1.200 beneficiados tiene el hospital de durán
Bernarda camina con el impulso de Lokomat, tras estar en coma
Noemí Pinto no quiere recordar cuándo, ni cómo fue el accidente de tránsito que tuvo su hija, Bernarda, en 2009, cuando la camioneta en la que viajaba se volcó. “Para mí, ella es un milagro de vida”.
Bernarda, de 29 años, despertó del coma luego de 3 meses en el hospital y hace 2 años recuperó la movilidad en sus piernas a pesar de que los médicos le indicaron que en 10 años se evidenciarían las mejoras luego del trauma cráneoencefálico que sufrió. Sus pasos aún no son firmes. Pero todo avanza por las terapias con el Lokomat, un exoesqueleto robótico, disponible en las áreas de Rehabilitación de los hospitales de Durán (Guayas), el Andrade Marín(Quito), el del IESS de Babahoyo y el de Santo Domingo de los Tsáchilas.
Bernarda acude al centro de Durán y viaja 2 veces a la semana desde la parroquia Victoria, del cantón Salitre, para continuar con su recuperación.
El fisiatra Jorge Soria explica que Lokomat es un exoesquelético con una órtesis (dispositivo de apoyo) a los costados, que se pegan al cuerpo y que sirven para hacer una reeducación de la marcha en los pacientes que han sufrido lesiones neurológicas y con diferentes secuelas, entre ellas están la esclerosis múltiple, el párkinson, hemiplejía y paraplejías.
“Lo más importante no solo es la patología, sino que no tenga factores de exclusión, como un peso mayor a 135 kilos, lesiones de la piel, cardiológica, alteración del sensorio, ventilación mecánica y, sobre todo, que tenga un tono muscular aumentado. La máquina tiene un sensor que reconoce todo y al hacer la marcha se detiene”.
Con el Lokomat se han beneficiado 1.200 pacientes, derivados de diferentes hospitales del país, y gran porcentaje se ha recuperado casi en su totalidad.
Elías Figueroa, quien es uno de los casos, cuenta que en marzo de 2012 a causa del estrés sufrió un infarto cerebral que le dejó dormido la mitad de su cuerpo.
“No podía hablar bien y no podía caminar. Cuando hacía la terapia los movimientos eran como los de los astronautas y mediante esto corregí las pisadas”, relata Figueroa, quien durante 25 años se desempeñó como docente y ahora es jubilado.
Elías se sometió a la rehabilitación durante 6 meses y ahora conduce su auto, pasea en bicicleta y se dedica a cuidar su huerto.
El especialista Soria explica que una de las condiciones para usar el equipo es la capacidad cognitiva, porque deben obedecer las órdenes que envía la máquina.
Eso hace 2 veces a la semana Bernarda, quien luego de ser colocada en el Lokomat por las terapistas, durante 30 minutos (los que inician la terapia cumple 15 minutos), al frente está colocada una pantalla en la que puede observar su caminata.
“Es como un videojuego, pero con cosas específicas, hay que estar en un estado de relajación para que el paciente se sienta cómodo y motivado. El apoyo en la banda va de acuerdo a la adaptación del paciente, iniciamos con la mitad de lo que pesa una persona”, explica el doctor Soria.
El médico asegura que el objetivo general de Lokomat es mejorar la marcha, pero cada caso tiene su propósito. Por ejemplo, en un paciente parapléjico lo que se busca con el robot es que el tono muscular se conserve.
Los progresos en la rehabilitación de Bernarda o Tiby, como le gusta que la llamen, también se deben a su constancia y lucha diaria. En este punto interviene su madre Noemí, quien la acompaña desde que tuvo el accidente. Ella recuerda que el primer día que dio los primeros pasos le decía que luche. “Le recordaba que lo haga sola, al principio se iba contra la pared hasta que ya fue cogiendo fuerza. Para nosotras este robot fue como un milagro”. (I)