800 mil mujeres mueren al día por falta de agua limpia
Tomar agua sucia es más letal para las mujeres en el mundo que el sida, la diabetes o el cáncer de seno. Así lo revela un estudio elaborado por la organización benéfica WaterAid publicado en el Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo pasado.
Cerca de 800.000 mujeres mueren en el mundo cada día a causa de no tener acceso a agua limpia, según el estudio. Esta cifra supera el número de fallecidos por enfermedades de corazón, derrames cerebrales, infecciones respiratorias y enfermedades de obstrucción pulmonar crónica.
“Esta situación, completamente inaceptable, afecta a la educación de mujeres y niñas, a su salud, a su dignidad y, por último y en muchos casos, resulta en una temprana e innecesaria muerte”, comenta la directora de WaterAid, Barbara Frost.
Más de 1.000 millones de mujeres, lo que equivale a una de cada 3 en todo el mundo, no tienen acceso a lavabos privados y seguros. Entretanto, 370 millones de mujeres, lo que equivale a una de cada 10, no tienen acceso a agua limpia, según la organización.
Si bien más de 2.000 millones de personas mejoraron su acceso al agua limpia entre 1990 y 2012, cerca de 750 millones aún siguen teniendo carencia de agua limpia, algo que las Naciones Unidas reconoce como un derecho humano.
El agua sucia y las pobres instalaciones sanitarias son la raíz de muchas enfermedades parasitarias e infecciosas (cólera, disentería, diarrea), además de un motivo para la mortalidad materna e infantil.
Otro problema es que mujeres en países en vías de desarrollo dan a luz en sus viviendas sin acceso a agua limpia, exponiéndose a sí mismas y a sus bebés a infecciones.
Sin lavabos limpios, las mujeres y las niñas se ven obligadas a aventurarse al aire libre para hacer sus necesidades, en ocasiones durante la noche, lo que las pone en riesgo de sufrir acoso o asalto de tipo sexual.
Por otro lado, en los países más pobres de África como Etiopía o Sudán transportar agua se considera una responsabilidad de las mujeres y las niñas.
Ellas destinan varias horas cada día para ir y volver de los pozos, alejándolas de las escuelas o impidiéndoles cuidar a sus familias.