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Bassirou pasó de esclavo en Libia a obrero en Italia

Bassirou (el tercero, de izq. a der.) muestra los bolsos que confecciona en Lai Momo, un programa que capacita a los migrantes que llegan a Italia.
Bassirou (el tercero, de izq. a der.) muestra los bolsos que confecciona en Lai Momo, un programa que capacita a los migrantes que llegan a Italia.
11 de diciembre de 2017 - 00:00 - Agencia AFP

Pasó de realizar trabajos forzados en Libia a lograr un empleo como obrero cualificado en el sector de la moda en Italia. La historia de Bassirou, un migrante de 26 años originario de Burkina Faso, resulta ejemplar.

Tras haber recorrido durante dos años el continente africano, el joven burkinés logró gracias a su talento y al entrenamiento de 15 meses dado en Italia dejar atrás el infierno que vivió en Libia, con un contrato de trabajo en una fábrica de bolsos de cuero en el marco de un proyecto especial para solicitantes de asilo.

“Es una gran oportunidad para mí. Ya había realizado este tipo de trabajos, pero solo con tela, no con cuero. Al principio no fue nada fácil”.

Temiendo por su vida después del golpe militar de 2015 en Burkina Faso, Bassirou se fue del país dejando a su esposa embarazada de su hija, que ahora tiene dos años.

Como los cerca de 400 inmigrantes de la asociación Lai-Momo, espera que Italia le conceda el asilo. Mientras tanto participó en un proyecto para la capacitación en la costura del cuero lanzado por la pequeña localidad de Lama Di Reno, cerca de Bolonia.

Irse de su país fue una decisión difícil, pero no tanto como lo que vivió en Libia, donde no se imaginaba el horror que empezaron a experimentar con el tiempo.

Por ello no se sorprende de las imágenes transmitidas por la televisión italiana de subastas de esclavos negros en Libia. “Eso realmente ocurre”, aseguró.

Si bien no fue vendido, permaneció cuatro meses en una suerte de centro de detención donde todos los días lo recogían para realizar todo tipo de labores. “No nos daban casi comida... Todo eso es esclavitud”, resume.

Pensamientos positivos

Tras meses de abusos, los traficantes lo embarcaron junto con un centenar de migrantes en un bote de goma hacia Europa.

Después de pasar horas de angustia, ellos fueron rescatados por británicos. “El agua comenzó a entrar, todo se movía. Pero como estaban ya allí pudieron salvarnos”, recuerda.

Fue el 20 de marzo de 2016, una fecha que quedó grabada para siempre en su memoria. “Son cosas que no se olvidan”.

Ahora sueña con abrir su propia tienda, incluso si el futuro es aún incierto, como el de los cerca de 200.000 solicitantes de asilo que están alojados en varios centros de recepción de Italia.

Pero su situación es diferente con respecto a la de otros inmigrantes, quienes esperan sin hacer nada y angustiados una respuesta del Estado italiano a su petición.

Bassirou aprovechó para estudiar italiano y aprendió un oficio, una ocupación que lo premió, explica. “Al hacer eso tienes pensamientos positivos y alejas los negativos, porque crees que al final tendrás un trabajo”, admite.

En Italia o en el propio país

En total 15 inmigrantes completaron el primer ciclo de entrenamiento y otros 18 lo comenzaron. Entre ellos está Issa, de 21 años, un compatriota de Bassirou, que también pasó por los campos de esclavos en Libia, donde tuvo que abandonar a varios amigos.

Satisfecho por haber sobrevivido, también rompió con el aburrimiento que padecen en Italia a la espera de una respuesta. “Dormíamos todo el tiempo, no hacíamos nada”, dice. “Ahora estoy más tranquilo, tengo contacto con la gente local y comienzo a aprender el idioma”, cuenta.

No todos los aprendices tienen la destreza de Bassirou, algunos deben primero adquirir una instrucción básica para poder aplicar medidas y geometría al cuero.

“El objetivo es desarrollar las habilidades que tienen para que puedan ingresar al mercado laboral, aquí en Italia o en el país de origen, si regresan”, explicó Andrea Marchesini Reggiani, presidenta de Lai Momo.

El proyecto es parte del programa Iniciativa para una Moda Ética, dirigido por la ONU, con el apoyo de la Organización Mundial del Comercio.

Se trata de un plan para luchar contra la inmigración ilegal y el objetivo es crear nuevas oportunidades económicas para los habitantes de los países en vías de desarrollo.

Para Bassirou, como para sus compañeros de travesía, regresar a casa no es una opción que contemplan en este momento.

Reggiani reconoce que para aquellas personas que han sufrido tanto y han hecho tantos sacrificios para llegar a Europa, el retorno no es nada simple.

“Para nosotros lo importante es darles un oficio, desarrollar habilidades, ya sea que las utilicen aquí como asilados o si pierden el derecho de quedarse. Les ofrecemos una oportunidad, algo”. (I)

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