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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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En quito también se realizan seminarios sobre la lengua vernácula

48 personas recibieron diploma por aprender quichua

Tirzo Lucín lleva 5 años en la enseñanza del idioma. Dos veces al años imparte los talleres. Asegura que más de 1.000 personas han asistido a las clases. Fotos: Karly Torres/El Telégrafo
Tirzo Lucín lleva 5 años en la enseñanza del idioma. Dos veces al años imparte los talleres. Asegura que más de 1.000 personas han asistido a las clases. Fotos: Karly Torres/El Telégrafo
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Durante un mes uno de los salones del Archivo Histórico del Guayas estuvo repleto de un grupo de personas interesado en aprender quichua. Jóvenes, estudiantes de colegio, universitarios, adultos mayores, profesionales, personas con discapacidad y hasta un niño obtuvieron un diploma que certifica la asistencia al  taller ‘Acercamiento a la cultura y lengua quichua’. Paticiparon 48 personas procedentes de diferentes puntos de Guayaquil.

Hace 5 años Tirzo Lucín dicta el taller en el que enseña saludos, palabras, colores, saludos y expresiones cortas en esta lengua vernácula. Aunque no es indígena, asegura,   domina un 70% el idioma. Lo aprendió de forma empírica al escuchar conversaciones que mantenía con comunidades y tras un viaje a Chimborazo.

Cuenta que su acercamiento con el idioma se dio en el año 2000 que alfabetizó a un grupo de indígenas asentado en el sector Bastión Popular en Guayaquil. “Junto con mi esposa, que había sido cambiado de distrito, empezamos a trabajar de forma voluntaria. Vimos necesidades en ellos, la mayoría no había terminado la primaria, ni sabía leer, ni escribir. Además, empecé a asistir al templo al que ellos acuden y eso me permitió conocerlos más y su idioma también”, indica. Recuerda que cerca de 30 indígenas fueron alfabetizados por un año en ese entonces.

“Señores yo aquí enseño el quichua que se habla en Chimborazo, no soy ningún improvisado”, aclara el espigado maestro de caballera semilarga negra, apenas ingresa al salón el primer día de clase.

Las inquietudes comienzan a formularse por parte de los entusiastas estudiantes ¿es el que hablan en la cadena sabatina? pregunta uno de los sextuagenarios sentados. El profesor responde que 100%.

Los talleristas participaron activamente de las actividades que se prolongaron por un mes. En esos días se dieron consejos para la práctica de este idioma.

¿Qué los lleva a interesarse?

La edad, ni la etnia, ni las limitaciones físicas son un impedimento para hablar quichua.  Juan José Mejía, de 65 años, vivió una parte de su vida en Chimborazo. Estudió junto con indígenas la escuela, pero no quiso aprender la lengua por no considerarla tan importante. Su pensamiento luego cambió y ahora su reto es aprenderlo.

Relata que cuando llegó a Guayaquil continuó sus estudios en el colegio Ismael Pérez Pazmiño, en el que integró el coro y aprendió la canción Vasija de barro. “Me la ingenié  para traducir la canción al quichua y les consulté a los músicos que tocan la bocina que eran indígenas, y lo logré”. Esto le valería  para que el rector de la institución en la que daba clases de música le propusiera que diera quichua.  “Le dije que no podía porque no lo sabía completamente pero eso me impulsó a tomar clases. Aún me falta mucho pero por eso estoy aquí”.                                           

Martha Tenorio también participó en el taller que dicta Lucín dos veces al año. La joven estudia en la Universidad de Guayaquil para ser docente. “Siempre me ha llamado la atención el quichua y vi la oportunidad de aprenderlo. Además, creo que por mi carrera debo saber el idioma que es parte de la historia de mi país”, asegura Tenorio, quien dejó su natal Esmeraldas en busca de una mejor vida en la ciudad.

Otros, como Javier Cevallos, tomaron el taller como parte de su formación en la carrera de Idiomas que estudian. “Para mí, así como es importante aprender el inglés que es universal, más significado tiene saber esta lengua”.

Integración a personas con discapacidad

William Salazar memorizó las palabras en quichua que Lucín enseñaba en clase. Tiene registrado un significativo número como iwka chu rikunki (que me miras), wawkikuna (hermanos), cayacama (hasta mañana). Salazar perdió la visión hace años, pero no es obstáculo para convertirse en profesional ni para aprender el idioma.

Asegura que identificarse con la comunidad es una de las motivaciones, “ellos son más afectuosos  cuando uno conoce su idioma. Antes conocía solo 2 palabras, que decía hasta pronunciaba mal, ahora he aprendido mucho”.

Isabel Villamar, de 27 años, tiene atrofia cerebral. Ella acudió con su madre al taller.  “Con eso ella se distrae y cuando llega a la casa repasamos juntas las palabras, entre ellas sinchi (fuerte), sisa (flor), uma (cabeza), kiru (diente). Aquí la hacen  incluida a pesar de su estado”, dice la progenitora de Isabel.

En Quito también existe interés por aprender quichua. Hace varios meses se desarrollan talleres y seminarios dictados por Ingerborth Constantine.

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