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Ecuador, 26 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Buen humor y labia son gancho de los ‘jaladores’

Los ‘jaladores’ son fáciles de ubicar. Se los distingue porque en su andar muestran coloridos letreros de los servicios que ofrecen.  Ellos son contratados por los tramitadores que ayudan en los papeleos del Seguro Social.
Los ‘jaladores’ son fáciles de ubicar. Se los distingue porque en su andar muestran coloridos letreros de los servicios que ofrecen. Ellos son contratados por los tramitadores que ayudan en los papeleos del Seguro Social.
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Un papelito blanco se desliza sobre el escritorio de la ventanilla de Información. “Siga estos pasos y ahí se genera la clave”, responde en forma mecánica una empleada a la afiliada Rosa Angamarca (nombre protegido), quien llega para pedir la contraseña de su usuario.

La mujer finge que comprende lo que le explica la dependiente porque cuando quiere consultarle dónde pueden ayudarle su pregunta es interrumpida con un escueto “¡Siguiente, por favor!”.  Rosa coge el papel con resignación, pero se queda pendiente del trámite.

“Quiero  jubilarme, pero me dijeron que tengo que sacar la clave. Mi hija me la abrió hace unos  años, yo no me acuerdo”. 

Esta usuaria de 66 años llegó desde Oyacoto (norte de Quito) con la ilusión de comenzar el trámite en el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS). La mujer se ha dedicado a las labores domésticas desde que cumplió 35 años. Solo hace 14 años se afilió por su cuenta, pero hace ocho años sus patrones la afiliaron.

Ahora quiere retirarse para cobrar su pensión. Sin mayor recelo, la mujer delgada, de rostro limpio y arrugado, muestra sus manos huesudas y venosas. “La artritis me mata. Los dedos me duelen después de planchar. Me quiero retirar”, dice mientras guarda el papelito en la chauchera (monedero).

La mayoría de ‘jaladores’ son jóvenes. Se acercan a las personas que salen del edificio o que van a ingresar. En los exteriores se puede ver que hay una fuerte competencia. El que convenza al cliente se lleva la ganancia.

Sus pasos son lentos al salir de la Caja del Seguro, uno de los edificios con más actividad comercial en Quito, que se mantiene álgido por el ajetreo de jubilados, pensionistas y empleados. Ellos esperan recibir el siguiente turno, cuando toca el timbre. 

Rosa se alza la capucha para evitar la llovizna. Camina con cuidado sobre el piso mojado y baja los escalones en el acceso principal.

El ruido de los voceros de periódicos, comerciantes de pilas, cigarrillos, chicles y hasta de la milagrosa crema de nácar, no merma la preocupación de la afiliada.

La señora se abre paso hacia la acera de la avenida 10 de Agosto, que se torna angosta entre la salida del edificio y el andén del Trolebús.

Un grupo de jóvenes enfundados en chompas rompe vientos y coloridos guantes de lana, ostentan carteles con letras gruesas, surtidas de tonos fosforescentes. “Servicio de internet; fondos de reserva y claves del IESS”.

“¿Qué quiere, madre? ¿Hay algo en lo que le pueda ayudar?”, comenta sigiloso  uno de los promotores de trámites que se agolpan en el lugar. El joven le habla bajito a la afiliada para que la competencia no le haga ‘la foca’ (escándalo). En forma confianzuda le agarra del hombro y se la lleva a un costado para ‘transar’ el trato.

“Dígame, madre, ¿qué se le ofrece?”. Rosa saca con temor el papel de su carterita de cuero y se lo muestra al joven, quien sin pensar dos veces la agarra de la mano.

“Verá, madre, eso es ‘tillos’ (fácil), vamos a la vuelta de la esquina y le ayudamos”, esboza emocionado Xavier Cerda, quien se dedica a ‘jalar’ clientes desde hace 4 meses. Los ‘jaladores’ se ubican afuera de un edificio y llevan a los usuarios a oficinas de  tramitadores que ofrecen asistencia en expedientes o en los papeleos en la página web. En la Caja del Seguro hay al menos 30 promotores de estos servicios: jóvenes, adultos, madres, solteros... El perfil  es surtido.

Xavier tiene 23 años. No estudia ni ha sido llamado por las empresas donde presentó su currículo. Un amigo le contó que necesitaban personal y se animó.  El joven reconoce que cuando le propusieron esta ‘chaucha’ (ocupación) pensó que era fácil.

Pero, en la práctica, las cosas son más duras. “Es difícil hablar con la gente, sobre todo porque camina apresurada. No paran bola”.

El muchacho reconoce que atraer personas requiere de talento. “Hay que tener labia (facilidad de palabra) para que la gente tenga  confianza”.

Y la competencia es muy fuerte. Algunos ‘jaladores’ ya tienen un año o más en esta actividad e incluso están en su sitio fijo y nadie los mueve de ahí. Los más novatos tienen que ubicarse a los costados de la salida para persuadir a los usuarios del servicio.

Más ganancias
Por cada cliente que lleve hasta los tramitadores, Xavier recibe $ 2. Al día obtiene entre $ 15 y $ 18. Lo importante es mover gente en las ‘horas pico’ (entre las 10:00 y las 12:00), que es el lapso cuando más personas llegan.

En la actualidad, el IESS cuenta con 30.115 pensionistas por invalidez; 334.401 por vejez; 1.746 por discapacidad y 116.170 por montepío.

Por eso la página del Seguro Social mantiene gran movimiento de usuarios que procuran cumplir con los procesos de afiliación.

Según las cifras de la entidad, el sitio virtual recibe un promedio de 25 mil visitas diarias. La actividad más recurrente se registra los lunes y la hora de mayor ingreso de usuarios es a partir de las 10:00. Los servicios más solicitados son el de cesantía, consultas y citas médicas, seguro de salud, jubilación ordinaria, entre otros.

Según el reporte de accesos a esa página web, el 8 de enero fue el día con mayor actividad en lo que va del año. Solo esa fecha ingresaron 35.454 usuarios, se iniciaron 41.971 sesiones y hubo 86.238 visitas a sus páginas.

Cada sesión tuvo una duración promedio de 02:46.

Pero estos negocios tienen buenas ganancias cuando los ‘jaladores’ convencen a los usuarios de solicitar los papeleos más complicados, ya que son los más costosos.

Entre estos se encuentran las impugnaciones de las deudas o las moras por las afiliaciones patronales, que valen alrededor de $ 5. Pero si se da seguimiento al caso se les cobra el 5% dependiendo de la deuda.

Hay otros procesos: cualquier consulta cuesta $ 1; el trámite de la clave o un certificado, $ 2. Cuando quieren iniciar el pedido de un préstamo se cancelan $ 5, etc.  

Esteban Chimbo (22 años) prefiere llegar a los ‘mayorcitos’ porque ellos requieren más de estas diligencias. El joven que dejó los estudios universitarios en Redes y Sistemas de la Universidad Central se dedica a esta labor desde hace dos semanas.  

Al día gana entre $ 10 y $ 15 y dice que su ocupación es también una “asistencia social”, un ‘acolite’. “Los viejitos no manejan las tecnologías”, reitera.

Hay ciertos inconvenientes que tienen que enfrentar estos informales. Muchas veces los clientes sienten recelo de acercarse a los ‘jaladores’, especialmente porque hace varias semanas -en la planta baja de la Caja del Seguro- se colocaron letreros que alertaban a los afiliados de los tramitadores. Es el lamento de Marcia Lema, coordinadora de Asotrámite, que ofrece esta prestación.

“Nos parece injusto que hablen mal de nosotros porque esta actividad es honrada. Nosotros no buscamos robar a los usuarios, sino guiarlos”, dice.

La mujer instaló su oficina hace 8 meses. Ella reconoce que es duro convencer a los usuarios de su razón social.

“Los empleados del IESS no siempre ayudan, especialmente a las personas que vienen de otras provincias o las que son viejitas. Nuestro servicio es necesario”, comenta.

Su puesto está en la oficina 26 del centro comercial El Goloso, ubicado en las calles Bogotá y Salinas, a pocos metros del Seguro.

Ese edificio comercial tiene cuatro plantas y un subsuelo; allí se instalan al menos 20 locales que ofrecen la misma atención.

Marcia es la fundadora de su negocio. Ella labora con cuatro personas de la familia. Su hijo, Andrés Díaz, quien es ingeniero en Administración de Empresas, se encarga de la tramitología.

Su cuñada, Inés Lema, quien se ubica en la parte trasera de la Caja del Seguro, atrae a los clientes.

Andrés estima que los tramitadores se encuentran en el lugar desde hace 12 años, pero el auge de los ‘jaladores’ se siente desde hace año y medio. Antes, dice, el personal que asistía en estos trámites no necesitaba atraer clientes, pero a medida que creció la demanda contrataron personal para estas tareas. El ajetreo depende del número de clientes que los ‘jaladores’ consigan. En días buenos se hacen hasta 30 procesos y en malos unos        $ 10. “Las jornadas más fuertes son en quincena porque hay actualización del sistema y se sacan planillas”, explica.

La competencia es dura
Los comerciantes dicen que la actividad se propagó.

Eso puede verse en los exteriores de otras dependencias como el Registro Civil. Allí asesoran para trámites digitales como el pasaporte.

A pocos metros de la entidad se encuentra la Plataforma Financiera, en donde los ‘jaladores’ se concentran afuera del edificio por trámites del Servicio de Rentas Internas (SRI) como son las declaraciones de impuestos, trámites del RUC y otros.

Andrés reconoce que ahora la competencia de ‘jalar’ es mayor por la presencia de extranjeros, puesto que la ocupación no requiere de documentos de estadía ni permisos de trabajo. “Es una actividad informal”, aclara.

Jessenia Pérez, ciudadana venezolana, quien llegó a Ecuador hace un mes, es un ejemplo de esta tendencia.

Esta mujer, oriunda de Barinas, de tez morena y cabellos tinturados, no duda en mostrar una cordial sonrisa a los transeúntes para llamar su atención.

En solo un par de semanas entendió “la movida” y aprendió este oficio que dista mucho de la labor a la que se dedicaba en su país de origen.

En Venezuela se graduó como licenciada en Administración y era jefa de personal en el hospital Jesús Arnoldo Camacho Peña. Reconoció que el cargo era muy alto, pero la remuneración muy baja. Esta situación motivó a Jessenia a viajar con su esposo, quien labora como guardia en una discoteca.

“En el hospital lo que más nos pagaban era 100 bolívares (10 dólares). Un cartón de huevos, por ejemplo, costaba 180 bolívares (18 dólares). Así no se puede vivir”.

La joven barinés reconoce que su “salario” como ‘jaladora’ representa más de lo que recibía en su país. A ella le pagan $ 2 por trámite y le reconocen $ 2,50 para el almuerzo.  “Gano más o menos el sueldo básico y es una ayuda para mi familia”.

La extranjera cuenta que ‘jalar’ es una actividad dura, en comparación con lo que era su cómodo espacio de oficina. Dejó atrás el uniforme, los tacones y la ropa formal para lucir jean, zapatos tenis, blusa escotada. Y si el frío azota, un par de guantes, un gorro y un saco de lana.

“Yo veo esta actividad como una misión. En la calle hay gente que no sabe cómo cumplir con sus trámites en internet y estamos para ayudar”, reflexiona la joven.

Eso lo constata Rosa Angamarca. Tras 15 minutos de espera, la señora es atendida en uno de los locales ubicados al costado izquierdo del IESS.

En una fila de kioskos de almuerzos, bisutería y repuestos de teléfonos celulares, se encuentran al menos 12 puestos con computadoras e impresoras.

Uno de los prestadores, jefe de Xavier, ayuda a la mujer con la activación de una nueva contraseña que anota en una pequeña hoja y que  guarda en su diminuta chauchera. (I)

Datos

Las horas pico

Según los reportes del IESS, la hora de mayor navegación es a las 10:00. Los tramitadores creen que la hora pico es entre las 10:00 y las 12:00. Otros creen que la demanda crece a las 13:00 porque es la hora del almuerzo. 

25  mil visitas diarias en la página web es el promedio que manejan la cifras de la entidad. 

Los precios por cliente 

‘Jalar’ es una actividad informal. Generalmente se realiza en horarios de oficina. Por cada cliente que consigan se les paga $2, también se les reconoce el almuerzo. 

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