la sabiduría.
Su vestido es un conjunto de remiendos que simboliza el “descuartizamiento sufrido por la cultura local tras la llegada de los españoles. En su mano derecha tiene un acial, especie de látigo, que aparenta la curación autoridad y poder. En su mano izquierda lleva un gato disecado que representa el sometimiento. Sus muslos y piernas están cubiertos por un zamarro, manifestación de autoridad y dominio sobre las tierras ancestrales (I).