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El Telégrafo
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Agresión: una constante en aulas latinoamericanas

Agresión: una constante en aulas latinoamericanas
23 de septiembre de 2013 - 00:00

Argentina es tierra fértil del “bullying”, un término inglés con el que se denomina al maltrato escolar físico o psicológico ejercido en forma constante contra un alumno.
Un estudio de la Unesco de 2011 reveló que el  51,1% de los niños argentinos que cursaba  sexto grado primario había sido víctima de este tipo de acoso.

Alondra, una niña de 14 años de tez morena, lo sufre en carne propia.  Fue golpeada por una compañera de clase “por ser linda” a la salida de su escuela en la ciudad de Quilmes, periferia sur de la capital argentina.

La agresión fue filmada por otra compañera con un teléfono celular y subida a Internet.  De allí pasó a los noticieros de televisión. La niña tiene cortes profundos en el rostro y se la ve asustada ante las cámaras de TV. No quiere volver al colegio...

Este tipo de agresiones –algunas más sutiles, pero otras más violentas- no solamente sucede  en   Argentina sino también en cualquier otro  punto del planeta.
El especalista noruego Dan Olweus fue el primero en estudiar   profundamente la intimidación escolar.

Así, Noruega fue pionera en legislar   este tipo de conductas.
Ahora, en el sur de América Latina, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner terminó  de convertir en ley el combate al acoso escolar.

La norma establece que el Ministerio de Educación, a través  del   Consejo Federal, implantará  reglas para prevenir situaciones de conflictividad en las escuelas, entre estas están actos de hostigamiento o persecución física o psicológica que un alumno realiza contra otro en forma repetida.

Hasta ahora no había ningún marco legal que reconociera e intentara frenar este tipo de conductas. La ley impulsa   crear equipos especializados para prevenir e intervenir ante casos de violencia o acoso dentro y fuera de las aulas. Estos grupos, integrados por especialistas,   tomarán nota de la relación entre el acoso y la masificación de las nuevas tecnologías, un verdadero caldo de cultivo para el “bullying” cibernético.

La ley también prevé   crear instancias de participación. Allí, docentes, padres   y alumnos podrán prevenir y solucionar situaciones violentas.  Además, los alumnos   plantearán sus problemas en un espacio creado para fomentar el diálogo entre pares. Luego se dará paso a la intervención de docentes y padres.

El punto más neurálgico de la ley establece sanciones para el “bullying”. Pero esas penas deberán ser educativas, graduales, progresivas y siempre que garantice el derecho a la educación. En caso de una expulsión, la escuela tendrá la obligación de buscarle al alumno sancionado otro ámbito para no excluirlo del sistema educativo.

Tras la sanción de la ley, el Ministerio de Educación  comenzó a elaborar una guía con pautas claras para  los docentes. También habilitará una línea telefónica gratuita para recabar las denuncias.

El acoso escolar es un fenómeno a veces invisible para los padres.  Pero no para los alumnos. La especialista Flavia Sinigagliesi,  del Centro de Investigaciones de Desarrollo Psiconeurológico, dice  que –según una reciente investigación de esa entidad- el 70% de los alumnos de escuelas de la ciudad de Buenos Aires había  sido testigo  de casos de “bullying”  en los últimos meses.

“Eso no quiere decir que haya más casos que antes. Lo que hay es  mayor exposición en los medios . Es más  intenso porque los chicos pasan más horas en el colegio y los padres están   ausentes.
El modelo social es más violento y por las nuevas tecnologías   todo es   más rápido, por ejemplo subiendo fotos o videos a Internet”,  sostiene.

El estudio fue realizado, junto con  la Universidad de Flores, en 9 escuelas porteñas entre alumnos de sexto y séptimo grados. 

“Preguntamos a los alumnos si en los últimos meses vieron conductas de hostigamiento. El 70% respondió que sí. Lo más común es el insulto y las bromas. El porcentaje más alto de estas conductas se da en el patio o también en el aula. El docente generalmente observa  la situación pero no sabe cómo actuar porque no está capacitado para hacerlo”, señala Sinigagliesi, pediatra especialista en trastornos de desarrollo. 

Un estudio de la Unesco de  2011 –citado por el equipo Anti Bullyng Argentina (ABA)-  revela la dimensión del problema: Argentina es el país con las cifras más altas de bullying con respecto a otros 15 países latinoamericanos –incluido Ecuador- que participaron.
 El 51,1% de los estudiantes argentinos de sexto grado de educación primaria ha dicho que ha sido víctima de bullying.

En términos de insultos o amenazas, Argentina muestra las cifras más altas (37,2%) seguida de  Perú, Costa Rica y Uruguay, donde más del 30% de los alumnos afirman que ha sido maltratado  verbalmente por algún compañero.

En relación a la violencia física entre pares, cinco países muestran niveles altos: Argentina (23,5%), Ecuador (21,9%), República Dominicana (21,8%), Costa Rica (21,2%) y Nicaragua (21,2%).

“La capacitación docente es lo mejor de la ley”, afirma Sinigagliesi. Y agrega: “es una ley marco, un paso importante. Pero lamentablemente no figura la palabra bullying que se diferencia del acoso escolar por un sentido de permanencia en el tiempo”.

Paula Sansalone, psicóloga infanto-juvenil e integrante del grupo Anti Bullyng Argentina (ABA), asegura que la ley “es positiva. Nos da un aval a nivel Estado a lo que nosotros venimos haciendo” desde algunos años como institución privada. “Pone sobre el papel una realidad necesaria”, afirma.

Pero la ley no da precisiones sobre varios puntos, entre ellos las sanciones. “Es cierto, no especifica las sanciones, pero sí establece  que debe tener un carácter educativo y reparador. Por ejemplo, que el alumno victimario haga horas extras para cooperar en tareas escolares  o investigue sobre el bullying para inducirlo a que tome conciencia de lo que hace. Después, todo dependerá de la gravedad de la conducta” que puede derivar en casos extremos en la expulsión escolar, afirma Sansalone.

“La ley es muy positiva porque involucra a docentes, padres y alumnos, a toda la comunidad educativa, en la prevención y el tratamiento del problema. La clave es la capacitación docente y el trabajo institucional de las escuelas”, indica.

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