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A los universitarios provincianos les cuesta adaptarse
Estudiar en una ciudad como Guayaquil puede ser atractivo o la única opción para seguir una carrera. Anualmente muchos jóvenes llegan de urbes pequeñas. Eso genera un cambio social.
La primera interrogante de los padres es lo complicado que puede ser para los hijos vivir solos y lejos de ellos.
Para la psicóloga Sandra Rivas, ese cambio de vida pone a prueba la capacidad que tiene un ser humano para adaptarse.
“Los jóvenes tienen una capacidad muy grande de asimilar los cambios en la mayoría de los casos, en otros la situación puede tornarse más compleja. Algunos estudiantes no se adaptan, regresan a sus lugares de origen o cuando terminan la carrera están de vuelta”.
La primera complicación que afronta un universitario es la búsqueda de un nuevo hogar, que no solo significará un sitio para vivir, sino que esté cerca de la universidad en donde estudiará.
Existen anuncios en internet que ofertan residencias estudiantiles que brindan lugares cómodos y seguros.
Karla Intriago, quien es oriunda de Esmeraldas, asegura que vivir en Guayaquil implicó adaptarse a las costumbres propias de la ciudad.
“En Guayaquil la gente vive un mundo diferente; camina más rápido, está más estresada. Ir de un lugar a otro demanda mucho tiempo. El día que llegué a la universidad tenía miedo de conversar con mis compañeros”.
Añade que “mi familia me pidió que no mantuviera amistad con extraños, que no saliera sola ni en las noches. La ciudad estaba como estigmatizada”.
Intriago asegura que se encontró con compañeros oriundos de otras provincias y que, a diferencia de ella que le costó acostumbrarse, vieron la opción de vivir solos como una forma de no rendirle cuentas a nadie”.
Para la psicóloga Kelly Almeida, cada ser humano lo asume de una forma diferente. “Unos lo ven como la puerta de libertad para tener una vida sin control; otros, en cambio, aprenden a ser responsables. Saben que deben cuidar su dinero o su ropa”. (I)