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230 diablos populares andan sueltos por las calles de Quito

El grupo de diablos de Alangasí encabezó el desfile en las calles del Centro Histórico de la capital. También estuvieron personajes de Píllaro, Riobamba y Quito.
El grupo de diablos de Alangasí encabezó el desfile en las calles del Centro Histórico de la capital. También estuvieron personajes de Píllaro, Riobamba y Quito.
Foto: Marco Salgado / El Telégrafo
20 de enero de 2017 - 00:00 - Redaccion Sociedad

Cuando los españoles llegaron al territorio que hoy se conoce como Ecuador, los terratenientes de esa época otorgaron a los indígenas (trabajadores de sus haciendas) un día de descanso y fiesta.

Los pobladores, en esa fecha, cambiaban sus ponchos por capas negras y sus sombreros por máscaras rojas (incluían los cuernos de un toro o un borrego).

Ellos querían un día para divertirse y protestar -implícitamente- por la opresión y la explotación que vivían. Así cuenta César Reinoso,  pillareño de 67 años, quien mantiene viva esta manifestación intercultural del país.

Por primera vez Don César y otros 40 coterráneos viajaron desde Píllaro (Tungurahua) hasta Quito para pasearse por el Centro Histórico de Quito, ataviados con cuernos, rabos y trinches grandes.

La concentración se desarrolló ayer en la Plaza de Santo Domingo, frente a cientos de transeúntes que con sus celulares se tomaron selfies con los ‘demonios’. Aunque otros, temerosos, los vieron de lejos.   

Tres bandas de pueblo y 150 diablos de Riobamba, Píllaro y Alangasí  formaron parte de la fiesta. Ellos se desplazaron muy lejos para promover el patrimonio intangible de sus comunidades.

Patricia Noriega, coordinadora de ‘Los diablos se toman la Mariscal’, explicó que el evento no tiene matiz religioso, sino ancestral. “Buscamos que la gente sienta la fuerza de la fiesta desde su raíz y promover la celebración”. Estos personajes, 230 en total, estarán hasta hoy en La Mariscal. El acceso al acto es gratis para el público.   

En Píllaro desde el 1 hasta el 6 de enero se festeja la ‘diablada pillareña’. La fiesta reúne a 300 comuneros que personifican a un diablo.

Andrés Núñez, de 32 años, ayer  vistió de negro y usó botas de cuero de suela alta, que suenan cada vez que zapatea la calzada. Las personas, impresionadas, retrocedieron al verlo pasar.  

Él bailó por las calles capitalinas. Desde los cinco años de edad encarna al personaje en estas fechas. Lo hizo por pedido de su papá. Él era su primogénito y en Píllaro ser diablo es una creencia que se transmite de generación en generación.

No ven su rostro, pero lleva una   enorme máscara, elaborada por él, de cartón. Dos cuernos naturales cubren su cabeza. La careta incluye una larga cabellera confeccionada con lana de llamingo.

Personaje intergeneracional

En Alangasí, una parroquia rural de la capital, los diablos solo salen en Semana Santa. Su representación es un sincretismo entre la fe católica y la cosmovisión andina.

Desde el Viernes Santo un grupo de activistas de la parroquia viste sus mejores atuendos y máscaras para asustar a los pobladores.

El sábado de gloria ingresan a la Iglesia Católica, se burlan del dolor de las personas e impresionan a los niños. Al día siguiente, cuando Jesús resucita, ellos salen presurosos de la catedral y la comunidad celebra el poder del bien sobre el mal.

Ricardo Morales, de 45 años, llevó un traje elaborado por él y su hermana. Según la tradición, quien decide ser diablo debe interpretar   durante 12 años dicho rol. Y cuando termina su ciclo completo debe dejar un heredero.

La Semana Santa próxima será el último año en el que Morales portará cuerno y rabo. Su sobrino, Carlos, de 11 años, caminó a su lado en el desfile: él será su heredero.

Ricardo bailó y Carlos no paró de fotografiarlo con su celular. Desde ya, él y su familia confeccionan la máscara que usará. “Salir de diablo es un honor. Mi familia y la comunidad esperan de mí un buen papel”.

Detrás de Ricardo danzó un grupo de 42 bailarines de Riobamba (los diablos de hojalata conocidos como yaruquíes). A pocos metros estuvieron los diablos humas que representaron la parte espiritual de la cosmovisión andina. (F)

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