7 de cada 10 mujeres afro obtienen un cupo en la U.
Elva Criollo está orgullosa de ser afrodescendiente. Con la ayuda de su abuela, quien es partera, nació en Tachinas- Camarones (Esmeraldas).
La adolescente, de 17 años, emprendió el sueño de toda la vida: convertirse en comunicadora social.
Por los buenos resultados obtenidos en el Examen Nacional para la Educación Superior (ENES) ganó una beca para estudiar en la Universidad Politécnica Salesiana.
Ella es parte de los 11.675 afroecuatorianos que decidieron estudiar en las 30 universidades públicas del país.
Del universo de mujeres afros que postularon, el 53% obtuvo un cupo para iniciar sus estudios de educación superior.
La Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (Senescyt) precisó que 7 de cada 10 consiguieron el cupo en las primeras opciones de su preferencia. “Es la primera generación de sus familias que accede a la universidad”.
Elva es hija de un soldador de embarcaciones y de una ama de casa. Su familia -cuenta- ha tenido que ajustarse y hasta privarse de gustos. Tiene 8 hermanos (vive en el Guasmo Sur). “En mi curso no soy la única afroecuatoriana, hay otra compañera”.
La lucha por la superación
La asambleísta Adriana de la Cruz, de la Comisión del Derecho a la Salud, también es parte de la etnia. Creció en el barrio Cristo del Consuelo (Suburbio). Su madre trabajaba en una camaronera y gracias a su sacrificio estudió la primaria y secundaria en un colegio particular.
Las mujeres -expresa- son las que aprovechan más la oportunidad. Ella hace esta afirmación sobre la base de las cifras del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). En la última década, según la entidad, el 70% de la etnia que va al alma máter pertenece al género femenino.
“Los hombres solo cursan hasta el bachillerato porque les han metido en la cabeza que ciertos grupos están destinados solo para ser futbolistas y entonces ellos no ven oportunidad en la educación para progresar”.
En los próximos meses Adriana de la Cruz será tecnóloga en gerencia social en la Facultad de Sociología. “Ahora hay más oportunidades con la educación gratuita. Antes no teníamos cómo pagar la matrícula ni el preuniversitario”.
Nelly Valencia, de 50 años, evidencia la superación del colectivo. Ella es oriunda de Marcelino Maridueña (Milagro). Este año cursó su segunda maestría en Docencia en Matemática en la Universidad de Cuenca. Todos los días -cuenta- viajaba por las noches para ir a clases.
Ella pertenece a la primera promoción de la carrera Ingeniería en Sistemas de la Universidad de Guayaquil. Actualmente, da clases en la Facultad de Ciencias Matemáticas y Física, coordina el área de Prometeo y de capacitación de docentes e investigadores. Posee un diplomado en proyectos y es máster en docencia superior.
“Antes no había oportunidad. Hemos avanzado. Me considero una luchadora. Tenemos una doble función: laboral y en el hogar”.
De la Cruz considera que la Constitución de 2008 reconoció al colectivo y creó un marco jurídico (políticas públicas) para iniciar procesos y programas.
“La Constitución de 1998 desconocía al pueblo afro, ni siquiera el término aparecía”.
Hace poco Marien Segura Reascos se convirtió en la primera jueza (de esa etnia) en la Corte Constitucional. Tiene formación de abogada y ocupó el cargo de directora de la cárcel de máxima seguridad “La Roca”.
La asambleísta atribuye el progreso del grupo a la persistencia. “A nosotras nos cuesta llegar alto. La mayoría provenimos de sectores humildes”.
Elva quiere ser como ellas y seguirá sus consejos. “Si no obtengo un título de tercer nivel, las oportunidades serán escasas”.
El sociólogo Vladimir Sierra, de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), asegura que las mujeres ven a la educación como una especie de liberación, algo que permitirá salir de la marginalidad; mientras que los hombres ven que con una carrera universitaria la recompensa tardará y por esto optan por el deporte y los negocios.
“Por una cuestión de roles sociales, los hombres afrodescendientes están llamados a ser el soporte del hogar y, desde muy pequeños, se involucran con la vida laboral. Esto evita que vayan a la escuela, al colegio y que se preparen”
Las mujeres -agrega- reproducen en menor grado este tipo de creencias. “Por eso, ellas apuestan por la educación”.
Una política pública
En Ecuador rige la implementación del Programa Piloto de Política de Cuotas. Hasta la fecha se han ofertado 4.000 becas en universidades autofinanciadas y cofinanciadas.
Durante el proceso del ENES de 2015 la Senescyt destinó el 10% de cupos de las universidades públicas exclusivamente para el grupo etario.
También se firmó el Decreto del Decenio y el Ministerio de Educación suscribió un Acuerdo para implementar la etnoeducación en el sistema nacional de educación.
Para la máster Valencia, el desconocimiento de la historia del pueblo origina que la gente “nos discrimine y no valore nuestro bagaje cultural”.
Un modelo internacional
Ailet Ávila Portuondo, profesora de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación de la Universidad de Guayaquil, explica que en Cuba se ofrece una educación gratuita, de libre acceso y sin discriminación de raza, religión o género.
Este modelo -añade- facilita el acceso a cualquier persona con deseos de superación personal y la formación de alto nivel en pregrado y posgrado. “Hoy en día estamos capacitadas para ocupar puestos de dirección en las diferentes esferas de la sociedad”. (I)