El Ministerio de Educación (MinEduc) calcula que la reapertura de todas las escuelas rurales cerradas, durante el Gobierno anterior, favorecerá a 60.000 niños.

Por ello, en la primera fase, se destinarán para esos planteles a 1.500 maestros.

Los pedagogos y expertos en esta rama, en un primer  plano, destacan esa decisión estatal. Aunque coinciden en que debe ir acompañada de otras acciones.

La docente Petrona Mizhir, de 42 años, ha experimentado lo que es prepararse en los centros ubicados en zonas apartadas. En su niñez estudió en la escuela rural Federico Proaño, en la comunidad Tungulay (Cañar). Para llegar tenía que caminar 20 minutos por las mañanas.

Las condiciones de su escuelita no eran las mejores: faltaba el material didáctico  y su infraestructura no estaba en buen estado.

Otro de los problemas fue el de los catedráticos, pues los estudiantes, que eran indígenas, hablaban kichwa, pero los docentes destinados a la comunidad eran mestizos que desconocían el idioma.

Además, un solo pedagogo debía encargarse de la formación de 30 niños de distintos grados. El maestro asistía pocas veces.

La hoy profesional concluye que la situación educativa y de infraestructura no ha mejorado. “El Estado debe destinar fondos para implementar material didáctico y mejorar las edificaciones”.

Ella pide a sus colegas no consideren como una especie de castigo ser asignado a una escuela rural.

Desde 2012, el Observatorio Social del Ecuador analiza  el cumplimiento de los derechos de los niños. En ese contexto, Margarita Velasco, titular de la organización no gubernamental, asegura que la cobertura de educación básica en el país llega al 97%.

Esto significa que el 3% de los menores de edad se quedan por fuera del sistema. Los habitantes de esas áreas son los principales afectados.

Por ello sugiere al MinEduc que en sus estudios analice los temas de la urbanización de los territorios y la migración hacia ciudades.

Las escuelas rurales que se encuentran en zonas kichwahablantes -propone- deben tener educación bilingüe e intercultural. “Esas escuelas fueron las clausuradas años atrás”.

Asimismo, plantea la entidad, se requiere garantizar el traslado de los chicos hasta las instituciones pues existen problemas de movilidad en el área rural. En algunos casos las motos y camionetas son las únicas opciones.  

“Muchos niños deben viajar, junto a sus hermanos menores, largos tramos”.

Milton Luna, principal del Ministerio de Educación, adelantó que el diagnóstico (que estará listo en un mes) deberá responder a esos inconvenientes.

La preparación de los profesores en temas comunitarios también es importante, según Teodoro Barros, analista educativo.

Las escuelas rurales -añade Barros- tienen que permitir a los niños consolidar las bases para que en un futuro accedan a la educación superior. “La incorporación de la tecnología es fundamental”.

Otra visión tiene Wiliam Santacruz, de la red de maestros. Él plantea que el Estado tiene que potenciar las escuelas del milenio, pues estas cuentan con aulas, laboratorios y material pedagógico para la enseñanza.

Comentó que durante su formación trabajó en tres instituciones unidocentes, en Imbabura. Una de las dificultades allí era la carga de alumnos en una sola aula.

En un solo día -recuerda- trabajaba un tema por grado. “A las siete de la mañana trabajaba con los niños de primer grado, les dejaba una tarea de una o dos horas, y luego atendía a los alumnos de los grados siguientes”.

El docente señaló que las nuevas escuelas rurales deberán contar con laboratorios, salas de cómputo y con más maestros para que la educación sea de calidad. (I)