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El Telégrafo
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Brasil: la lucha contra la educación desigual

Brasil: la lucha contra la educación desigual
18 de octubre de 2013 - 00:00

Una de las obras más famosas del escritor austríaco Stefan Zweig, de 1941, se llama "Brasil, el país del futuro". La triste ironía que se repitió durante décadas distorsionó que Brasil "siempre será el país del futuro".

Un gigante continental con cuatro quintos de su historia bajo el poder esclavista despertó en este siglo como una nación emergente que está pagando vertiginosamente parte de su deuda social, y una de ellas es la educativa.  

La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, habló del "pasaporte al futuro" de la educación pública con el ingreso de unos 150 mil millones de dólares dentro de las próximas dos décadas al presupuesto educativo, fruto de la nueva ley de explotación petrolera, que destina las regalías a la educación y a la salud.

El objetivo del gobierno es elevar del actual 6% al 10% del Producto Interno Bruto (PIB) la participación del presupuesto educativo en la distribución de la riqueza nacional. La principal economía latinoamericana vive un momento en el que afloran las desigualdades históricas.

Al mismo tiempo que la Universidad de Sao Paulo (USP, estatal) está ubicada como la mejor de América Latina en los rankings internacionales, el analfabetismo ha dejado de caer y avanzó de 8,6% en 2011 a 8,7% en 2012, según datos del oficial Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). Fue el primer avance del analfabetismo en los últimos 15 años y según el gobierno se debió a un margen de error de la muestra, pero encendió luces de emergencia en el sector.

“Apostaba por  educación de base,  que el gobierno federal asuma el control, sacando a los estados la   responsabilidad”
Cristovam Buarque
Exministro de Educación
Por primera vez en la historia de Brasil, en la última década llegaron mediante becas obligatorias determinadas por el gobierno de Luiz Lula da Silva (2003-2010) a las universidades brasileñas 1 millón de afrodescendientes que de otra forma no hubieran tenido acceso a un ciclo terciario, dominado por las clases medias y altas, mayoritariamente blancas y con posibilidades de buena formación en la educación primaria y educación media. Este es el acertijo que Brasil no pudo resolver aún: para ir a las mejores facultades, las públicas, pasando por varios exámenes, las chances son mayores para los de las escuelas privadas.

El ranking de la institución inglesa QS de 2013 colocó a la USP como la número 1 de América Latina. En tercero y octavo lugar están las también públicas Universidad de Campinas (Unicamp) y la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ).

La USP, creada en 1934, "nació para ser una universidad de investigación y no universidad de masas", dijo su rector, João Grandino Rodas, ante una consulta de EL TELÉGRAFO.  

El presupuesto, que paga el gobierno del estado de Sao Paulo, es de 2.100 millones de dólares anuales. "Es un foco generador de conocimientos, estableciendo bases para la ciencia, el tiempo integral para docentes, investigadores y fomentando la excelencia de la investigación científica y tecnológica", agregó el rector.      

La USP se convirtió la semana pasada en foco de tensión política. Centenares de alumnos tomaron la rectoría en reclamo de elecciones directas para autoridades en las cuales participen los universitarios, contra el modelo actual, en el cual el gobernador presenta varios candidatos a un consejo académico.

Para ingresar a la USP hay más gente que para ver a Justin Bieber. Allí, donde durante décadas se formó la elite del estado más rico de Brasil, este año se inscribieron 172.000 estudiantes. Los asientos ofrecidos fueron, apenas, 11.057.

Por eso, el gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) ha expandido la política de campus universitarios en ciudades de mediano porte con ventajas en los exámenes de ingresos a quienes vienen de la educación pública.

Desde el gobierno se sostiene que una escolaridad del 95%, récord, es producto de las políticas sociales y del ascenso social de los años de Lula y de Rousseff.

Las 13 millones de familias que reciben subsidios del Estado como programa social de distribución de renta tienen la obligación de enviar a sus niños a la escuela y al hospital para chequeos como requisito.

El ingreso masivo de los brasileños pobres, negros e hijos de trabajadores a las universidades se dio bajo el gobierno de Lula y le rindió, esa política, la alcaldía de Sao Paulo, el año pasado, al ex ministro de Educación, Fernando Haddad.

Una de las personas que más sabe de educación en Brasil es el senador Cristovam Buarque, ministro de Educación de Lula durante su primer año de gobierno, en 2003. Se fue por discrepancias estratégicas.

Durante una entrevista con EL TELÉGRAFO el ex gobernador de Brasilia, del Partido Democrático Laborista (PDT), que apoya a Dilma Rousseff, sostuvo que Lula apostó por la educación universitaria y no por la educación primaria.

"Yo apostaba por la educación de base y que el gobierno federal asuma el control, sacando a los estados y municipios la responsabilidad, porque es algo muy grande. Lula es un genio de la política y se orientó electoralmente, aumentó el número de facultades y los muchachos comenzaron a ingresar por primera vez a la facultad, con padres satisfechos. En la universidad, la alegría está a la entrada, pero en la educación básica el resultado no se encuentra a la salida", analizó Buarque.

El senador acostumbra a decir que a Lula le interesa más el club Corinthians que el plan educativo. "Brasil tiene una educación mala. Por alguna razón en nuestro imaginario no le damos importancia a la educación, se busca el buen salario futuro, no la cultura. Ser filósofo en Brasil es algo sin importancia, el profesor gana poco. Yo lo atribuyo al catolicismo que colonizó Brasil, con el cura leyendo y los fieles analfabetos apenas escuchando", dijo.

Para Buarque, el problema radica en la desigualdad económica histórica. "Los pobres abandonaban la escuela y los ricos tenían a la USP. Entonces resolvieron el problema, abandonaron la educación pública y abrieron colegios privados para llegar a lo mejor de la universidad pública”. En Sao Paulo, por ejemplo, la ciudad más rica del país, la normativa indicaba hasta la llegada de Haddad que el niño no debía repetir curso.

Según Buarque, el gobierno de Rousseff debe copiar a Bolivia, Costa Rica, Ecuador y Venezuela en sus programas de alfabetización a gran velocidad, en base al método cubano. "Yo propongo que el alumno que recibe la beca para ir a la facultad, sea alfabetizador de su barrio. Con eso podemos erradicar el analfabetismo en 4 ó 6 años. Pero el presupuesto debería aumentar para eso, aunque incrementa para preocupaciones como aumento de renta, comprar viviendas o automóviles".

Paulo Freire, para Brasil, es más reconocido en el exterior que en su propio país. El autor de Pedagogía del Oprimido y alfabetizador de las masas pobres del noreste del país fue secretario de Educación de Sao Paulo hasta que la dictadura militar, en 1964, lo envió al ostracismo.

Para Buarque, la desigualdad caería más rápido en el país y la educación daría un salto cuando las oportunidades sean otorgadas desde el jardín de infantes.

Y finaliza con un remate de los cinco veces campeones mundiales: "En fútbol Brasil es el mejor o se destaca porque la pelota es redonda para todos. Está demostrado”.

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