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10 horas en la vía sorteando el tráfico y estados de ánimo (VIDEO)

10 horas en la vía sorteando el tráfico y estados de ánimo (VIDEO)
12 de enero de 2014 - 00:00

Cuando la pequeña Samantha fue diagnosticada de un problema de crecimiento, que demanda un régimen médico de $ 1.500 mensuales, Diana Llerena supo que debía trabajar por su hija. Hoy, a sus 26 años, no solo enfrenta su rol de madre y esposa, sino que también encara los estados de ánimo de conductores que circulan por las principales avenidas de Quito.

Son las 09:00 de un viernes en la esquina de la avenida Amazonas y Atahualpa. Cae lluvia en la capital, esa que empapa. Cientos de autos avanzan hacia el norte, el sur; curvan a la izquierda. Esquivan los motorizados; los buses azules se detienen para llevar pasajeros. Y las personas cruzan por el paso cebra mirando el reloj.

Un agente de tránsito gana 850 dólares mensuales. Tiene 3 turnos seguidos y un día franco.

En medio de los buses y la gente está Diana dirigiendo el tránsito. Hace dos señales simultáneas: con la mano derecha ordena a los conductores que avancen y con la izquierda que sigan en una dirección definida. También se apoya con un pito color negro. Un silbato significa que un vehículo debe detenerse y dos silbatos, que avance. Aunque ella conoce la regla prefiere pitar solo una vez.

Diana, o agente AG60, previamente ha enfilado a 16 de sus compañeros, para designarles los puntos de vigilancia de la zona Eugenio Espejo, en el norte de Quito. Ella es la más antigua del grupo y la que obtuvo mejores calificaciones en las pruebas de ingreso. Por eso, da las órdenes.

De regreso a la avenida Amazonas, Diana, en solo 10 minutos, se ha acercado a seis conductores para solicitarles que se pongan el cinturón de seguridad, que respeten la circulación peatonal y no frenen sobre el paso cebra.

Hay personas respetuosas, dice, pero no es lo común. “No sabemos cómo salen los conductores de sus casas, si están de buen humor, si pelearon con sus esposas, se enojaron con sus hijos o están despechados. Como agentes ante todo somos seres humanos y ciudadanos como usted, como todos”, indica.

La joven agente, de tez trigueña y estatura mediana, permanece de pie entre 8 y 10 horas diarias, sin importar el granizo, la lluvia o el sol del mediodía de la capital. Tantas horas de pie le han ocasionado un dolor de espalda y la aparición de várices. Cuenta que esto es común entre sus colegas, además de tener afecciones en la garganta por el frío o problemas en la piel por el polvo y el smog. “Cuando hacemos un movimiento para que nuestro cuerpo descanse un poco, la gente dice: esa agente de tránsito está cansada, no sirve para nada, para qué está en la calle”.

En la calzada

Hasta el mediodía, Diana había emitido 20 boletas y cuadruplicado las advertencias a los conductores y transeúntes. “Esta es una labor de todos, debe haber corresponsabilidad de los ciudadanos. Añoraría que eso pase porque sería más fácil trabajar”.

Desde el 11 de noviembre de 2013, los agentes civiles de tránsito en Quito, como Diana, asumieron competencias para elaborar boletas en delitos de tránsito y contravenciones graves con validez jurídica. También pueden cerrar las vías en caso de emergencias y realizar controles de pico y placa. Hay más de tres mil agentes en la capital, Ambato, Loja, Manta y Cuenca. De ese total, el 30% son mujeres.

20.600 boletas de tránsito se   han emitido en cinco ciudades  desde noviembre de 2011.La Ley de Tránsito es la biblia de los agentes. Diana se declara creyente. Sabe de memoria lo que dicen artículos como el 182, cuando una persona conduce en estado etílico. También conoce las penas: “Son 17 dólares de multa para el conductor que no use el cinturón y la reducción de 1,5 puntos en su licencia”.

12 meses de preparación

El director de Seguridad Vial e Ingeniería del Tránsito, Luis Núñez, mira con atención a Diana mientras dirige el tránsito y reconoce que es una trabajadora eficiente.

Los aspirantes estuvieron en un curso de 12 meses, con 4.000 horas de capacitación sumadas a 80 horas más de clase, que dicta la Agencia Nacional de Tránsito. Luego de aprender las leyes, ellos practican en la calle y se someten a pruebas médicas y psicológicas. Son preparados sobre resolución de conflictos y defensa personal.

Los agentes de tránsito no tienen armas, ni siquiera cuando cumplen turnos de 10 de la noche a 6 de la mañana. Pero hemos sido entrenados para aguantar, expresa Diana.

“No puedes pelearte con un conductor. A veces hasta nos dicen palabras soeces. Tenemos que callar. Hacer oídos sordos. Sí te dañan el ánimo, pero toca pararnos en una esquinita, tomarnos unos sorbitos de agua y continuar”, dice la joven.

Los agentes civiles tienen una edad promedio de 25 años . Ellos son formados en valores, según el director de Seguridad, para que se deje en el pasado la idea de la coima y la corrupción.

Ser mujer es una ventaja

Desde el comienzo de su jornada laboral, es la primera vez que Diana se saca el gorro y descansa. Es su hora de almuerzo y tiene 30 minutos libres.

Andrés Borja, su pareja desde hace diez años, es bombero. Ambos coinciden en su vocación de servir a la comunidad. Por la profesión no se han visto dos o tres días seguidos, no pasan juntos algunos fines de semana y fechas importantes, y pierden tiempos valiosos con Samantha, de 4 años.

Cuenta Diana que haber crecido entre hombres le da potencia y fortaleza en su trabajo. “He recibido muchos insultos como: ‘ándate a la cocina’, ‘qué haces ahí parada, anda a limpiar’. Te hace perder los estribos, pero la sociedad machista nunca dejará de existir. Por eso yo resisto, soy fuerte”, indica la agente civil, quien también cuida su imagen. Tiene las uñas pintadas de color nácar, sus ojos están delineados y tiene sombras color rosa.

Para llegar hasta el trabajo y dejar todo listo en su hogar, Diana se levanta antes de la cinco de la mañana. Prepara el desayunio y luego lleva a su hija a la escuela Fernández Salvador. Viven en Quitumbe, en el sur de Quito. Confiesa que luego de su jornada laboral le gustaría llegar y tomar un respiro, pero luego de la cena aún su día es largo, debe lavar, cocinar y arreglar la casa.

“Mi trabajo es sacrificado, pero amo ayudar y servir. Lo más lindo es cuando la gente detiene su vehículo, se toma cinco segundos para decirte: la felicito, usted está haciendo un buen trabajo, siga adelante. Aunque no sea frecuente, cuando pasa me siento feliz”, afirma.

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